El terror tiene su historia, aunque olvidada por los progresistas

Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de abril de 2015.

Millones de españoles están olvidando ETA. Sin embargo, la banda existe y sigue chantajeando al Estado, justo porque sus crímenes se están olvidando para demasiados.

Javier Marrodán Ciordia (dir.), Gonzalo Araluce Martín, Rocío García de Leániz Moncada, María Jiménez Ramos y Roncesvalles Labiano Juangarcía, Relatos de plomo. Historia del terrorismo en Navarra. 1960-86. Prólogo de María Jiménez. Fotografía de Jorge Nagore. Gobierno de Navarra, Pamplona, 2014. 590 p.. 20,00 €.


Ofa Bezunartea, Memorias de la violencia. Con la colaboración de Ana Rodríguez Rey y Blanca Sabas. Almuzara, Córdoba, 2013. 344 p.. 21,95 €.

«Relatos de plomo. Historia del terrorismo en Navarra. La sociedad contra ETA» es el tercer volumen del proyecto «Relatos de plomo». Un título algo optimista, porque hubo una parte consistente de la sociedad de Navarra que nunca se levantó contra la dictadura armada de la banda marxista ETA, y ha seguido aplaudiendo o como mucho indiferente hasta hoy. Por eso tiene todo su interés histórico y político el libro de Javier Marrodán, Gonzalo Araluce, Rocío García de Leániz, María Jiménez y Roncesvalles Labiano. Todos los que estaban vivos pudieron ver el dolor de las víctimas y la crueldad de los luchadores por la que ellos llaman libertad; pero no todos quisieron hacerlo entonces o pudieron, y por eso es preciso conservar la memoria, en bien de todos.

No es fácil una Historia del terrorismo en Navarra, y el Gobierno de Navarra la ha impulsado de modo atractivo y lleno de imágenes. En los dos primeros tomos se describió la actividad terrorista de ETA, y en este tercero se tratan cinco asuntos que han marcado el impacto social del terrorismo en Navarra: la extorsión económica, el terrorismo urbano o «kale borroka», la coacción y amenaza a los cargos públicos, la lucha contra el terrorismo desplegada por las fuerzas y cuerpos de seguridad y la resistencia que distintos colectivos con la mayoría de la sociedad civil expresaron contra la extorsión, el atentado y el crimen. Y las imágenes de todo ellos son dolorosas para los que las hemos vivido y sufrido, pero necesarias para que no se pierda su memoria.

La verdad es que es extensa la sombra que ETA ha dejado en las biografías de muchos navarros. Había miedo a ser extorsionado, miedo a no obedecer a ETA, miedo y siempre más miedo, y sólo una delgada línea de servidores públicos separaba a la sociedad del caos y la revolución armada. Ellos pagaron el precio más alto, aunque hoy sea más elegante recordar sólo a jóvenes, niños o paseantes muertos por los criminales. Si los continuadores políticos de Federico Krutwig han de gobernar en Navarra es imprescindible que recuerden a estas víctimas de ellos, y decidan si terminar su exterminio o si pedirles perdón y renunciar a sus planes.

Las cicatrices: que no cierren sin curar

Víctimas son, junto a las demás, los exiliados, los que tuvieron que abandonar su casa para huir de ETA. Ante todo, su exilio es un signo de la impotencia del Estado, obligado a cumplir y hacer cumplir sus leyes pero durante décadas incapacitado para hacerlo. Lo que hace Ofa Bezunartea es reunir los testimonios de esas otras víctimas y convertirlos en un testimonio organizado que permite que quienes no vivieron esta experiencia la comprendan ahora.

El libro nace de la decisión de muchas personas e instituciones para que se recogiera el testimonio de profesionales intelectuales exiliados. En los informes de la Ertzaintza (que se queda corta atendiendo a la Policía Nacional) llegaron a figurar 65 profesores y 326 periodistas, «enemigos del pueblo vasco». Como no pueden reunirse todas las voces, he aquí algunas escogidas que son las de los periodistas José María Calleja, Aurora Intxausti, Carmen Gurrutxaga, Charo y José Antonio Zarzalejos y Pedro Briongos, y las de los profesores de la Universidad del País Vasco Mikel Azurmendi, Mikel Iriondo, Carlos Fernández de Casadevante, Gotzone Mora, Edurne Uriarte, Manu Montero y Francisco Llera. Los testimonios se recogieron cuando ETA aún seguía matando, para que no olvidemos cómo forzaba los exilios.

ETA, como fuerza totalitaria, no aprecia la neutralidad. ETA quiere activistas o, como mucho, sumisos. El simple hecho de exponer argumentos éticos, políticos, históricos, sociológicos o simplemente humanitarios, con la pluma o con la voz, en medios de comunicación, en libros o a través de organizaciones cívicas, convirtió a muchos vascos y navarros en enemigos de la banda y en otras tantas potenciales víctimas. El militante totalitario se apropia de la identidad vasca, de modo que vascos pasan a ser sólo los nacionalistas, y todos los demás, desde pacifistas a patriotas españoles, fueron y son enemigos. Muchos de los imprudentes que dijeron lo que pensaban «acabaron teniendo que optar por el exilio para preservar su vida, por la tranquilidad de su familia, por no tener que arrastrar siempre la sombra de los escoltas o para librarse de un clima irrespirable». Este libro trata sobre exiliados por razones intelectuales, un exilio del que no suele hablarse, y del que el nacionalismo prefiere callar.

El enemigo no fue ni es la violencia: fueron y son los militantes de ETA, dispuestos a matar por su proyecto totalitario, y a truncar por el camino las vidas de todos sus enemigos, fuesen exiliados, mutilados o sencillamente marcados con los estigmas del enemigo. Hemos de aprender de medio siglo muy duro para muchos.

Pascual Tamburri Bariain

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 17 de abril de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/terror-tiene-historia-aunque-olvidada-progresistas-141500.htm