Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de enero de 2015.
El padre de la LOGSE, base del sistema educativo, explica su alternativa a la LOMCE. Algo temerario viniendo de un responsable de una crisis que nadie niega y que se basa en ideas opuestas.
Álvaro Marchesi Ullastres y Elena Martín Ortega, Calidad de la enseñanza en tiempos de crisis. Alianza Editorial, Madrid, 2014. 384 p.. 20,00 €. Ebook 14,99 €
José Fernando Calderero, Educar no es domesticar. Educando desde la libertad, en libertad y para la libertad. Sekotia, Madrid, 2014. 286 p.. 18,00 €.
Es muy difícil en 2015 encontrar españoles que se digan satisfechos con el sistema educativo que tenemos. Más complicado aún si la conversación tiene lugar con docentes, con estudiantes o con padres y madres de familia. Pero todavía más difícil resulta encontrar ciudadanos, y más en ese ámbito, satisfechos con la reforma iniciada por la LOMCE, y no digamos si se trata de hallar a personas completamente satisfechas. Esta situación, bastante peculiar, no es demasiado novedosa en España, y refleja dos de los problemas que impiden una mejora real de nuestra escuela.
Por un lado, desde 1970 los diseñadores, los gestores y una parte notable de los docentes del sistema educativo asumen unos únicos fundamentos ideológicos: la igualdad llevada al igualitarismo, no ya de acceso a la educación sino de resultados, la utilidad medida en términos materiales/prácticos (títulos, salidas laborales, ascenso social), la diversidad a la vez negada y promocionada (retórica de diversidad pero a la vez agrupamientos heterogéneos e imposibles de alumnos), la negación práctica de la autoridad y jerarquía de los docentes y de los centros, la variedad autonómico-regional que en la práctica implica 18 sistemas educativos distintos en muchos aspectos, alguno de ellos adicionalmente ideologizado.
Por otro lado no hay respuesta efectiva: los intentos (antes LCE, hoy LOMCE) han abordado muchas cosas importantes pero no han osado violar los sagrados principios del progresismo educativo; se ha malinterpretado el rol de las familias, a las que por una parte se ha reducido su libertad de elección y por otra se incita a entrar en asuntos de los que ni saben ni conocen; se ha asumido la permanencia de las ideas básicas de la LOGSE como cuestión de Estado (esos consensos en los que la izquierda decide y el centrito acata); y se ha degradado la posición de los docentes, empezando por la devaluación cualitativa y masificación de su selección (por llamarla de algún modo, a veces) .
Seguramente en lo que sí hay un consenso amplio, aunque no se comparta nuestro análisis de las causas y consecuencias, es en que la educación no está bien y necesita mejorar. Ahora bien, la situación actual tiene unos responsables políticos, que no son sólo los José María Maravall, Javier Solana Madariaga, Alfredo Pérez Rubalcaba, Gustavo Suárez Pertierra o Jerónimo Saavedra, sino los que han podido cambiar las cosas y aún no lo han hecho; y más conscientes aún, los gestores técnicos, directores generales y secretarios de Estado de las grandes reformas. Entre los que destaca, sin duda, el muy respetado don Álvaro Marchesi Ullastres.
Y con esto nos hallamos ante la paradoja del simpático libro que el mismo Álvaro Marchesi publica en Alianza junto a Elena Martín Ortega, Calidad de la enseñanza en tiempos de crisis. Marchesi, responsable del sistema hoy existente, no le ve defectos mayores y en cambio se enfrenta indignado aunque educado al pequeño intento Wert de reforma. Coloca como fundamento de todo su visión ideológica de las cosas, que él parece considerar impoluta y objetivamente innegable (en lo que gran parte del PP le ha dado pasivamente la razón), niega la mayor de que la educación vaya mal y moderniza la aplicación de sus ideas en nombre de una calidad, que explica.
Docentes y responsables políticos de hoy saben que está de moda hablar de calidad en la educación refiriéndose a una serie de trámites y procesos burocráticos de tono pseudo industrial. Ya que la empresa y la gobernanza parecen ser valores básicos y comunes del sistema y no ya la vida o la sinceridad, se han ido arbitrando en la última década procedimientos rígidos de gestión de la educación, en la que importan las estadísticas, porcentajes y formalismos y no la formación objetiva externamente demostrada.
Pero, aunque usa la palabra, la calidad de Marchesi es otra. Marchesi habla de calidad de los profesores si están adoctrinados en los mitos psicopedagógicos, sin importar ya su dominio y formación continua en las respectivas materias (¿sería divertida una reválida de contenidos para los profesores?). Marchesi habla de las bondades de la diversidad del alumnado, sin entrever sus problemas ni la contradicción con la calidad de grupos altamente heterogéneos. En el capítulo de diversidad, Marchesi aplaude la integración total de todas las discapacidades, sin explica con qué medios mágicos pretende realizarse el milagro. En cuanto a medios, eso sí, Marchesi atribuye la mayor parte de problemas actuales o a los errores del PP o a la falta de medios, como si no fuese posible tener aulas con mayores ratios y centros con menos medios pero una mejor formación… cuestión de ambiente, de objetivos, de docentes y de familias. Para Marchesi, se trata de adaptar a los estudiantes de hoy el sistema básico ya diseñado por él, sin entender que pueda haber otras visiones, o que el sistema, formando a los alumnos pueda cambiarlos y mejorarlos en vez de renunciar a ellos.
Precisamente por todo eso el libro Calidad de la enseñanza en tiempos de crisis es interesante. Lo es porque refleja perfectamente lo que Marchesi piensa y en consecuencia su enorme séquito en la izquierda y el centro comparte. Es un retrato sin pudor de una visión ideologizada, extremista y para nada avergonzada de la educación española. Bien escrito, inteligente, punzante, se lee fácil, y hace entender fácil que para ellos no hay más opción que la suya, que el resto está fuera de sus «valores democráticos», cuyo monopolio se atribuyen. Su objetivo como docentes (en la medida que lo sean, pues bien lejana tienen la tiza) no es servir a la sociedad a través de los estudiantes de todos los niveles, sino adoctrinar a esa sociedad y a esa siguiente generación en las mismas maravillosas ideas que nos han llevado hasta el punto en el que estamos. Y menos mal que tenemos la FP, que Marchesi no desarrolló.
¿Quiere usted un título, una doctrina o una educación?
José Fernando Calderero expone en Educar no es domesticar. Educando desde la libertad, en libertad y para la libertad una visión de la jugada que Marchesi no compartiría, porque es opuesta a esos que él considera «valores democráticos». Ante todo y sobre todo porque Calderero considera cualquier visión ideologizada de la educación opuesta a la verdadera libertad.
Seguramente Calderero se pierde entre casos y ejemplos, pero el núcleo de lo que dice es claro, sencillo y atrevido: ni el adoctrinamiento gregario socialista ni la simple educación útil en términos capitalistas, individualista y sin más valor que el éxito son ejemplos de verdadera libertad, ni de auténtica educación. Y se entretiene en explicarlo.
Si educamos, formamos personas, es decir que partimos de su personalidad y libertad y con arreglo a unos valores por un lado y a unos contenidos por otro les ofrecemos ideas y ejemplos de vida y de crecimiento humano. Por eso mismo, el docente solo, sin la familia, no puede educar bien. Para José Fernando Calderero –y no para la corte de Marchesi– ni la obtención de un título, ni el cumplimiento de unos porcentajes, ni el aprendizaje de unos hechos, ni la sumisión a una ideología impuesta, ni menos el aborregamiento en un grupo de víctimas de esa ideología es verdadera educación. Y ya era hora, ya, de que alguien nos lo recordase así.
Pascual Tamburri Bariain
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de enero de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/culpable-crisis-escribe-para-absolverse-mismo-139859.htm