Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de junio de 2015.
Publicado en Razón Española.
Navarra es más que una provincia. Durante dos generaciones esta comunidad ha sido el botín ansiado todos los abertzales, y la moneda de cambio de todos los que querían la amistad de los nacionalistas. Tras todo tipo de componendas, las elecciones municipales y forales deciden gracias a las nuevas fuerzas el futuro de Navarra. Es un símbolo del cambio en toda España, el cambio que culmina esta legislatura. De momento, desde el 13 de junio, las tres principales poblaciones navarras, Pamplona, Tudela y Barañaín, tienen alcaldes de Bildu.
Para el nacionalismo vasco, esto es una gran victoria, y también una advertencia. Nunca han pesado tanto en la política navarra sin necesitar subir en votos (de hecho, la gente los valora como siempre). Conociendo la blandura de los centristas por el lado de la cartera y la ternura de los socialistas por el lado de volver a mandar, será un camino duro pero muy posible. Eso sí: que noten, como debe notar el PP, aquí y en Madrid, que la abstención se ha multiplicado justo donde la identidad nacional española está más marcada. O los partidos de ´centro´ van a cambiar, o surgirán nuevas fuerzas que paren a los afines a la ETA y a todos los enemigos de España. Y así será.
Para la izquierda no abertzale es una hecatombe, pero también una oportunidad. El PSOE queda reducido al penúltimo suspiro, pero sus votos serán subastados a alto precio en el parlamento de Navarra y más en algunos Ayuntamientos. Subasta, literalmente, conociéndonos. Para Izquierda Unida es la supervivencia, al precio que sea, y ya es más de lo que esperaban en su soviet. Para Podemos, en cambio, esto es la gloria misma. Sus votos en Navarra son necesarios para casi cualquier cosa que los abertzales vayan a hacer. Con eso se consolidarán y terminarán de erosionar a PSOE e IU, hasta la yugular. Y eso sin tener un partido montado.
Para el «constitucionalismo» fuerista de «centro» esto es una derrota, y también una humillación. Doble. UPN ha jugado al miedo a Podemos y Bildu y al desprecio navarrista y fuerista contra Ciudadanos. Estos son los resultados de semejante estrategia: la destrucción de toda la obra de don Jesús Aizpún. Muchas gracias, ya analizaremos nombres y momentos que explican éste. UPN consigue salvar los muebles, pero no hay con quién aliarse ni apoyos que conseguir.
Cuando el PP se refundó en Navarra en 2008-2009 su aspiración era cambiar Navarra y gobernarla. Hoy, simplemente y después de hacerse la gestión que Génova quiso, agoniza. El PP de Navarra ha sido lo que Mariano Rajoy ha querido desde 2008. Pudo querer un gran partido nacional, para el que había y hay espacio; pero no quiso, y se limitó a hacer un recinto pequeño de profesionales pacatos y sobre todo sin grandes horizontes. Aquí tienen el maravilloso resultado, una Navarra que se arriesga a no ser ni foral ni española, que sobrevive por los pelos y sólo gracias al cambio de la Ley electoral de Miguel Sanz. Tenemos este panorama por voluntad de Mariano Rajoy, es decir un centro (que no derecha) acomplejado, dividido y con rencillas. Tantas que una gran parte de las fuerzas de UPN, PP y el Diario de Navarra se han dedicado en campaña a denunciar la escasa foralidad de Ciudadanos. Muy bien, ahí lo tienen: no hay Ciudadanos para aliarse, ni suma que dé mayoría.
No se me ocurre el nombre de nadie que no deba dimitir ya y dejar espacio a personas que de verdad crean en esto. Y no, no hablo del pobre derrotado de la jornada, Javier Esparza; él mismo se lo agradecerá en su momento a todos los Sanz, Goñi, Artajo y Catalán (Antonio, no Alberto, obviamente). Pablo Zalba y Ana Beltrán, en nombre de un PP que no tiene ni representación en Pamplona, ha expresado junto a UPN su «preocupación» por un Gobierno navarro con Bildu. ¿Hablarán de Patria, de nación, de identidad, de libertad, de defensa de los navarros? Me temo que no, puesto que el fallido concejal pamplonés recae en el error economicista que ha llevado a la agonía al PP navarro, diciendo que un Gobierno con Bildu será «nefasto… para hacer frente a retos como el crecimiento económico y la creación de empleo». Uy, qué miedo.
La magnífica estrategia del nacionalismo vasco
Hace once años, cuando iba a empezar el actual giro de este régimen, en 2004, me pregunté en público algo tan heterodoxo y escandaloso como «¿Es la posición de Navarra tan firme y segura —y tan ajena a las veleidades sabinianas— como quiere una cierta leyenda dorada que afecta a la vieja Provincia, hoy Comunidad Foral?».
Hablando del cambio (y no se sabía lo que venía), la duda era «especialmente en el caso concreto de Navarra, la situación política, social y cultural que se viene a crear con este cúmulo de elementos carece de puntos de referencia recientes y supone un reto para quien concibe la acción pública como un acto de servicio y de lealtad a la nación». Lo oficioso y casi oficial, que era casi pecado no creer para los que definían al UPN y PP entonces y también luego, era que «Navarra está bien defendida». Ya, ya
El nacionalismo vasco ha sabido jugar bien sus cartas navarras, o inventarlas. Desde hacía décadas «la situación política navarra aparecía condicionada por una clásica interacción entre un nacionalismo vasco teóricamente moderado y formalmente democrático y otro nacionalismo vasco abiertamente totalitario, marxista y afín al terrorismo». Antes y mejor que otros, Patxi Zabaleta, inspirador de Nafarroa Bai y luego de Bildu y de bastantes de las más exitosas aventuras políticas del nacionalismo vasco, decidió afrontar la cuestión de Navarra. «Navarra es Euskadi para todos los nacionalistas, es la pretendida justificación histórica del nacionalismo. Y sin Navarra, o sin una puerta abierta a Navarra, muchos nacionalistas no querrían seguir adelante».
«Navarra no es parte del País Vasco porque en la Transición, cuando se configuró ese ente político, no nos incorporamos a la aventura. Navarra no está en el País Vasco, en cualquier caso, porque no es una parte de esa región histórica y jamás lo ha sido. Ser vasco y ser navarro son dos maneras diferentes de ser español: regiones hermanas, más o menos cercanas, con las que ya hay un espacio de convivencia política, cultural, social, económica, con una identidad diferente aunque participando de una misma y única nación: España».
Pero esos hechos se han combatido por dos caminos. Uno, señalar los errores de gestión de los gobiernos centristas-regionalistas; errores que más que la corrupción y más que la crisis han pasado (aunque aún no lo vean) por la claudicación en espacios, medios y principios a sus supuestos enemigos (porque les importaba más su posición personal). Y otro, «estimular el equívoco y halagar vanidades provincianas y localistas».
«Frente a cualquier plan confuso, Navarra es, sencillamente, lo que el Fuero General dice que es, un reino español surgido en el Pirineo —como reino de Pamplona— en la lucha contra el Islam. Lucha, precisamente, para reconquistar la España perdida en 711, es decir para rehacer la independencia y la unidad que ya habían existido antes que los reinos medievales y antes que las actuales regiones. Navarra es, desde su raíz, España. Y por azares de la historia, tras una contribución gloriosa a la empresa común, Navarra se sumó al proyecto de unidad política vertebrado en torno a Castilla, como podría haber sido al revés. Hoy aquel reino es una Comunidad Foral. Nadie es más que nadie ni menos que nadie, pero es importante recordar cómo fueron las cosas». Pero UPN ha pagado y los abertzales divulgado la idea de que en 1512-1512 Navarra-Euskadi perdió su independentzia. Pobres.
Pero el nacionalismo, débil en el PNV y criminal en Bildu, tiene «apoyo desde una opinión pública cautiva, desde estructuras totalitarias de poder político, desde las instituciones autonómicas, desde ETA». El rostro «amable» de los abertzales, puesto por el exiguo PNV-Geroa de Uxue Barkos y por partes de Bildu (sus partes Zabaleta y sus partes Opus Dei, que las hay), «sabe dónde quiere llegar y qué medios tiene para hacerlo»… «suscita confianza y simpatía en segmentos de opinión inalcanzables para el resto del nacionalismo, porque siendo independentista no infunde pavor a las clases medias conservadoras».
Gracias a las miserias y cobardías del centro exgobernante, es posible y está en curso, con apoyo de la extrema izquierda y cierto alivio de la burguesía, una «vía napartarra al nacionalismo». Navarra ya no es «segura», y el nacionalismo va ganando. Avisados estaban, y no quisieron actuar; ahora tendrán que trabajar más y con más riesgos, o rendirse. Muchos, fuera del poder, se van a rendir.
Los Gobiernos de Miguel Sanz y de Yolanda Barcina, como los de Mariano Rajoy y José María Aznar, merecen más reproches por lo que no hicieron que por lo que intentaron hacer. Mucha economía, poca España. Mucha crisis, pocos principios. De hecho, en muchos sentidos nada han hecho o lo que han hecho es rendirse ante los nombres y las ideas de la izquierda y de los abertzales. En Educación y Cultura, especialmente. Y el rostro de Navarra ha cambiado mientras, hasta dejar de ser el que fue. ¿Querrán luchar para corregir lo que ellos han contribuido a convertir en problema?
Antes incluso del 11-M, recordé a los políticos navarreros y sus amigos de entonces algo muy sencillo dicho en la Transición por el catedrático Claudio Sánchez Albornoz, presidente de la II República en el exilio: «El día que Euskadi fagocite a Navarra, España habrá muerto».
De todos modos, que nadie deje de recordar algo que en esta casa venimos diciendo desde hace mucho, y que se ha demostrado completamente cierto: «El problema planteado… en Navarra no se arregla con soluciones provisionales, igual que no se puede pensar que con ilegalizar Batasuna y tener a ETA en horas bajas ya esté todo hecho, menos aún cabe imaginar que la solución final sea sólo evitar el control nacionalista de las instituciones y de los cargos electos, mientras se les permite ser dueños de enteros espacios sociales. Dar la respuesta en la raíz del problema y no en sus epifenómenos políticos e institucionales, he ahí el reto para una generación de políticos que deberá mostrar todo su altruismo y su osadía si quiere legar una Patria al menos tan sólida como la que ha recibido» . Años después de esto, ya tenemos la respuesta de muchos: se trata de políticos profesionales y mediocres, a los que su Patria y sus principios importan menos que sus cálculos intereses y puestos.
Así que mejor que no se escandalice María Caballero, concejal de UPN en Pamplona e hija de un asesinado por ETA, porque tiene razón, pero la responsabilidad de lo que pasa recae en quienes durante estas décadas han gobernado timoratos, renqueantes y sin metas definidas y valientes. De eso, en cambio, no se puede acusar a la extrema izquierda ni a los nacionalistas. Dice Jaime Ignacio del Burgo, presidente que fue del PP navarro, que el Partido Popular va por la senda de UCD , lo cual dudosamente es, en ningún momento, una recomendación, porque esa senda ha sido mala para Navarra desde todos los puntos de vista y desde siempre.
Quizá, para empezar con claridad la renovación militante de la que estos días tantos amigos quieren hablar, debemos retomar las cosas donde empezaron a desviarse. Claudio Sánchez Albornoz dijo en su Testamento a los navarros cosas que aún hoy sangran.
«Desde lejos he seguido su lucha por resistirse a la incorporación a Euskadi. Tienen toda la razón. La causa de ustedes es la mía. Adelante. Les asiste el derecho. Estoy con ustedes de corazón, y no sólo por devota amistad y respeto a mi tradición familiar, sino por convicción histórica.»
«No deben cejar en la batalla por conservar la personalidad de Navarra de tan limpia historia. Su tradicional tozudez les va a ayudar. Yo no soy nadie. Pero enfermo y cansado les deseo éxito de todo corazón y confío en que Dios les ayudará en la noble empresa.»
«Yo espero que sabrán hacer honor a la Historia manteniendo la libertad, su milenaria personalidad, dentro de la adorada Madre España. En nombre de la sangre navarra que corre por mis venas, les requiero a defender su inalienable derecho a vivir libres y españoles. A ustedes, queridos navarros, les envío un abrazo de padre. Deseo para esa entrañable Navarra, de la que tengo abuelos y apellidos, todo lo mejor, que guarde su identidad, su españolía y la hombría de bien de los suyos. Saben que estuve y estoy siempre junto a ustedes con todo el alma.»
Tengámoslo presente porque, no lo duden, cuando la educación aquí esté en manos de Bildu, Batasuna, Geroa o ETA, no sólo se olvidará esto, sino que pueden hasta prohibirlo. Es la batalla que se avecina, por culpa de quienes han tenido miedo de combatirla antes.
Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de junio de 2015.
Publicado en Razón Española.