45 años de miseria y ruptura han dejado cicatrices en Alemania

Por Pascual Tamburri, 2 de octubre de 2015.

Alemania intentó un equilibrio entre potencias, y fracasó dos veces. Pagó en su cuerpo, con amputaciones y medio siglo de división entre Este y Oeste. ¿Y ahora?

Tras el hundimiento del Muro el 9 de noviembre de 1989, al empezar el 3 de octubre de 1990 Alemania recuperó la unidad perdida en la práctica en 1946. ¿Y nada más? La verdadera cuestión, que ha marcado y destruido las existencias de tres generaciones de europeos (no sólo alemanes), está en las razones o sinrazones de aquella división. ¿Hubo una razón, y dejó de haberla, para descuartizar Alemania? ¿Y tiene Alemania una obligación específica de respetar ciertas normas de conducta colectiva? ¿Si fuese así, quién se colocaría en posición soberana sobre el pueblo alemán, y por qué? A los 25 años del final de aquello deberíamos estar en condiciones de juzgar.

Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial, como había perdido la Primera, y como muchas naciones en muchos casos han sido derrotadas. Sólo en el caso alemán de 1918, y aún más en el de 1945, se ha convertido en dogma universal de corrección política la responsabilidad moral del pueblo alemán en su conjunto. A esa responsabilidad se ha querido hacer corresponder una sanción igualmente material y ética.

En Versalles Alemania fue sancionada por su culpabilidad exclusiva en el estallido de la guerra (una necedad, ya que aquellos gobernantes pudieron tener su parte de culpa, pero nunca en política internacional hay una responsabilidad exclusiva). Alemania aceptó su culpa y su deber de pagar las deudas de guerra de sus enemigos victoriosos, y además asumió la prohibición de unificarse con Austria y la pérdida de territorios más o menos germanizados como Alsacia, Lorena, Eupen y Malmedy, el Schleswig-Holstein, Prusia central más partes de Silesia y Pomerania, y las ciudades de Danzig y de Memel. Una gran factura, en la que la parte más humillante para los alemanes, y una buena razón del revanchismo de muchos, fue la insólita culpabilización de la nación además de la ruptura territorial de las tierras alemanas.

A nadie sorprende que en menos de 25 años una abrumadora mayoría de los alemanes dentro y fuera de Alemania quisiesen el fin de esa ruptura y de esa injusticia. Gustará más o menos que eligiesen hacerlo a través del NSDAP y de sus muy conocidos líderes, pero era en realidad la opinión de los alemanes de todas las clases e ideas. Y fracasaron de nuevo, después de iniciar (tampoco solos) otra guerra y de hacerlo de modo indudablemente inhábil y cruel (pero no sólo ellos). Lo cierto es que en su derrota de 1945 y en los juicios de Nürnberg Alemania volvió a asumir la responsabilidad de todo y por todos, y a ser castigada por ello. En este caso, además de grandes pérdidas territoriales más, Alemania asumió un castigo mayor, que fue su división inicial en cuatro sectores de ocupación y la posterior en dos Estados separados, uno capitalista y democrático en los sectores occidentales y otro socialista y totalitario en el sector soviético. Era, para 40 años o más, el fin de Alemania.

Hace un cuarto de siglo aquello terminó, o al menos en parte terminó. Caída la URSS, la RFA fue autorizada a reunificar Alemania, pero no a recuperar los territorios perdidos en 1918 ni en 1945. De hecho, esos territorios fueron en su mayor parte despoblados de alemanes mediante una expulsión despiadada de millones de alemanes, incluyendo la muerte de muchos de ellos, su no indemnización y, en el caso de los alemanes del Este, la entrada de las tropas soviéticas saqueando, violando y asesinando en masa… puesto que a ello estaban autorizados por sus aliados.

Han quedado secuelas y cicatrices, tanto de la división como de la reunificación. Alemania vive con un complejo de culpa e inferioridad, al que se suma por otro lado una mala asunción de su propia fuerza política, militar y económica restaurada. Alemania es, de nuevo, la primera potencia de Europa en muchos sentidos, pero los alemanes han sido educados para creerse culpables y merecedores de sanción. A esa situación colectiva responden los vaivenes de la política exterior alemana, desde el orgullo prepotente y sin duda culpable con el que intervinieron en Yugoslavia en general y en Croacia en particular hasta la sumisión casi humillante con la que se relacionan con Estados Unidos o con Israel.

1990 – 3 de octubre – 2015. Por bien de todos, Europa necesita una Alemania fuerte, libre y unida. Cuanto más complejos sufra Alemania, menos libre será Europa.

Pascual Tamburri

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de octubre de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/anos-miseria-ruptura-dejado-cicatrices-alemania-144425.html