¿Eres Charlie Hebdo? Yo copto, asirio, y si hace falta hitita

Por Pascual Tamburri, 13 de marzo de 2015.

Las víctimas importan si son progresistas, y mejor aún laicistas, materialistas y contrarias a la identidad tradicional de nuestros pueblos. Si no, los políticos se callan.

El presidente francés, François Hollande, lideró el primer acontecimiento mediático de 2015 con la respuesta propagandística –no demasiado espontánea- tras el ataque terrorista contra la sede del semanario Charlie Hebdo en París. Muchas víctimas de un grupo integrista musulman contra una revista que muchas veces insultó a Mahoma y a la fe islámica… y muchas más aún al cristianismo, a los Papas y a la identidad tradicional de Francia y de Europa. No tiene justificación el terrorismo contra Charlie Hebdo. Pero tampoco tiene justificación que sólo Charlie Hebdo merezca el apoyo y propaganda que se niega a otras víctimas del terrorismo. Del mismo terrorismo.

Si todos «somos Charlie», ¿qué diremos de ortodoxos, melkitas, armenios, latinos, maronitas, caldeos, jacobitas, católicos orientales, y ahora, más que nunca, coptos en el valle del Nilo y asirios entre lo que hoy son Irak, Siria y Turquía, asesinados en masa sólo por ser ellos mismos? Ningún laicista oficialista se ha planteado decir «je suis chrétien». Ellos están dispuestos a la guerra por una revista de dudoso nivel intelectual y/o moral, pero en cambio no reconocen su culpa en el exterminio de las comunidades cristianas de Oriente. Quizá les agrada, quizá su guerra es en parte también esa.

La guerra no es algo que haya que justificar sólo moralmente, es un atributo al que los Estados soberanos recurren según sus necesidades e intereses. Pero estamos asistiendo a la desapirición de la soberanía, de la libertad, de las reglas y hasta de la dignidad, en estas nuevas formas de guerra por así llamarla. «Tanto los hechos conocidos más recientemente como aquellos a los que indebidamente se ha acostumbrado nuestra opinión pública no son sólo lamentables: son criminales, y deben ser reprimidos en consecuencia. Son de hecho crímenes de guerra, que en cualquier tiempo pasado los propios Ejércitos –al menos si se hubiese tratado de Ejércitos de tradición europea- habrían evitado con tanta rapidez como vergüenza. Pero hay que explicarlos, además de evitarlos, porque en la explicación de su génesis está también una parte de su solución«.

«Los crímenes más horrendos, y más contrarios al espíritu militar clásico, no se producen en la lucha entre Ejércitos regulares de países que se enfrentan en guerras clásicas. Esa guerra, por terrible y dolorosa que resulte, es una guerra con reglas, reglas escritas y no escritas que los combatientes conocen y aplican, que hacen de la guerra, en efecto, una continuación extraordinaria pero civilizada de la diplomacia, una parte de la vida de los Estados… El problema se plantea cuando la guerra no es entre Estados soberanos y Ejércitos regulares, cuando, por el contrario, uno de los bandos niega del otro la dignidad, la soberanía, la legitimidad; cuando niega incluso su existencia o su derecho a existir, cuando lo convierte en el Mal Absoluto. Porque, en buena lógica, no hay reglas para enfrentarse a lo intrínsecamente malo, no hay límites en la violencia que se puede emplear, no hay nada que no se pueda hacer».

Viendo cómo se extermina al enemigo de ideas y de fe, y cómo los laicistas lo toleran indiferentes, «si el enemigo no existe, no tiene derecho a existir o es la encarnación de lo más abyecto ¿tiene derechos? ¿Hay que respetarlos? Si el enemigo es por definición pésimo y pérfido, ¿qué impide torturarlo, masacrarlo, humillarlo o abusar de él?» No son tan distintos. «Obviamente, hay divergencias sobre quién es el bueno y el malo, pero en definitiva todos aceptan, en el hipotético caso de una «guerra justa», que el Bien recurra a cualquier medio contra el Mal y sus agentes. En la tradición europea, … las cosas no son así. La guerra no es un acontecimiento que haya que justificar sólo moralmente, ni un hecho de naturaleza religiosa que deba terminar con el exterminio del rival; es un atributo de los Estados soberanos, que recurren a él según sus necesidades y sus intereses. La paz eterna no existe, como tampoco existe la perfeción terrena de la bondad humana».

«Es hora de romper este círculo vicioso, que condena a los soldados de nuestros aliados a ser cómplices de una crueldad de tipo asirio y a nuestros pacifistas celtíberos a una incoherencia intelectual absolutamente impresentable». Yo no soy Charlie, estoy orgulloso de no serlo y de no querer serlo. En cambio creo que no hay guerra legítima contra los que forman las comunidades de Oriente o el Estado sirio, y que sí la hay contra los destructores allí de un resto de orden más que milenario sólo en nombre de unas ideologías bajunas y contemporáneas. Algunos somos un poco filisteos, y más aún bastante hititas. Seguramente lo que el mundo necesita sea más parientes nuestros, en lo cultural, lo biológico y lo lingüístico, capaces de versiones corregidas y aumentadas de la cabalgata de Mursilis. Para poner orden, allí y aquí.

Pascual Tamburri

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 13 de marzo de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/eres-charlie-hebdo-copto-asirio-hace-falta-hitita-140796.html