Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de noviembre de 2015.
Símbolo y signo de nuestra cultura, Europa y España son impensables sin el vino, y el vino sin ellas. Por eso mismo, forma parte de lo mejor de nuestras vidas, sueños y amores. Y no es caro.
Alicia Estrada Alonso, Los 100 mejores vinos por menos de 10 euros, 2016. Planeta – Geoplaneta, Barcelona, 2015. 148 p.. 9,95 €. Ebook 7,99 €
Italo Svevo, Vino generoso y otros relatos. Traducción de Luisa Juanatey y Francesca Peretto. Pasos Perdidos, Madrid, 2015. 162 p.. 15,90 €.
En estos tiempos de zozobra parece que la alegría escasea, y además que cuando se encuentra ha de ser cara o costosa. Quizá en muchas cosas así es, pero no tanto en la mesa y menos en la copa. Quién imagina España sin vino, o el mundo del vino y su complejo mercado sin España. Y quién, español y adulto, puede de verdad vivir de espaldas al vino permanentemente, un vino que nos acompaña desde los sacramentos a los festejos, desde la infancia en familia a las noches memorables, desde la viña a la bodega y de la cuba a la copa.
Pero el vino, los vinos, que tan nuestros son, han ido adquiriendo en estas últimas décadas una serie de taras que se han convertido en amenazas a su importancia económica, humana y cultural entre nosotros. Ante todo, algunos han querido convertir el vino en una difícil y exquisita disciplina, en la que sólo refinados y educados paladares pueden opinar y actuar, y sólo a muy marcadas reglas y normas. Casi una secta en vez de un líquido bien para todos. Además, otros quisieron hacer del vino un producto de lujo, un bien caro y costoso, no para jóvenes inquietos ni para bolsillos heridos por la crisis, identificando buen vino con vino caro, y éste a la vez con vino «canónico» y sometido a la elaboración y explicación que sólo ciertos «sabios» podían dar.
Sobre la mesa tenemos el resultado de tanta dudosa genialidad, y lo digo como socio de una bodega centenaria que es de las pocas en Navarra en no sufrir ahora mismo grandes males. En general, tenemos –y no hablo por mis Cosecheros, sino por todo el vino de España- un mercado que produce más de lo que es capaz de vender, dentro o fuera del país; que vende a precios cada vez más imposibles, para el productor y no digamos ya para el indispensable y siempre maltratado viticultor; unos vinos y uvas que muy a menudo y en todas nuestra geografía han abandonado sus tradiciones y se han sometido a cánones universalistas que nos han vulgarizado; un mercado menguante en lo nacional, en el que se reduce el consumo porque los bebedores de vino son cada vez más bebedores maduros o mayores, y cada vez menos bebedores diarios o al menos constantes. Normal, si el vino ha de ser caro para ser bueno, si es «como los demás», si es visto como algo para viejos o para ricos, algo no feliz, maravilloso y accesible.
Y en esa batalla contra el error de tantos mediocres entró arrolladora hace ya años Alicia Estrada Alonso. Con su entrega anual de ´Los 100 mejores vinos por menos de 10 euros´ rompe con todas las reglas de los supuestos gurús del vino, y sintoniza en cambio con lo que los españoles de 2015 quieren y pueden disfrutar. Y lo hace además, que no es poco, con un lenguaje que van a entender. Aquí no se trata de abrumar con tecnicismos, con galicismos ni con inutilidades cursis, tan frecuentes y tan a menudo supuestas imprescindibles. Alicia Estrada elige cien vinos de todos los tipos y lugares, con la sola característica común de no costar más de 10 euros, y da en una página las razones que hacen que sea un buen vino digno de ser comprado, bebido y gozado por un español de hoy.
Sin complejos, ella ve de qué se habla y se abre a ello, y cuenta con las novedades más sorprendentes o discutidas, con vinos de cosechero, biodinámicos, ecológicos, tradicionales o rompedores, sean tintos o rosados, blancos o dulces, semidulces y hasta menciones a destilados y a productos hermanos. Va contra corriente y abre el vino a todos, prefiriendo, y lo dice, los vinos tradicionales a la importación de modas exteriores que pasan antes o después. Al principio y al final, hay una pregunta que Alicia Estrada trata de responder y que demasiadas veces se olvida: uno compra un vino porque espera que le guste, y lo vuelve a comprar y lo recomienda si le gusta. Un vino es fuente de placer para el paladar, para el estómago, para los ojos y para el alma; cada uno tiene sus prioridades en esos campos, y entre estos cien elegidos se encuentra de todo y más, contado y con toda la información necesaria para decidir.
Porque hay siempre nuevos vinos, Alicia Estrada ofrece cada año una selección nueva, y por eso mismo unas cosechas son mejores o peores, otras ideas son más o menos felices, y así sucesivamente. No es cuestión de «saber de vinos» si uno piensa que hay un canon que seguir: cada uno disfruta de lo que le gusta y por lo que él decide. O ella, por supuesto.
Desde la Biblia sabemos que bonum vinum laetificat cor hominis… et mulieris añadimos ahora. Porque así como se está innecesariamente perdiendo al bebedor joven y al cotidiano, y hay que hacerles llegar este pequeño manual para que vuelvan, la mujer española en cambio disfruta ahora más que hace unas décadas de este placer de la civilización. Esto no es un reducto de horteras ni de supuestos intelectuales, ni de bodegueros con grandes inversiones o con nombres hechos a base de trampas y tramas vergonzosas. El buen vino cuesta menos de lo que imaginamos, está más cerca que nunca y es una opción desde luego mucho mejor que muchas de las cosas que beben y usan las generaciones que han sido víctimas de la triste manuipulación cultural que hemos padecido. Alicia Estrada ha acudido al rescate, y yo invito a que en cada casa en la que entre el vino se den a los adolescentes y jóvenes los cupones oferta de visita y degustación de bodegas adjuntos a la edición. Pueden descubrir una nueva dimensión de la vida, una que no puede perderse.
La infeliz (a veces) desmesura del beber
Ser judío y serlo en la Trieste de los años 20 del siglo XX, con el fascismo y el resurgir de las letras itálicas a un lado y la amistad de Joyce al otro, no hubo de ser fácil. Italo Svevo fue quizá demasiado moderno para su tiempo, demasiado transgresor, y con seguridad demasiado pesimista y escéptico en muchas cosas. Pero fue un novelista inimitable, cambió en muchas cosas el destino futuro de la narrativa europea y triunfó, aunque quizá más tras su temprana muerte que en vida. Cosa que por cierto habría querido él bien distinta.
Italo Svevo fue un hombre atrapado entre la esperanza y las decepciones. Como muchos, o como todos, pero más consciente que la mayoría de su destino. En el primero de los relatos que ahora mismo nos ofrece Pasos Perdidos, ´Vino generoso´, Italo Svevo narra en directo una sincera y profunda borrachera de un hombre sin rumbo en la vida, copa a copa, trago a trago; y después cuenta la noche de seños difíciles y la resaca dolorosa en cuerpo y alma. El gran bebedor no sufre por haber bebido, sino por haber bebido mal y, más aún, por haber dejado de beber o haberlo hecho demasiado tarde.
El vino da, en la pluma de Svevo, otra visión del mundo y de uno mismo. Por eso el vino es también sagrado, y a menudo divino: porque permite ver lo que normalmente no vemos, y en exceso a veces permite preguntarnos lo que nunca pensamos, dejar de sufrir lo que sufrimos, supurar las heridas que queríamos no tener. El sueño y la realidad se mezclan, el gran bebedor se conoce mejor a sí mismo aunque sólo si lo es como excepción o como regla.
El buen vino alegra el corazón. Bueno si lo es y si se lo usa bien; malo a la inversa si se usa mal o se usa como no debe. Es un puente entre mundos distintos, una puerta abierta a lo que queda de vida, es la bebida de los dioses y de los que quienes en ellos se reflejan. ¿Por qué alguien debería, en esta Europa hija del vino, negarse a gozarlo en toda su generosidad?
Pascual Tamburri Bariain
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 6 de noviembre de 2015, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/buen-vino-alegra-corazon-hombre-mujer-145045.htm