Por Pascual Tamburri, 6 de enero de 2017.
Empezaron los progres anglosajones y afrancesados, con un vago “Feliz Año Nuevo” y después un aún más difuso “Felices Fiestas”. Luego quisieron quitar los Belenes, aunque en Madrid se han enterado un siglo tarde. Pero seguimos celebrando las Navidades y la venida de los Magos.
Es verdad, es verdad: hubo unas fiestas paganas a comienzos del Invierno, y se relacionaron con tradiciones muy antiguas y por supuesto con el re-nacimiento del Sol. No hay duda de esa tradición, mucho más antigua incluso que sus vestigios romanos y germanos y que sus menciones en los literatos de los siglos posteriores. Pero no hay menos duda de que esa tradición había muerto –y sigue en realidad muerta-, de que sólo se conocía arqueológicamente, de que lo poco que se seguía representando se había insertado en la tradición cristiana, y de que sólo por una voluntad romántica y/o anticristiana ha resurgido en sus formas sin que nadie se crea realmente nada.
También es verdad: al ser las fiestas de Navidad un elemento de identidad algunas identidades que se han inventado o tratado de reinventar han querido crear su propio matiz navideño. Eso, en España, ha venido dado en sucesivos pasos por el desembarco de identidades mundiales materialistas (capitalistas y comunistas), y con ellas un vaciamiento religioso de la Navidad, un problema muy común en este Occidente. Y como detalle peculiar, al asociarse ciertos aspectos de la Navidad tradicional con la personalidad española, se ha tratado de sustituirlos. Tan ridículo como sustituir a los Magos de Oriente y todos sus sueños por las versiones precipitadamente reelaboradas de un carbonero borracho con el que antes se asustaba a los niños de algunos pueblos. En fin, también en el odio a España cada uno se pone a su propio y triste nivel.
Este año, en fin, no han querido invitar a los Reyes a muchas casas y ciudades españolas. A unas no los han llamado en nombre de las modas del consumo, y en su lugar se han inventado una versión descristianizada del obispo San Nicolás, al que llaman unos “Santa” y otros “Papá Noël”. A otras han llevado a un Olentzero que nada tenía que ver con regalos, y en su afán por hacerlo progresista primero se inventaron de cero para él una mujer, Mari Domingi, y luego como en Leiza este año lo recrean “sin género”. Allá ellos, porque los Magos vienen si se les llama y si se les espera.
Que son Tres lo sabemos por tradición milenaria, aunque podrían ser más según la misma Biblia, y así aparece en esta su magnífica catedral de Colonia. Que sean Reyes lo sabemos por tradición igualmente, así como suponer que representan todo el espectro de los saberes del mundo rindiendo pleitesía al Niño, o todos los continentes a los pies del Pesebre. Por lo mismo sabemos que se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero sabemos y de eso estamos seguros, que son.
¿Qué bien hacemos a un niño en 2017 ocultándole que los Reyes Magos existen? Porque sabemos que existen, a todos nos han traído algo o al menos lo hemos esperado. ¿Merece la pena rendirse al consumismo laico o ateo o al nacionalismo tribal postmoderno, y negar algo tan evidente que todos los niños de España saben hace siglos, que es la realidad de los Reyes Magos?
Angel María Pascual describía así la víspera de Reyes en su Glosa del 5 de enero de 1947: «Mañana y tarde, las tiendas de juguetes están llenas, pero nadie compra nada. La gente ve solamente dónde están los mejores soldados de plomo, las mejores escopetas, los más lindos caballos y esas muñecas grandes que parecen niñas chicas, y esas cocinas que parecen de verdad, y esos juegos de merienda, para luego decírselo bien claro a los Reyes: en Arrizabalaga, en Lange y eso les ayuda mucho, porque como tienen que recorrer en una noche toda España, no pueden perder el tiempo buscando». Un año antes, el 6 de enero de 1946, el periodista había escrito: «Dicen que hay por ahí gentes desgraciadas que no creen en los Reyes Magos. Casi no podemos imaginarlo. Nosotros sabemos que los Reyes vienen para todo el que les escribe, si antes ha matado dentro de sí sus ridículas pasiones de persona seria y ha soltado las riendas a los corceles blancos que tiraban en la niñez el grandioso carro de las ilusiones. Si no nos hacemos como niños, no podremos recibir el regalo de los Reyes de esta noche, ni -esto es más grave- el reino de los cielos, el reino del Gran Rey«. Reino de los cielos que, por cierto, él no podía imaginar que tenía ya tan próximo.
Ya en 1946 había en Navarra ilusos que no creían en los Reyes Magos. ¡Qué pobres! Y qué maravilla es saber, junto a cientos de generaciones de niños de Europa y en palabras del periodista navarro peor tratado del siglo XX, que “nosotros sabemos que los Reyes vienen para todo el que les escribe”. Por cierto, yo siempre he sido de Baltasar. Y sí, dejo algo para comer en la noche del 5, también para los camellos, que con este frío hace más falta.
Ya vienen los Reyes Magos
ya vienen los Reyes Magos
caminito de Belén
olé, olé, olanda y olé
olanda ya se ve
Cargaitos de juguetes
cargaitos de juguetes
para el Niño de Belén
olé, olé, olanda y olé
olanda ya se ve
Qué cargados van
qué cargados van
los camellos rebozan juguetes
para el Rey de los cielos
que está en el portal …
Pascual Tamburri Bariain
La tribuna del país vasco, 6 de enero de 2017.
https://latribunadelpaisvasco.com/not/5845/los-reyes-magos-existen-si-no-lo-crees-es-tu-problema/