Por Pascual Tamburri, 9 de diciembre de 2016.
Decía el otro día Inés Artajo, directora del Diario de Navarra y por tanto la mujer más influyente de la provincia hasta la presidencia de Uxue Barkos, que para ella es “Navarra, la marca a potenciar”. Y se explicaba, abundantemente, en editorial y coincidiendo con el otrora Día de Navarra. Para Artajo, y para muchos con ella, tras ella y sobre ella, la clave de la identidad de Navarra y también de su defensa es… la prosperidad y el éxito económico.
Cree Artajo que “Navarra mudó de piel económica hace 50 años. De agrícola a industrial y emergió entonces una sociedad nueva, más dinámica, avanzada, justa, preocupada por los demás y donde el bienestar se extendió a la mayoría de una comunidad de clases medias. Hoy, tras la crisis que nos sumergió en el pozo, Navarra se encuentra de nuevo en otro momento tan clave como decisivo”. Lo que es verdad; pero no toda la verdad, ni la verdad hoy decisiva, ni lo que los enemigos de Navarra ponen en discusión.
Es un error, del que la directora del antes omnipotente Diario no es ni la primera ni la más significada responsable, creer que Navarra es lo que su economía sea. Es un error considerar que las cosas van mal si la posición económica de la provincia va mal, y viceversa. Sobre todo porque, aunque en la opinión pública educada por estos medios, por estos políticos y por esta escuela en estas décadas importan ante todo la abundancia y la comodidad nadie quiere, porque sí, negar ni una ni otra. Los enemigos de Navarra quieren que deje de ser; y por supuesto que su meta no es empobrecerla, sino negar su identidad y sustituirla por otra.
A la inversa, si se quiere defender Navarra habrá que defender lo que de Navarra es puesto en discusión, sus raíces, su personalidad comunitaria, y no precisamente su “marca”, que lejos de negar otros quieren, sencillamente, conquistar. Hoy, como ayer, es importante que los navarros vivan lo mejor posible, qué duda cabe; pero nadie dirá que no a eso. Los políticos y los gestores -conocidos u ocultos- serán más o menos hábiles en su tarea económica, pero seguro que, orientaciones aparte, todos están de acuerdo en querer riqueza, visibilidad y excelencia. Lo que sí está en discusión es que Navarra sea una comunidad de hombres y mujeres libres, consciente de su identidad pasada y de su radical pertenencia a España, una Patria para los hoy navarros desde mucho antes de que hubiese ningún grupo humano con el nombre de Navarra.
Es imposible vencer una batalla en defensa de Navarra si no identificamos con precisión qué amenaza a Navarra. Esto sería como tratar de convertir en símbolo de nuestra defensa de Navarra una bandera que ni los más furibundos anexionistas vascos rechazan; ellos quieren Navarra, con su bandera y con todos los arreos, para quedársela. Lo que está en discusión es en cambio la participación de Navarra, no desde su inicio sino desde antes de él, en ese proyecto milenario de gloria y de dolor, de miserias y de grandezas, que se llama España y que nunca ha existido sin los navarros de hoy ni sin sus antepasados de siempre.
El profesor Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza contribuyó el pasado día 2 a la previa del Día de Navarra con un estudio, denso y enjundioso como suele, a que no haya excusas para conocer el origen y significado de la actual bandera de Navarra. “Aunque la bandera de Navarra se hizo oficial en 1910, tiene su origen en el siglo XVI. En 1558, soldados navarros atacaron San Juan de Luz con una bandera roja con el escudo, que dos años antes había sido la usada en la proclamación de Felipe II como rey”, dice. Y conviene que esto se sepa, se recuerde y se entienda.
Conviene que los navarros sepan, superando la vulgata navarrera, que la bandera de Navarra tal y como es no se diseñó ni oficializó hasta entrado el siglo XX, no por casualidad en vísperas del centenario de las Navas de Tolosa y no por casualidad en una España vacilante en la que habían surgido regionalismos identitarios, uno de ellos con una voluntad definida de reescribir el pasado de Navarra y de quedársela; y con una bandera nacionalista que querían extender también a Navarra. Así que, efectivamente, Navarra tiene bandera desde 1910, antes que muchas regiones en todo caso. Y después que España.
Lo que oportunamente explica Fortún es que los reyes de Navarra y sus ejércitos, a menudo reyes de otras partes de la España cristiana o de toda ella, usaron con frecuencia banderas y estandartes rojos y púrpuras, que es el color heráldico propio de los reyes de España desde el reino de Toledo. Así que la elección de 1910 fue acertada, tanto si se tomó a partir del escudo como si se tuvieron en cuenta los antecedentes vexilológicos. Pero no es esa bandera la que niegan o discuten los enemigos de Navarra, sino la bandera nacional bicolor, diseñada para la Armada de Carlos III, extendida en la práctica durante la Guerra de Independencia y fijada para todos y sobre todos por las Cortes liberales en el siglo XIX. Una bandera, por eso mismo, propia de vascos, de navarros, de aragoneses, de andaluces y de todos.
Por supuesto, son sólo banderas, símbolos. Lo que está amenazado es lo que esos símbolos representan hoy, que es la participación de esta tierra y de sus gentes en la empresa española; una identidad anterior a toda bandera e incluso a los nombres, guste o no saberlo, duela o no reconocerlo. Y por eso mismo es prioritario ver, en actos y en balcones, en sedes y en eventos, no la bandera y el escudo que, mejor o peor contados, los agresores no niegan, sino la bandera que representa lo que ellos odian, la bandera contra la que no duraron ayer en matar y no niegan hoy en mentir. Eso sí es “marca”.
Poco haríamos abrazándonos a una bandera roja que no está en peligro y ocultando al mismo tiempo la que representa todo lo que ellos atacan y nosotros defendemos. Ante la manifestación de 2007 ya pudimos escuchar auténticas explosiones de cobardía política y de gallardía popular al respecto. Sería como hacer bandera de la prosperidad económica que todos queremos y mientras dejar que los sucesivos gestores públicos de todos los palos deriven ingentes recursos a la promoción de la lengua y la cultura que -falazmente, pero con éxito- ellos identifican con su proyecto de ruptura de España y de incorporación de Navarra. Hay que hacer “marca” de Navarra, sí, y empezando por las cosas como fueron y son, una comunidad genéticamente española, con dos banderas que la representan y nos representan a todos, con una lengua común a todos, con una historia de milenios y con unas raíces que han asombrado ya al mundo.
Pascual Tamburri Bariain
La tribuna del país vasco, 9 de diciembre de 2016.
https://latribunadelpaisvasco.com/not/5707/dos-banderas-para-todos-los-navarros-pero-ninguna-ikurrina-a-ningun-precio/