Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de septiembre de 2015.
Un niño kurdo ahogado ha conmovido al mundo. Occidente se siente culpable y muchos piden una apertura total a millones de inmigrantes. Jean Raspail lo advirtió ya…
Un niño kurdo ahogado ha conmovido al mundo. Occidente se siente culpable y muchos piden una apertura total al avance de millones de inmigrantes. Jean Raspail lo advirtió en una inquietante novela.
Jean Raspail, El Desembarco [El Campamento de los Santos]. Traducción original de Manuel Vázquez. Áltera, Madrid, 2007 – 2015. 440 p.. 19,95 €.
La foto del cadáver del niño Aylan Kurdi, ahogado en una playa de Turquía mientras su familia kurda intentaba huir de Siria a Occidente, está removiendo conciencias y cambiando opiniones. La familia de Kurdi había buscado asilo en Canadá, eran aspirantes a refugiados. La imagen del niño sobre la arena ha convertido en opinión políticamente correcta la necesidad de aceptar la entrada de estos y otros inmigrantes del Sur y del Este. No, sin embargo, en opinión mayoritaria -no al menos en Hungría, ni en Francia, ni en Gran Bretaña. Pero mientras nuestros líderes políticos y culturales están desbordados y no saben qué hacer, un escritor francés previó genialmente esta situación hace ya 40 años.
Jean Raspail escribió Le Camp des Saints en 1973, año en que lo publicó Robert Laffont. Ha sido sucesivamente reeditado con gran éxito en Francia y traducido en muchos países, a medida que la inmigración masiva se ha extendido y consolidado, algo muy difícil de prever así en su momento. En España, la primera traducción de Manuel Vázquez, con portada de Jordi Sánchez, corrió a cargo de Plaza & Janés en 1979, –El Campamento de los Santos– con éxito moderado y sin ningún tipo de reacción porque parecía casi ciencia ficción leído entonces y aquí. Mucho más éxito ha tenido la edición de Áltera en 2007, con el título El Desembarco, y es previsible que la reedición inminente que se anuncia para estas próximas semanas sea la campanada editorial del año 2015 en España. Al menos en la España que quiere seguir siendo España, claro.
Imaginemos que masas de población tercermundista se ponen en marcha hacia Europa y Norteamérica, exhibiendo miseria, desgracias, hambre, guerra y enfermedades. Imaginemos que los grandes medios de comunicación y los creadores de opinión políticamente correcta, progresista en suma, han sembrado en gran parte de la población occidental la sensación de culpa por las desgracias ajenas. Que el complejo de unos y el egoísmo de otros ya han asentado en los países del Norte a decenas de millones de africanos y asiáticos. Imaginemos que criticar esa presencia masiva y la llegada inminente de masas a través de mares y fronteras es visto como un crimen «de lesa humanidad» por esos mismos creadores de opinión y por los gobernantes.
Imaginemos, en fin, que la invasión completa llega y que nadie resiste, unos por convicción caritativa –laica o seudoreligiosa, tanto da- otros por cálculo mercantil, otros por miedo, los más por abulia. Y que sólo unos mínimos grupos, huérfanos de todo proyecto, vestigios mínimos de un gran pasado, se enfrentan a lo que viene y a lo que se alza en los barrios, sin esperanza de triunfar pero con la seguridad de hacer lo que deben. Occidente muer, ahíto y convencido de la bondad de su tolerancia progresista y moderna; pero muere, en fin.
Tampoco hay tanto que imaginar, porque esa historia que Jean Raspail cuenta en una novela genial y además encantadora de leer y releer está sucediendo aquí y ahora, desde la playa de Aylan Kurdi –casi literalmente descrita por Raspail– hasta sus naves, sus alambradas, los políticos que renuncian a las fronteras y que cuando, in extremis, apelan al orden, sólo encuentran a un puñado de húsares de Chambord y de previsores y desprestigiados iluminados. Todo eso y mucho más, que Raspail contó de su pluma a comienzos de los 70, está sucediendo palabra por palabra y paso por paso en este final del verano de 2015. Mientras aquí nos preocupamos de las bobadas de los abertzales o de Mas, lo verdaderamente trascendental está sucediendo en nuestras playas, en nuestras fronteras y en nuestros suburbios. Y es irreversible.
Jean Raspail lo subtituló «el fin del hombre blanco bajo la invasión del mundo subdesarrollado». Era verdad, dígase co las palabras que se haya de decir. He de agradecer, en mi muy lejana adolescencia, que mi casi hermano mayor Jesús Laínz me aconsejase comprar y leer el libro, cosa que hice y he seguido haciendo; y hemos de agradecer todos a Javier Ruiz Portella que se haya atrevido a publicar esto, y a dar al lector español de hoy la oportunidad de estar avisado de qué pasa.
Citaba Raspail en su primera edición a Alexander Soljenitsin cuando decía, al llegar al Oeste, que «la amplitud de las convulsiones de la sociedad occidental se acerca al punto más allá del cual esa sociedad se torna metastable y debe descomponerse». Algo que anticipaba a lo que hace muy poco ha dicho Juan Manuel de Prada, «casi todas las civilizaciones que han sucumbido lo han hecho en un momento que, aparentemente, era el de su mayor esplendor; un esplendor con pies de barro, sostenido sobre un progreso puramente material, pero muy resultón y aparente, tan resultón y aparente que provoca engreimiento en quien lo padece», y que «la decadencia siempre surge del hastío provocado por un progreso material desembridado de exigencias morales. Ha ocurrido en todos los crepúsculos de la Historia; está ocurriendo también en este, aunque nos neguemos a aceptarlo«.
Por eso leer a Raspail no cura el mal pero lo previene, y hará que un puñado niegue a los políticos el derecho a hipotecar una identidad milenaria y al clero el derecho a identificar caridad con suicidio, aunque sea rebozado de palabrería demagógica. Porque seremos pocos o muy pocos, pero gracias a Raspail algunos seremos húsares de Chambord o Machefer. Lean, gocen, no teman, no cierren los ojos a la verdad sin sentimentalismos baratos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 4 de septiembre de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/previo-foto-aylan-kurdi-invasion-migratoria-143896.htm