Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de septiembre de 2015.
El cristianismo es la gran novedad de los últimos milenios, y ha cambiado el mundo. Occidente nació de él, sólo que ahora muere ¿sabiendo quién fue Jesús o negándolo?
Emmanuel Carrère, El Reino. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama – Panorama de narrativas, Barcelona, 2015. 520 p.. 24,90 €.
Juan Gutiérrez Delgado, New Age, desvelando la falsa religión. Cuando la moda sustituye a la verdadera creencia. Prólogo de Efrén Pablos García. Sekotia, Madrid, 2014. 256 p.. 17,00 €.
En poco más de una generación, las décadas que van desde Juan XXIII a la muerte de Juan Pablo II, Europa ha pasado de ser un continente cristiano –con todas las excepciones que se quieran- a ser una realidad no sólo ajena a la vivencia social de la fe sino cada vez más ignorante de la fe misma. El gran cambio, que por supuesto no empezó de repente y que tiene muchos responsables –culpables para unos, héroes para otros- ha sido casi indoloro, porque no ha supuesto un asalto violento de los enemigos declarados y externos de la Iglesia, como por última vez lo intentó el comunismo y fracasó en ello, sino una conversión y rendición de la Iglesia misma, primero de sus pastores y luego del pueblo más humilde, en orden inverso, a los valores de la Modernidad.
Hoy Jesús para una inmensa mayoría no es más real que Papá Noël y el cristianismo es incomprensible, irreal, lejano y cada vez más ajeno a lo que la sociedad europea vive. Una sociedad que trata desesperadamente de llenar ese hueco inmenso de casi cualquier modo posible, no consiguiéndolo y sufriendo una enorme agonía que los pequeños placeres del progreso y el materialismo no consiguen ni siquiera disimular.
El francés Emmanuel Carrère ha escrito un libro que hace medio siglo habría sido incomprensible e imposible incluso para un lector de Renan. En El Reino encontramos dos relatos entrelazados, uno sobre las vivencias íntimas del autor, una dramática crisis personal, y otro sobre la génesis del cristianismo, y muy especialmente sobre San Pablo, su conversión, su predicación y su relectura de las raíces de la fe y de la vida, muerte y resurrección de Cristo.
El protagonista vuelve a la fe durante unos años centrales de su vida en medio de una inmensa crisis persona, de afectos, de metas y de adiciones, y encuentra en el cristianismo una respuesta atrevida a los problemas de hoy…. siempre y cuando uno esté dispuesto a lo irracional, lo extremo y lo terrible. Y de modo muy agradable de leer, con un buen uso de la palabra, vuelve de nuevo, de manera muy poco original, sobre la idea ilustrada, racionalista y modernista de un cristianismo original deformado por sus grandes divulgadores, especialmente San Lucas a la cabeza de los evangelistas y San Pablo en su adaptación universal para gentiles.
No es desde luego Carrère nada original en su visión de las cosas, que es la políticamente correcta en nuestro siglo y no puede presumir de moderna; pero sí es original al usar la narrativa para contar lo que quiere contar, y al emplear una crisis personal de hoy para trazar a su manera un panorama de cómo querría ver el cristianismo.
Es Carrère incluso seductor en muchas de sus reflexiones desde el punto de vista cristiano, quizá sin ser del todo consciente, como al decir que «´Agape´´ no es ni el amor carnal ni el pasional, que los griegos denominaban ´eros´, ni el amor tierno, apacible, y que ellos llamaban ´filia´, de las parejas unidas o de los padres por sus hijos pequeños. ´Agapé´ va más allá. es el amor que da en lugar de recibir, el amor que se empequeñece en lugar de ocupar todo el espacio, el amor que desea el bien del otro en lugar que el suyo propio, el amor liberado del ego«. Y esto es algo que suscribirían sin duda hoy mismo los defensores de los sacramentos tradicionales, como el cardenal Antonelli cuando ha dicho que «Hoy se llama «amor» a lo que es sólo, con frecuencia, satisfacción inmediata del propio instinto, búsqueda de la propia autogratificación, en el mejor de los casos una cierta convergencia del egoísmo, a esto se le llama «amor». Pero el amor cristiano es diferente, no es sólo eros sino también ágape. Es amor, ciertamente, que busca la propia gratificación, pero a la vez el don de sí mismo al otro, para el bien del otro, incluso con sacrificio, con fidelidad, con esfuerzo, y el don común a los hijos, en su generación y en su educación. Si falta esta oblatividad del amor y no se vive el sacramento, quizá ni siquiera se celebra. Porque Jesús ha dicho: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13,34)» .
Lo único que para un lector cristiano ya acostumbrado al tiempo que vivimos puede resultar algo molesto es el aroma de condescendencia y de superioridad moral con el que las cosas de la fe son vistas desde fuera de ella. Se trata de dar la sensación de una divertida historia de aventuras y de sorpresas en la que un «explorador», el narrador, se coloca por encima del bien y del mal y describe las raíces de la fe al gusto del tiempo que vivimos hoy. A pesar de eso, es una novela que en cuanto tal se lee con agrado y con provecho, y que tiene una inmensa e inevitable virtud: a pesar de todos los pesares, Cristo y su Iglesia son aún parte de la batalla y del debate, y aunque derrotados desde fuera y desde dentro aún no se han extinguido y aún son temidos por sus adversarios de hoy y de siempre. Lo que quiere decir que, al menos para ellos, la eterna batalla continúa.
Una religión cómoda y moderna… sólo que no es una religión
Cuando nos falta algo sólo podemos o conformarnos con lo que tenemos o buscar un sustituto adecuado. Y si alguien quiere privar a una comunidad de una religión trascendente sólo puede optar entre la fuerza –la persecución-, la materia –la corrupción– o la mentira – la sustitución. En las sociedades europeas, en los últimos tres siglos, el cristianismo ha sido a veces perseguido, pero nunca con éxito, porque a menudo ha salido reforzado de la sangre. Otras veces se ha tratado de ofrecer placer, riqueza e inmanencia negando la trascendencia, y si bien esto ha tenido especialmente éxito en las sociedades capitalistas opulentas, a medio y largo plazo el hueco y sus consecuencias han resultado evidentes. Así que vemos crecer la tercera opción: el surgimiento de visiones religiosas o semireligiosas que nieguen la fe cristiana y sus consecuencias sociales con una dulce envoltura de buenismo y de progreso.
Se extiende entre nosotros la idea de un tiempo nuevo, una nueva era – la Era de Acuario, astrológicamente- en la que el dogma, los valores y los ritos del cristianismo no son tanto atacados o negados como sustituidos, sin un ataque frontal e incluso con aparente amabilidad en las formas, a veces. En el siglo XX y más aún en el XXI todo un movimiento cultural y pretendidamente espiritual ofrece por la vía fácil lo mismo que a Reforma en parte y la Ilustración y sus consecuencias en todo pretendieron imponer por las malas.
Esa sutil diferencia es la que oportunamente viene a contar Juan Gutiérrez Delgado. Hay una falsa religión, que impregna la vida cotidiana de las sociedades occidentales, que ha llegado a todo y a todos, y que impone cada vez con más facilidad valores específicamente inmanentes y anticristianos, materialista, extremistas pero suaves y cómodos en su gestión cotidiana. Este nuevo Siglo de las Luces no ve sacerdotes y obispos ejecutados, sino que los ve a menudo predicando desde los ideales de la Nueva Era. No ve reyes y gobernantes muertos por la fe, sino usando sus signos para negarla a la vez. No hay checas ni gulag –o no tantos- porque a menudo los que pudieron ser prisioneros soy hoy conversos.
Es un libro necesario y oportuno… sólo que quizá su materia ya ha avanzado tanto y la creencia ilustrada en un Nuevo Hombre y un Nuevo Mundo ha llegado tan lejos que sólo una convulsión general pueda invertir los términos. A veces, ver a apóstoles de la Nueva Era canonizados y algunas de sus ideas más dramáticas predicadas aquí y en Roma lleva a refugiarse únicamente en la Esperanza. Que sigue existiendo, por supuesto.
Pascual Tamburri Bariain
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 18 de septiembre de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cristianismo-adaptado-siglo-rendicion-catolica-144136.htm