Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de septiembre de 2015.
Francia creó una rebelión en Cataluña como parte de su guerra contra España. Fue una campaña larga y terrible, que dividió a los catalanes y de la que aún hoy se puede aprender mucho.
Raquel Camarero Pascual, La guerra de recuperación de Cataluña (1640-1652) . Introducción de la autora. Actas, Madrid, 2015. 600 p.. 36,00 €.
Miguel Ángel de Uña Mateos, Una ventana del castillo de Praga. El lugar donde empieza la Guerra de los Treinta Años. EDAF, Madrid, 2014. 368 p.. 28,00 €.
La guerra de los Treinta Años no fue comparable a nada contemporáneo que podamos interpretar con nuestro criterio del siglo XXI. No fue una guerra ideológica, aunque está en la raíz de las grandes fracturas ideológicas de Europa. No fue una guerra nacionalista, porque no existían las naciones en sentido moderno y mucho menos los nacionalismos; pero algunos de éstos apelan a su versión de lo sucedido a partir de 1618. No fue una guerra por motivos económicos y sociales, pero la economía y la sociedad de Europa cambiaron radicalmente y hasta el día de hoy. Y así sucesivamente: unos años decisivos para hacer de nosotros lo que hoy somos, pero a la vez fundamentalmente desconocidos, o manipulados.
Si en una región todo esto es especialmente cierto es en Cataluña. Los catalanes, en muchas cosas divididos a comienzos del siglo XVII –y también un siglo después- sintieron por un lado su responsabilidad como parte de la Monarquía Hispánica en su frontera francesa, y por otro la tentación bien medida de la Francia de Luis XIII y Richelieu, ofreciendo aquí justo lo que negaban a la vez a todas las regiones y comunidades de Francia, autogobierno tradicional o no. En 1640 Francia trata de seducir a los líderes catalanes, Inglaterra y Holanda a los líderes portugueses y surgen a la vez disturbios en distintas partes del Imperio, desde Nápoles a Andalucía; no por cierto en las fidelísimas entonces y siempre Vascongadas y Navarra, que no por casualidad han conservado tras la Paz de los Pirineos de 1659 y tras la de Utrecht-Rastatt de 1714 sus peculiares estatutos medievales.
Lo que Raquel Camarero nos cuenta y nos documenta es justamente la parte crucial de todo eso: cómo la Monarquía de Felipe IV, débil, empobrecida y agobiada de problemas, quiso y pudo recuperar antes que nada Cataluña, después de doce años de guerra mundial, con medio Imperio en armas y arriesgando muchas otras cosas a cambio.
La crónica de Camarero ha de interesar a todos los que justo en estos días se ocupan de cosas catalanas. Sólo una parte de los catalanes proclamaron su secesión de la Corona, y esto no por patriotismo alguno sino por intereses personales bien definidos. Madrid actuó tarde y actuó mal, no tanto por carencia de medios administrativos o militares como por indecisión inicial en su uso, lo que hizo las cosas mucho más caras y más largas después. Lo que empezó como un sainete burgués de intereses terminó como un drama sangriento en una revuelta catalana de 1640 a 1652, con puertas abiertas a Francia a intervenir al Sur del Pirineo, bloqueando la potencia militar de España, impidiendo una solución al asunto de Portugal y en definitiva dividiendo la misma Cataluña –en Rosellón y Cerdaña- como así sigue hasta hoy.
Podemos bien decir que la revuelta de Cataluña en el XVII y su recuperación son dramas que hoy mismo nos afectan, porque cambiaron el rumbo histórico posible de España; y por mejor decir, hay que recordar siempre que Francia quiso cambiarlo en su provecho y que algunos privilegiados catalanes intentaron hacerlo en su exclusivo beneficio familiar. A cambio, Cataluña sufrió la guerra y España inició su declive más rápido, sin que obviamente cambiase la identidad colectiva de nadie con todo esto.
Con Camarero vemos que España, esencialmente premoderna en su visión de las cosas, supo hacer de necesidad virtud y superar con éxito la crisis catalana; pero no sin pagar por ello un gran precio. Los escasos medios humanos y financieros se empeñaron por supuesto en el asunto catalán, lo que –como era previsión de Francia- debilitó la posición mundial de España en medio de la gran guerra iniciada en Praga. Y pese a todo Cataluña siguió siendo española –tras convencerse de la oportunidad de seguir siendo lo que de todos modos eran- y España siguió siendo una gran potencia global, pero con posiciones menguadas en Europa y en el mundo. Actas nos ofrece un libro que explica una parte poco conocida del pasado y que proporciona medios, y no menores, para entender algunas de las crisis que vivimos entre el 11 y el 27 de este septiembre de 2015.
Nacionalismo equivale a guerra, incluso cuando aún no se ha inventado la nación
No sólo España sino toda Europa están en crisis. Crisis que implica enfrentarse a problemas, viejos y nuevos, dudando sobre nuestro propio papel en el mundo y sobre las prioridades de cada uno de nosotros y de las comunidades a que pertenecemos ante tales problemas. La Historia está llena de crisis, qué duda cabe. Y si crisis fue la Guerra de Treinta Años, desde su inicio más religioso que nada en Praga contra los Habsburgo en 1618 hasta su final casi dando pie al iluminismo y las filosofías modernas, crisis es también lo que nos toca vivir en estos tiempos: crisis mundial con el avance de masas de millones de Sur a Norte; y crisis nacional en España donde ni siquiera los que saben qué habría que hacer se atreven a ello… y no digamos si uno es ministro de Exteriores y dice en público la primera cosa que le pasa por la cabeza.
El psiquiatra Miguel Ángel de Uña ganó el Premio Algaba de Biografía, Autobiografía, Memorias e Investigaciones Históricas por el libro Una ventana del castillo de Praga que le ha publicado EDAF. Es una visión de todo lo que cambió en Europa con aquella guerra, con aquella crisis, visto desde la mente de una persona que conoce las crisis de ayer y de hoy. Muchas cosas distintas cambiaron a la vez o se pusieron en marcha a la vez, y esto se entiende muy bien gracias a la palabra de Miguel Ángel de Uña: religión, comercio, imperios, naciones, sueños, frustraciones. Y la respuesta quedo en manos de pocos y muy variados hombres.
«Cuando el nacionalismo se albarda de fundamentalismo religioso, o viceversa, la catástrofe está cercana. Cuando los hombres que tienen que lidiar esa crisis, no están a la altura de las circunstancias, no queda más que un trágico camino por recorrer. Ante esa tesitura se encontró la Europa finisecular del XVI: la emergencia de las naciones se articuló con sentimientos religiosos unívocos y excluyentes. En un momento de consolidación paulatina del poder absoluto de los monarcas europeos, de fractura de la sociedad estamental, los hombres que protagonizaron ese proceso fueron desequilibrados como Rodolfo II, pusilánimes como Matías I, rígidos como Felipe II, aventureros como Carlos Manuel de Saboya…. Las víctimas, muchos millones de europeos de todas las naciones, desde Cádiz a los extremos carpáticos, desde el Báltico a las costas sicilianas, extendiendo la destrucción, la miseria, las masacres, las pestilencias más allá de lo que Europa había vivido desde el hachazo de la peste Negra, y no volverá a vivir hasta las matanzas industriales del siglo XX» .
La Guerra de Treinta Años no tuvo precedentes, porque fue a la vez antigua y moderna, religiosa y calculada. «La primera guerra verdaderamente mundial, la primera desdichada globalización. Las consecuencias: la extensión del absolutismo como forma de gobierno; la fijación de los más importantes estados europeos hasta el siglo XIX; el cambio de hegemonía en Europa, con el declinar de los Austrias; la conformación de otros imperios ultramarinos que el español o el luso; cambios económicos y sociales que anuncian la Ilustración«. Lo seguro es que al abrirse aquella ventana en Praga, con aquella defenestración, empezó una crisis y se inició un ciclo. Hoy vivimos otra crisis, diferente y paralela, también sin entenderla, también sin decidirnos a responder a ella, también sin saber dónde nos llevará esta pasividad inicial, que más que paliar agravará lo que haya de venir.
Pascual Tamburri Bariain
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de septiembre de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/bastaran-anos-guerra-para-recuperar-cataluna-144005.htm