Tolkien renace luminoso, a medio camino entre Oxford y Mordor

Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de junio de 2015.

Se publica por fin la edición del Beowulf a cargo de Tolkien. Un trabajo científico que lo llenó de ideas para su obra. Una joya que ha tardado casi un siglo en llegar.

J.R.R. Tolkien, Beowulf. Traducción y comentario. Incluye Sellic Spell [y el Lay de Beowulf]. Edición, prefacio, introducción y notas de Christopher Tolkien. Traducción al español de Eduardo Segura, Nur Ferrante, Óscar E. Muñoz y Martin Simonson. Minotauro – Espasa, Barcelona, 2015. 384 p.. 24,95 €.

Gracias sean dadas una vez más a Minotauro por volver a dar al lector de lengua española lo que lleva cuatro décadas ofreciendo. Por fin, la traducción, adaptación y comentario del poema Beowulf que se sabía que el profesor Tolkien había terminado a mediados de los años 20 se publica en esta primavera de 2015. No es mera retórica lo de las gracias: los lectores fieles de Tolkien saben que, aunque ahora todo lo que se publica con este nombre es un fantástico negocio, no era así necesariamente hace veinte o treinta años, y sin embargo Minotauro se ha ido arriesgando y nos ha hecho felices mientras nos ha visto envejecer.

En el prefacio a la edición se hace responsable del colosal retraso una figura siempre controvertida entre los lectores de Tolkien, su hijo Christopher Tolkien. Gestor de la obra de su padre, ha tenido a lo largo de los años decisiones a veces polémicas, pero una cosa es cierta: ha sabido convertir en conocido e inevitable en la literatura de este siglo a un hombre que de otro modo no habría llegado fácilmente a las masas iletradas.

No hace falta repetir muchas cosas de la vida de J.R.R. Tolkien. Nacido en 1892, jovencísimo y fidelísimo enamorado de su mujer y de la literatura épica –sus dos amores imperecederos, junto a la fe católica y la Universidad-, combatió con dolor en la Primera Guerra Mundial, empezó a escribir por sí mismo y a retazos y construyó su vida en torno a la docencia, la investigación, la creación literaria, la familia, la tradición y la religión. Tal fue como es sabido el profesor, creador de El Hobbit, El Señor de los Anillos y El Silmarillion; y de todos sus mundos y sugerencias. Contradictorio, genial y sorprendente, hijo de un mundo académico que, desgraciadamente, no es el nuestro.

Esa trayectoria es, en gran medida, explicación de muchas cosas sobre esta edición de Beowulf (y de muchas otras cosas sobre Tolkien). ¿Fue Tolkien más investigador académico riguroso o creador y amante literario? No cabe hoy fácilmente una figura que incluya y haga simultáneas las dos cosas. Y las dos cosas fue Tolkien. El poema épico germánico y anglosajón (y alto-inglés, claro) del siglo XI era perfectamente conocido en 1926 en el mundo de los estudiosos. Tolkien, joven profesor en su camino de vuelta a Oxford, ya padre de familia, docente, excombatiente y escritor, hizo algo más: una traducción al inglés moderno y prosificada, de manera que tendió un puente entre la erudición filológica y el lector no especialista.

Esto no se explicaría fácilmente si Tolkien hubiese sido sólo un lingüista, un investigador, un erudito o un docente universitario; de hecho, como tal, esta edición nada o poco le aportaba en su tiempo (y en el nuestro le habría supuesto reproches y malentendidos sin fin, al menos en España). Pero era un líder en los dos campos: el del conocimiento y la investigación del pasado anglosajón y el de la creación literaria fantástica, y en él una cosa alimentaba permanentemente la otra hasta el punto de hacerlas inseparables.

Tolkien tenía para las dos cosas la inmensa ventaja de saberse colocar a sí mismo en el mundo de Beowulf, y saber ver al dragón nórdico tanto como vería diez años después a Smaug y veinte más tarde al Balrog de Moria. Lo que ha hecho de bueno su hijo Christopher es, finalmente, reunir todas las referencias a Beowulf y su entorno en ensayos, notas y conferencias de su padre, y volcarlos en una edición anotada y crítica de esta traducción. A la traducción prosificada y perfectamente inteligible se añade una edición del Lay de Beowulf y una traducción de un relato también inédito de Tolkien, en un entorno igualmente fantástico, Sellic Spell. Una joya, sí.

Conociendo a Tolkien, es hasta comprensible la tardanza y las dudas de su hijo. El profesor, perfeccionista, modificaba y matizaba cada uno de sus escritos sin darlos nunca por acabados, y así es de entender que esta traducción fuese difícil de editar y compleja de anotar. Además, qué duda cabe de que habría sido más fácil crear sus propias notas que ordenar lo escrito por su padre para convertirlo en notas a la edición.

Y el resultado no deja de ser glorioso: tenemos por fin acceso a un auténtico mito de la obra de Tolkien, que por una parte nos abre las puertas, de modo amable, de la mitología nórdica que él amó, y por otra nos permite comprender muchas de las fuentes directas e indirectas, conscientes e inconscientes, de la Tierra Media. Es probable que esta edición, además de ser un buen negocio, siempre vocaciones de filólogo entre los jóvenes de hoy, ser convierta en el mejor regalo a cierto nivel para lo que queda de año y, más importante, haga germinar amor a la fantasía y a la letra impresa allí donde, por desgracia, la quieren erradicar.

«Ancho, alto y profundo es el Reino Peligroso, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas».

Pascual Tamburri Bariain

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 19 de junio de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/tolkien-renace-luminoso-medio-camino-entre-oxford-mordor-142742.htm