Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de abril de 2015.
En España hay extrema izquierda populista, pero no hay (casi) una derecha populista. ¿Por qué? Fernando Vaquero explora las vísceras de la Bestia para entenderla y conocer sus razones.
Fernando José Vaquero Oroquieta, ¿Populismo en España? Amenaza o promesa de una nueva democracia. Prólogo de Arnaud Imatz. Ediciones Barbarroja, Madrid, 2015. 350 p.
Arnaud Imatz empieza su prólogo para el libro más reciente de Fernando Vaquero con una pregunta que es a la vez un desafío: «¿Por qué la derecha popular y social está ausente de la escena política española, al contrario que en Francia, con un Front National muy fuerte y con tanto arraigo electoral?». Y a esa respuesta, en sentido amplio, se dedica en este crucial mes de abril el libro ´El populismo, ¿amenaza o promesa de una nueva democracia?´
El profesor Marco Tarchi acaba de preparar el aperitivo técnico del libro de Fernando Vaquero con su Italia Populista (de Guglielmo Giannini a Beppe Grillo), en la que analiza no sólo la problemática del fenómeno en un país y momento determinados, sino el contexto general de qué podemos entender por populismo y cuáles podrían ser las características definitorias de todo populismo. Es poco probable que este texto de Il Mulino se traduzca entre nosotros, pero contiene un perfil claro, válido igualmente en España, de qué es y no es un populista. Justo cuando la moda se extiende de izquierda a derecha y cuando el libro de Vaquero narra la historia peninsular del proceso. Y nadie le reprochará que, en medio de cien libros de o sobre Pablo Iglesias, él preste más atención al lado oscuro, es decir derecho, del asunto.
Decíamos no hace mucho aquí mismo algo que recordaba Jean de Lothier en un número de Diorama Letterario: la nación moderna sirvió en sus orígenes al liberalismo, pero en las últimas décadas, en general, tanto el socialismo marxista como el liberalcapitalismo han optado por lo genéricamente humano y por la negación de las identidades naturales; en consecuencia, han empezado por negar los hechos y los mitos fundacionales de tales identidades nacionales en la tradición europea. El populismo aparece como una reivindicación, venga de donde venga, de lo colectivo –sea o no nacional- y como una señal decisiva: nuestra sociedad se siente vacía y desesperanzada en el culto del individualismo y el materialismo de matriz progresista.
El populismo no es una ideología, sino una mentalidad que asigna al «pueblo» cualidades naturales de tipo ético opuestas a los vicios de los gobernantes. Se alza en momentos de crisis contra la política tradicional. La palabra es usada como insulto de los políticos a sus críticos, pero es una realidad que se extiende. Es compatible con la democracia y se basa en una democracia multiplicada; y no es de derechas ni de izquierdas, puede ser de las dos cosas. No tiene vínculo con ideologías.
«El populismo europeo es la corriente de opinión fundada en el arraigo que denuncia los excesos de la mundialización y del multiculturalismo. En opinión de Tarchi, el populismo «denuncia incansablemente la mistificación del principio representativo, la expropiación de la voluntad ciudadana por parte de la casta de políticos profesionales, reivindica el derecho de los pueblos a conservar identidades y tradiciones forjadas a través de los siglos, exige un reforzamiento de los instrumentos de democracia directa […], se opone al poder excesivo de las finanzas, reclama mayor equidad social y lamenta tanto los excesos de intrusismo del Estado en la vida de los ciudadanos, empezando por la Hacienda, como la erosión progresiva de la soberanía de las naciones en beneficio de ese Moloch burocrático que tiene su sede en Bruselas».
Y a eso viene una pregunta crucial de Vaquero: no hay populismo en España, y cuando lo hay resulta ser… de extrema izquierda, a diferencia de casi todo el continente, «de factura marxista-leninista revolucionaria con algunas reminiscencias sesentaiochescas y altermundialistas… favorable al laxismo migratorio, y hostil a los valores tradicionales». ¿Cómo pueden cosas tan distintas como Podemos y Le Pen compartir la etiqueta (y el discurso, y el público) «populista»?
Durante la mayor parte del siglo XX, en la mayor parte de sitios, el populismo ha sido descartado como «fascismo». Sin embargo, aunque el caldo de cultivo sea similar, son cosas diferentes. Quieren defender al «pueblo» de la «casta», cierto; usan con eficacia la propaganda moderna y sentimental, cierto; carecen de un programa real y concreto, cierto; no son anti populares, sino superdemocráticos; se vertebran en torno a un líder carismático, cierto; y se benefician de una crisis del sistema que es mucho más que económica. Pero el fascismo tiene un contenido, una ideología, y el populismo no la necesita.
Hablar de populismo hoy, en España, es hablar de Podemos. Puede no ser así para siempre, pero es un hecho ante la temporal debilidad de Vox y la conversión a la corrección política de Ciudadanos (y la inexistencia de nada real a la derecha de Vox, por cierto). Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y demás son de raíz sin duda marxista-leninista-revolucionaria… pero han captado la potencia del populismo y se han entregado a él, aunque sea sin creer en su fondo. Lo que hace aún más importante entender nuestro populismo (el que es y el que podría ser) es que va a ser una fuerza decisiva en esta «segunda transición», es decir que va a intervenir en la redefinición del país. Poco o nada que ver con el congreso refundacional de la derecha en Roma, estos días pasados, que ha visto reunirse a más de diez siglas, pero sin complejo en llamarse de derechas y con ideología… en abundancia. Veremos cuánto dura aquí el experimento Podemos, pero lo seguro es que en Italia no hay nada así y aquí de momento no hay una Derecha como aquella, al menos en embrión. Y se echa de menos, como verá el lector.
Pascual Tamburri Bariain
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de abril de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/para-entender-podemos-mayores-enemigos-141235.htm