Por Pascual Tamburri, 25 de agosto de 2015.
Uxue Barkos y Mikel Aranburu ponen cara al cambio en la Hacienda de Navarra, una fiscalidad especial en manos de un Gobierno que apoyan Bildu y Podemos.
El nuevo consejero, vasquista, de Hacienda y Política Financiera del Gobierno de Navarra, Mikel Aranburu, hace honor a lo prometido. Lo prometido por su lideresa y ahora presidenta, Uxue Barkos, era un Gobierno de perfil técnico, con dirigentes elegidos en función de sus competencias y capacidades y con decisiones al servicio de la comunidad y no de la ideología. Y es verdad que Aranburu es funcionario de Hacienda por oposición hace cuatro décadas.
Además, obviamente, es afín al PNV Geroa Bai, pero no es poca cosa que nombren a un titulado y suficientemente cualificado. No siempre ni en todas partes ha sido así. Claro que la Hacienda es materia doblemente delicada en esta Navarra. Lo es en general como en todas partes, porque de él depende lo que políticamente se haga o no; pero lo es aún más porque la nota distintiva de Navarra, respecto a todas las demás autonomías y por supuesto respecto a las provincias vascas, es el convenio económico entre el Estado y la comunidad foral. No sólo se juegan su futuro político sino su credibilidad foral, y eso puede explicar el nombramiento de Aranburu.
Bueno, un poquito de propaganda populista no ha podido evitarlo. Dice el señor de Hacienda que «el convenio no es ningún privilegio, Navarra paga muy generosamente». Como si una cosa tuviese que ver con la otra. Navarra paga lo dispuesto por la ley del convenio económico (Ley 28/1990, de 26 de diciembre) sucesivamente parchada y remendada. Pero como se trata de un derecho privativo, no extendido a todos los sujetos de la soberanía nacional, es un ius proprium, o sea lo que en castellano, y sin que sea nada malo, llamamos… privilegio.
Dice que «habrá más o menos dinero, pero lo que haya, lo vamos a gestionar con honradez y con total transparencia». Bien… eso sí, como no hay círculos cuadrados, si quiere más gasto necesitará más ingreso y eso, casi siempre, implica más impuestos ya que más deuda o déficit no le dejan. Él es un profesional de esto, y hará lo que le manden hacer es de esperar que con menos sobresaltos, remiendos y torpezas que las vistas desde Volkswagen a Osasuna pasando por la CAN.
El Convenio Económico no es un regalo de los políticos de la Transición y de la democracia, ni de Suárez, ni de González, ni de Aznar, ni de Zapatero, ni de Rajoy; es un legado de la historia, un vestigio de nuestro turbulento siglo XIX y de nuestra problemática transformación de monarquía tradicional en Estado liberal moderno, pasando por monarquía ilustrada masónica en el XVIII. En 1841 se llegó a esta fórmula transaccional, que respetó de hecho la autonomía fiscal de la provincia y que salvó una importante crisis nacional.
Aquella generación de políticos, que por cierto jamás llamaron en negro sobre blanco «paccionada» a la Ley de modificación de fueros, tenía como meta común superior el bien de la nación y del Estado. Fuesen de izquierdas o de derechas actuaban animados por esa voluntad común. En efecto, su legado ha de ser salvado para los navarros de hoy y de mañana, pero debe conservarse igualmente su contenido nacional, sin el que perdería todo su sentido.
Navarra no es una sociedad anónima marcada por los intereses de quienes hoy la habitamos. Si fuese eso en nada se distinguiría de las dieciséis autonomías creadas de la nada por la Constitución de 1978. Navarra es algo más no porque nos convenga ser más o menos autónomos, sino porque hemos heredado un bagaje de demostrada solidaridad nacional, especialmente en los momentos de crisis y peligro. Si nuestra autonomía valiese sólo el uno coma seis de la nación hace tiempo que seríamos como los demás. Lo que legitima la diferencia es el uso nacional que de esa diferencia han hecho los navarros de otros tiempos.
Moraleja, para que haya futuras renovaciones: hagamos el mejor uso de lo que el Convenio nos da. No sólo ni esencialmente para construir una sociedad próspera, sino antes que eso para que, siendo prósperos con esfuerzo, podamos participar con voz propia y firme en la vida de España. Porque otros lo hicieron antes hoy estamos así; no seguirlo haciendo a cambio de unas migajas y miserias sería negar a nuestra autonomía una razón de ser y un futuro. Algo que, afortunadamente, a palabras hoy nadie quiere hacer. Ojalá otros departamentos del gobierno Barkos tengan el mismo sentido común que parece tener el consejero Aranburu.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 25 de agosto de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/hombre-tranquilo-circo-foral-cuatripartito-143662.html