Por Pascual Tamburri, 7 de noviembre de 2015.
José Antonio Marina redacta para el PP un polémico Libro Blanco del Docente. ¿La educación se arregla con más o menos sueldo para los profesores?
Empezamos la campaña electoral con uno de los problemas eternos, siempre presentes, nunca resueltos. Y para polémica entre los mismos docentes, el filósofo y pedagogo José Antonio Marina ha sido encargado por el PP de redactar un Libro Blanco que será programático. Entre muchas cosas, la mayoría de las cuales ya ha expuesto en muchos años de trabajo, Marina cree que «los profesores buenos no deben cobrar lo mismo que los malos». Esto divide a la comunidad educativa, y además dentro de quienes sí creemos que tiene razón hay ideas muy distintas sobre qué es un buen profesor, qué es un éxito educativo, y sobre cuáles son o han de ser los objetivos de la educación en una sociedad europea en general y en España en particular.
En España no hay un consenso amplio y transversal en muchos asuntos. Pero un asunto que hace opinar igual a tirios y troyanos, en principio, es justo la educación: gentes de lo más diverso están dispuestas a admitir que la educación no funciona, que ha empeorado, que no cumple adecuadamente la función social que se le supone, que es especialmente grave en los centros educativos públicos… y todo esto desde hace unos 40 años.
Hemos tenido, desde 1970, sucesivos cambios normativos, que han implicado una inestabilidad del sistema educativo y la introducción en el mismo de una fuerte carga ideológica. Hemos vivido la ruptura autonómica, la fragmentación de las escuelas y su uso para el adoctrinamiento nacionalista y progresista, sin que nadie lo haya impedido desde la derecha (perdón, centro). Hemos asistido a un cambio demográfico que ha supuesto pasar de un baby boom nacional a un invierno demográfico y ahora a la entrada masiva en las aulas de hijos de la inmigración. Y hemos asistido a sucesivas crisis económicas que han afectado a la capacidad de inversión en educación, tanto por parte de las familias como de la Administración.
Cuatro factores de fracaso, de los cuales casi todos nuestros políticos y opinadores están dispuestos a aceptar uno, la inestabilidad normativa, el cambio de leyes y la falta de eso que llaman un «pacto de Estado». Y el profesor Marina añade ahora, desde su punto de vista, la importancia de los dineros. De lo demás, tiempo tendremos de hablar.
Marina es polémico porque no hay dinero, dicen. La crisis económica de los 70, la de los 90 y la actual han marcado la democracia española, limitando la capacidad de gasto en Educación tanto por parte de la Administración (sea Estado sean autonomías) como por parte de la sociedad y las familias. Ahora bien, esto ni es un problema nuevo, ni es exclusivo de España. Está de moda asociar todos los problemas educativos a los llamados recortes, y parecen irrenunciables esos argumentos de determinismo económico, tanto para neomarxistas como para neoliberales. Tal razonamiento es sin embargo una falacia. Lo es, ante todo, porque «cambiar» la educación no significa «recortar» o «gastar» nada, sino utilizar de otro modo los medios materiales y humanos ya disponibles. Hay centros, recursos y funcionarios docentes que con seguridad pueden emplearse mejor, con mejores resultados aunque eso supondría, por supuesto, cambiar qué se enseña, quién enseña, cómo y a quién.
No necesariamente «recortar» implica «empeorar» un modelo educativo; no necesariamente gastar más supone enseñar mejor, ni disponer de más instrumentos electrónicos de cualquier tipo, de más viajes, de mejores ratios y grupos aún más reducidos no es decididamente lo que hace mejor la educación, porque si así fuese, estando en un momento de enorme gasto educativo, estaríamos en el mejor momento del Bachillerato español, y doy mi palabra de que no es el caso. Hablando de dineros, el profesor Javier Horno escribió hace tiempo en Navarra, donde también enseña, algo que parece el mejor resumen de los problemas económicos en educación: «lo que algunos pregonamos es que incluso con menos recursos de los gastados hasta ahora, los alumnos pueden aprender más y mejor».
Y en respuesta directa a José Antonio Marina, al Libro Blanco y a Íñigo Méndez de Vigo, el problema de los profesores y maestros no es el dinero. Es su selección, es su promoción, es la aborregada uniformidad igualitarista e ideologizada. No es cuestión de dineros, sino de satisfacción con la enseñanza, de promoción profesional, de ascenso jerárquico, de selección objetiva de los mejores, de exigencia de formación real, y de menos sumisión a las premisas burocrático-materialistas de los que nunca han dejado de marcar las pautas doctrinales de este sistema educativo fallido.
Y es que nunca debimos olvidar que la educación no es esencialmente un instrumento de reforma social, ni de redistribución económica, ni de intervención en los mercados; tampoco es un mecanismo de acción psicopedagógica, ni debe servir esencialmente para aparcar alumnos, tranquilizar familias, repartir diplomas hueros o, líbrennos los dioses, para colocar docentes con o más a menudo sin méritos. Lo que nos lleva al segundo problema, el que nadie trata de frente pese a haber un consenso casi universal: el de la inestabilidad del sistema educativo.
Los cambios normativos han supuesto tener un sistema a la vez inestable y sometido a una ideología de parte. Con toda su ideologización progre, materialista, igualitaria, uniformista y demás, y con ser sin duda una «fábrica de ineptos», la LOGSE de 1990 no fue ni el inicio ni el final del problema. La ideología de la modernidad, con su profesorado progresivamente a la izquierda anejo, se asentó entre nosotros desde la Ley General de Educación de Villar Palasí. Y aunque ahora está de moda hablar con nostalgia de la EGB, el BUP y el COU que vivimos, ahí estaban ya las semillas del Sistema que padecemos.
La LODE de Maravall (hijo) las puso claramente por escrito en 1985 y así siguen vigentes, a través de LOGSE, LOE y LOMCE. El sistema es antiselectivo, igualitario, enemigo de la calidad real, se orienta al «mercado de trabajo» y permite además el control ideológico sólo de la izquierda y los nacionalistas. Y eso empezó antes de 1975, con la obsesión por llevar a todos a la educación superior sin considerar su vocación, su gusto, su capacidad; no elevándolos a ellos, sino castrando la educación en lo que de mejor tenía. El problema no han sido los cambios normativos, sino, aunque sorprenda leerlo, precisamente que en lo esencial e ideológico no ha habido cambio en la ideología de las sucesivas leyes, todas sustancialmente en el mismo sentido con las mismas premisas. Ojalá lo pueda haber en el futuro.
Pascual Tamburri
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de noviembre de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/libro-marina-blanco-negro-sino-polemico-145058.html