Por Pascual Tamburri, 16 de febrero de 2015.
Federico I murió en una cruzada. Como Carlomagno y muchos otros es el símbolo de lo que el Islam nunca ha tenido y Europa sí. Les ha faltado Edad Media.
No hay ninguna persona viva en 2015 de la que haya aprendido tantas cosas y convivido en tantos momentos como contigo, Jesús. Quizá, a diferencia del resto de la humanidad mortal, menos en estos últimos 10 años en los que te has dedicado a escribir. Pero qué son diez añitos, Jesús Laínz. Y precisamente por todo lo que te debo y te quiero me da miedo la cantidad de enemigos –más aún- que te vas a ganar con tu artículo del otro día en la competencia, ¡Qué malo puede ser Dios!.
Ten cuidado con ellos, con unos y otros. Muchos de ellos se toman en serio a sí mismos, lo que es peligroso aunque tengan razón algunos en algunas cosas que dicen y escriben. Yo, la verdad, no me meto en la disputa sobre si los seres humanos somos un misterio, o sencillamente un vertedero con escasas excepciones, o sobre si somos animales distinguidos sólo por el impulso religioso, o no, o sobre qué Dios existe y cómo es. Ya tienes muchos interlocutores para eso, y más aún para debatir si el Islam es o no una «vía hacia la divinidad tan buena o tan mala, tan certera o tan falsa como las demás«. Ni siquiera entro a razonar sobre si «el cristianismo, religión mayoritaria en Europa durante casi dos milenios, no ha sido inmune al fanatismo, la ignorancia, la superstición y la violencia«. Ya sabemos los dos que, obviamente, siendo los cristianos humanos actúan como humanos en lo bueno y en lo malo, aunque sea a la espera de la vida eterna.
Pero ya sabes que te tengo que contestar. Estamos de acuerdo en lo que debería ser evidente (y muchos niegan, ay), que el cristianismo «ha sido la columna sobre la que se sostuvo y se sigue sosteniendo eso que seguimos llamando Occidente» y que «nuestra parte del mundo, [fue] construida moral, cultural, artística, jurídica y políticamente sobre el cristianismo«. Así es. No puedo darte la razón en cambio en dos cosas que, en general, los que se han alzado contra este artículo tuyo no han hecho ni notar.
No es cierto, porque física y metafísicamente no puede serlo, que «buena parte del mundo islámico sigue anclada en una Edad Media de la que parece que tardará todavía siglos en salir«. Y tampoco es cierto que en Occidente «hace siglos que no se obliga a nadie a profesar ninguna fe y mucho menos aún se prenden hogueras para castigar a los enemigos de Dios«. Empiezo por este segundo asunto y hablamos después del primero. Sencillamente, el mundo occidental tiene desde la Ilustración en embrión y desde hace unas décadas en plena apoteosis una religión laica oficial, institucional, indiscutida e indiscutible. Si alguien niega los dogmas de esta nueva fe inmanente (la igualdad, el progreso, la mayoría como instrumento de verdad, los llamados derechos humanos, el materialismo, el pacifismo sectario, la negación de toda tradición, la interpretación sesgada de la historia), es crucificado, de palabra y de obra. Por tanto, sí hay una religión oficial por encima de los restos de las viejas religiones trascendentes, y sí es obligatorio profesarla, tanto como que no hacerlo está castigado de muchos modos, como bien sabes.
La Edad Media no existe ni ha existido en el Islam
En cuanto a lo otro, te ahorro una tesina sobre todo porque tengo tal desorden de libros en casa que no sabría por quién empezar, de Kantorowitz a Cardini. Pero es bastante sencillo: la idea de Edad Media sólo puede aplicarse a esta civilización nuestra; sólo en ella hay unos siglos entre el final (esperamos que temporal) del Imperio romano y el inicio de esa expansión mundial de lo europeo que unimos al Renacimiento y los Descubrimientos. En China, en India, en Japón, en el mundo musulmán, sencillamente no hay Edad Media. Ni la hubo ni, aunque hubiese sido ese tiempo terrible que la religión del progreso dice que fue, tampoco la hay ahora. Son ellos mismos, son diferentes, pero, precisamente porque no son ni europeos, ni romanos, ni cristianos, ni occidentales siquiera, no pueden ser medievales, ni para lo malo… ni para lo bueno.
Decía hace ya treinta años don Ángel Martín Duque, casi tantos como los de nuestra amistad, que «convendría quizá verificar también otros concentos y etiquetas más o menos consagrados por la historiografía para esta época, por ejemplo los de caos, decadencia, anarquía feudal…» y que habría que hablar de «un salto adelante en la historia del pensamiento del Occidente cristiano«. Escribía con cierta malicia Annalisa Terranova –como sabes, ninguna peligrosa agente bolchevique- que «una vez decaída la mezquina devaluación de los ilustrados y los positivistas hacia la Edad media etiquetada como edad oscura, bárbara o irracional» la investigación histórica ha cambiado. Unos se han dedicado a buscar en esos siglos «anticipos» del renacimiento y el supuesto progreso posteriores, y sólo algunos han estudiado la época con interés en sus características propias. Lo que no podemos dudar es que sólo en nuestro espacio cultural e histórico esos siglos tienen identidad propia, y que ésta tiene una de sus claves en la afirmación de la variedad del mundo.
Esos siglos que llamamos Edad Media en Europa occidental, en el espacio histórico de la Iglesia romana, son siglos cargados de personajes y de acontecimientos. Es verdad. Personajes como nuestro señor el emperador Federico Barbarroja, mártir de la fe en la Tercera Cruzada y que simbólicamente descansa en el Kyffhäuser hasta que vuelva en carne mortal a esta Tierra; como Carlomagno, santo en los altares -aunque no reconocido por los Papas sucesivos… la clásica estrechez de miras güelfa-; como el hereje y genial Federico II, otro Hohenstaufen, líder cruzado y reconquistador de Jerusalén; como san Fernando III de Castilla, reconquistador de Sevilla; como el católico rey Recaredo; como san Bernardo de Claraval, santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, santa Clara y san Francisco de Asís. Acontecimientos como la Reconquista, el Románico, las Cruzadas, las expediciones vikingas, el viaje de Marco Polo, la defensa de Constantinopla una y otra vez, el Gótico, el camino de Santiago, la conquista y evangelización de la Europa central y del Este. Qué sé yo. Personajes y acontecimientos medievales, sí, pero no comprensibles fuera de nuestro espacio y desde luego incomprensibles en el Islam.
Siempre se es el medieval de alguien…
Juan Luis Cebrián, siendo consejero delegado de PRISA, ya dijo hace unos años en El País que «sin las Cruzadas y la Inquisición, sin la insidiosa Reconquista ibérica, podríamos –¿quién sabe?– haber asistido al florecimiento de una civilización mediterránea, ecuménica y no sincretista, en la que convivieran diversos legados de la cultura grecolatina, lo mismo que conviven hoy las dos Europas, la de la cerveza y el vino, la de la mantequilla y el aceite de oliva, en una sola idea de democracia«. Pero tú no piensas lo mismo que el hijo del camarada Cebrián, Jesús, no nos engañemos.
«Medieval» significa para los progresistas como Cebrián lo malo y lo peor, aquí y en todas partes, hoy y siempre, frente a «un ideal de civilización multiculturalista basada en el progreso y la libertad«. Ellos hablan de las civilizaciones como «sistemas cerrados, autárquicos, incomunicados entre sí«, es decir realidades perversas que se enfrentan a un mundo unido, ilustrado, como el que ellos llevan construyendo unos siglos. Pero Jesús Francisco Laínz Fernández, cuestiones religiosas aparte, sabe perfectamente que el problema del Islam no es seguir en la Edad Media sino, probablemente, no haber sido iniciado en ella. Así que puede que no sobrase una cruzada, sino que faltase una. Un gran abrazo, Jesús. Cuida con toda esa gente, por Dios. El Moncayo esta nevado y precioso, se ve desde aquí.
Pascual Tamburri
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de febrero de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/islam-gusta-edad-media-verdadero-problema-140301.html