Nacionalismo contra identidad, Europa contra patriotismo…

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de abril de 2015.

Ciertos nacionalismos tienen buena reputación ‘progresista’, y también un cierto europeísmo, pero el patriotismo de las viejas Patrias de Europa sigue apestado. ¿Por qué?

Konrad Adenauer, El fin del nacionalismo. Y otros escritos y discursos sobre la construcción europea. Prólogo de Belén Becerril Atienza. Traducción de Iraia Eizmendi Alonso. Edición de Marta Hernández Ruiz. Encuentro – MAEC – CEU – Konrad Adenauer Stiftung, Madrid, 2014. 224 p.. 12,00 €.


Michael Billig, Nacionalismo banal. Traducción de Ricardo García Pérez. Capitán Swing, Madrid, 2015. 340 p.. 20,00 €.

Una vez más la colección Raíces de Europa, al alimón entre el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo, Ediciones Encuentro y la Fundación Konrad Adenauer trata de acercar al lector español a los que llama «los más relevantes pensadores y promotores de la construcción europea». Además de los siempre recordados Jean Monnet, Robert Schuman y Alcide De Gasperi, el canciller alemán Konrad Adenauer figura en la lista de laicamente beatificados fundadores de la Unión Europea. Y su pensamiento merece, por varias razones, ser conocido y estudiado en la España del siglo XX.

Konrad Adenauer no fue un hombre cualquiera. Católico militante en la Alemania del siglo XX, es uno de los pocos europeos de su tiempo que no combatió en ninguna de las dos Guerras Mundiales de se llevaron por delante generaciones enteras de compatriotas suyos. Fue un activista, un creador, pero un hombre convencido, en el Zentrum y antes de él, y luego en la CDU, de que la idea de nación aplicada a Alemania era causa de males sin fin. Como De Gasperi, amó más su patria chica que su Madre Patria, y lo demostró ampliamente de palabra y de obra. Aquí tenemos sus razones recopiladas de manera comprensible y útil para nuestra época.

Adenauer fue un europeísta de cálculo, no un amante de la identidad europea del mismo modo que no creyó en la nación alemana. En los años anteriores a 1945, y en sus 14 años como Canciller, creyó en la unidad europea como en un camino para evitar que las identidades nacionales se convirtiesen de nuevo en fuente de división y de catástrofe. No fue un patriota –ni de Alemania ni de Europa- sino un buen reconstructor, en términos mercantiles y económicos, de Alemania.

Para Adenauer, y hay que leerle para entender por qué, el nacionalismo no sólo estaba agotado tras un siglo de vida, sino que además su fin era una buena noticia que convenía impulsar. Por eso, pese a ser católico, su visión de las cosas no casó bien con la nacionalista de De Gaulle, ni tampoco con la liberal-pero-identitaria de la tradición británica. Por eso se convirtió en el embajador perfecto de Estados Unidos en Europa, y en el divulgador más exitoso de la cosmovisión individualista y economicista como sustento de la reconstrucción germana y de la fundación europea. Aún queda entender si, además de ser antinacionalista, fue o no patriota, y de qué Patria; y por supuesto su sus ideas nos valen hoy o no, y para qué. Pero para eso hay que leerlo y en la Europa de Merkel es imprescindible hacerlo para tener una opinión fundada, incluyendo a Victoria Martín de la Torre que sin dejar su carné de partido acaba de publicar también en Encuentro una opinión sobre la historia europea que no parece haberlo hecho.

¿Pero qué es el nacionalismo, o los nacionalismos?

Pese a ser británico, el profesor Michael Billig –un experto mundialmente reconocido en teoría política y en análisis de los movimientos políticos- ha sido uno de los marxistas más legitimados en la clase dirigente de las Islas. Y esto puede parecer llamativo si nos quedamos con la imagen que los británicos suelen dar de sí mismos, pero lo cierto es que en el siglo XX abundaron, con grandes y graves consecuencias, sus correligionarios en posiciones de influencia y de poder.

Nacionalismo banal es, para Billig, ese conjunto de elementos que nos transmiten la sensación de una identidad colectiva, todo lo que diariamente nos hace incluso inconscientemente sentir parte de una comunidad nacional. Y esto implica, viniendo de él, un juicio de valor, ya que un marxista puro como un liberal puro rechaza toda idea de comunidad trascendente, toda agrupación que rebase lo progresista, económico, materialista. Billig cree que aunque el nacionalismo ha sido ampliamente descartado como consecuencia del siglo XX y de su interpretación oficialista aún sigue vivo.

¿Y cómo es esto? Ante todo, porque hay nacionalismos abiertamente vivos, aunque no en el corazón de Europa (o quizá sí); y además, porque el nacionalismo está vivo en las sociedades que teóricamente más lo ignoran, y que por tanto lo siguen teniendo como amenaza, cómo no, «para la paz y el progreso». Lo triste no es que en 2015 el nacionalismo sea estudiado, sino que su estudio se base en prejuicios ideológicos sectarios fundados en el siglo XVIII o XIX.

El nacionalismo, guste o no, es un hijo del liberalismo que, al hacerse identitario, se volvió contra él a menudo; y que no es ni puede ser igual cuando trata de naciones objetivamente existentes o de naciones inventadas ad hoc aunque sea falsificando sus elementos objetivos e históricos. El patriotismo, el amor de Patria, es en cambio una realidad humana innegable que no ha podido ser anulado pese a dos siglos de esfuerzos ni por el liberalismo, ni por el marxismo, ni por el mismo nacionalismo cuando ha llegado a ser enfermizo. Toda comunidad histórica europea –verdadera- tiene o ha tenido sus patriotas, aunque al profesor Billig parezca un hecho terrible; y la misma Europa es susceptible de tener sus patriotas y de ser Patria o supra-patria. Pero no será, desde luego, la Europa de intereses y mercadeos de los Spaak, Adenauer, De Gasperi o Schuman. Estamos en el tiempo de volver a comprender esto.

Pascual Tamburri Bariain

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de abril de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/nacionalismo-contra-identidad-europa-contra-patriotismo-141357.htm