Por Pascual Tamburri, 4 de febrero de 2017.
El sistema educativo se descompone. No falta dinero, ni medios; pero sí falta criterio, sobran prejuicios progres y sumisión a los mismos y nos asfixia un mercantilismo patológico, contrario a la excelencia.
Sophie Coignard publicó hace unos años, hablando de Francia, su “Le pacte inmoral”, con el subtítulo “Cómo sacrifican la educación de nuestros hijos”. Tiene una serie de conclusiones que son válidas para los problemas de la educación, a pesar de la diferencia de situaciones. Aunque se dejó unas cuantas cosas en el tintero, de esas que no podemos callar.
¿Francia, un sistema educativo en crisis? Desde fuera, nadie o casi nadie lo dice, pues conservan una buena imagen de su modelo napoleónico, estatal (pero no del todo) y laico (con excepciones). Coignard creía que las élites políticas y los sindicatos y grupos de presión ideológicos en la enseñanza habían dado no sólo entrada sino imperio en las aulas a la ideología del 68. Desde lo pedagógico, se ha tratado y conseguido convertir las aulas -estatales o estatalizadas- en foco de difusión de una visión del mundo igualitaria. Es notable que, también en Francia, esa imposición de una ideología izquierdista fue asumida por las derechas en el poder. Por un lado, la derecha se sentía inferior y acomplejada y no tenía un modelo alternativo porque había aceptado en todo la superioridad de los principios de la izquierda. Por otro, cuando se ocupa de la escuela, la derechita lo hace con enfoque pretendidamente pragmático, pensando en economía, benficios y trabajo, no en formación, selección o excelencia. En torno a la tiza, en fin, los hijos de Karl Marx y los de Adam Smith coinciden en lo esencial, el materialismo en sus dos vertientes empapado de igualitarismo que se escandaliza ante cualquier asomo de otra opción o residuo de las que fueron.
Una escuela uniformizada, un Collège uniformizado, un Bachillerato masificado y progresivamente no sólo abierto a todos sino reconvertido en una forma más de formación profesional. Liceos saturados, Universidades saturadas de estudiantes sin vocación y de profesores sin convicción. ¿Nos suena a algo, desde la LODE de 1985 a la suspendida LOMCE? La dictadura ideológica de los pedagogos y profesores progres se suma a los cálculos empresariales o pretendidos tales. La resistencia de docentes y de familias se vence con la propaganda, el adoctrinamiento y si se tercia con la represión. Y nadie ha hecho nada en serio. ¿Nos suena a algo?
Es muy importante entender que lo que haya que hacer para que vuelva a haber una Escuela, un Bachillerato y una Universidad dignos de sí mismos y dignos de las inquietudes juveniles que pese a todo siguen existiendo, aunque maltratadas y perseguidas, no será crear una escuela “eficaz”, “moderna”, o tanto menos “rentable”. Eso ya lo hicieron derechistas al servicio de los principios progres, como el hoy famoso François Fillon, que promete muchas cosas pero en 2005 introdujo la idea en una base común y uniforme de conocimientos y “competencias”, sin tocar la idea previa del socialista Lionel Jospin, para quien la meta era que el 80% de cada promoción superase el bachillerato. Más “derechos”, menos nivel. Ideología ante todo. ¿Nos suena a algo?
Lo importante es recuperar la idea de diversidad, no como algo negativo ni ofensivo, sino por el contrario un reconocimiento de la variedad. En consecuencia, excelencia para todos y máxima exigencia para todos (para el sistema, para los docentes, para los alumnos) pero a cada cual del modo correspondiente. Las prácticas laborales serán pues buenas y necesarias para quienes en las aulas busca formación laboral; pero no deberán extenderse a quienes buscan una formación superior, no medida ni medible en beneficios laborales. Y del mismo modo, tampoco impondríamos griego, latín o filosofía si enseñamos fontanería. Eso no hace a unos mejores que otros; lo injusto es dar a todos lo mismo, cuando quieren y pueden cosas diferentes.
¿Por qué vamos a dar títulos en masa y a precio de baratillo? Demos a cada uno el título que puede y quiere, y no regalemos en cambio nada, pues con eso sólo devaluaremos la Escuela de todos. Exigir no es herir, sino que es dar más y mejor. El enemigo es la mediocridad, mediocre organización, mediocres horizontes, mediocres docentes, mediocres alumnos. Si damos a todos lo mismo colocaremos a todos al nivel de más lento, del menos motivado, del menos capaz para eso. Arrodillándonos ante un prejuicio igualitario (ora económico, ora ideológico), crearemos otra generación frustrada, otra generación a la que negaremos elegir de verdad.
La formación clásica no es para todos. Por supuesto. Pero sí es para algunos, y destruirla o despreciarla sólo sirve para robar su futuro a algunos. Las disciplinas humanísticas y científicas clásicas no son, por supuesto, “rentables”, y son, desde luego, exigentes. Pero destruirlas es destruir la escuela y multiplicar las taras de esta neoescuela sesentayochista, mediocre, igualitaria. Esto no es una empresa, esto no es un soviet: esto es un Liceo y de él depende que sobreviva eso a lo que llamábamos cultura. Sé que es herético mencionarlo, pero el enemigo común de unos y otros en España y en toda Europa es hoy el Liceo del liberal Giovanni Gentile, y su versión reducida pero meritoria en el Bachillerato (vitoriano) de don Pedro Sáinz Rodríguez. La educación clásica es la unión espiritual entre dos espíritus, una unión negada por la modernidad y la mercantilización. A Gentile lo mataron por crear una escuela que, bien o mal, en Italia ha sobrevivido hasta ahora. A esta generación la quieren matar moralmente ahora, en nombre de sus futuros empleos y de sus supuestos derechos igualitarios. Mediocres, pero no inocentes.
Pascual Tamburri Bariain
La tribuna del país vasco, 4 de febrero de 2017.
https://latribunadelpaisvasco.com/not/6006/no-necesitamos-ni-lomce-ni-loe-sino-una-verdadera-escuela/