Por Pascual Tamburri, 4 de marzo de 2017.
Se puede abrir Garoña. ¿Una central nuclear en un país que se queja del precio de subvencionar las ineficaces renovables? Por algo será. ¿Y por qué se opusieron los abertzales?
El Consejo de Seguridad Nuclear ha dicho que sí. El Ministerio de Industria y Energía tiene que decidir si autoriza la reapertura. Al final, es el Gobierno de Mariano Rajoy el que tendrá que dar la cara: ¿quiere o no reabrir la central de Santa María de Garoña (Burgos)? Con lo cual volvemos a las andadas: una rendición política, contra todo sentido económico y social, se podría remediar treinta años tarde. Pero todo va a depender de lo que los abertzales en general y su amado PNV en particular impongan al presidente. A pequeña y ridícula escala, es previsible un nuevo capítulo de la serie Lemóniz.
Técnicamente, no hay problemas. La central nuclear burgalesa, aunque pequeña y con décadas sobre su reactor, es capaz de producir electricidad más barata y eficiente que todas las apuestas alternativas de progres, socialistas, verdes y peperos reconvertidos, aunque sea para que la disfruten los nacionalistas vascos. En España, no son los ingenieros los que abren y cierran centrales, ni tampoco los que fijan el sobreprecio de la luz: lo hacen los políticos, con sus miedos y sus dogmas, que luego pagamos los demás.
Con los números y todas las seguridades en la mano, Garoña -central hecha y pagada en 1970 en el franquismo- puede funcionar hasta 2031. En un país que quiere electricidad más barata, y que este invierno ha visto que las fuentes alternativas no sólo son mucho más caras (y los políticos pagan con nuestro dinero a las empresas privadas por usarlas), sino que son inseguras, variables y que a falta de sol o de viento pueden dejarnos a dos velas.
A ellos no les importa. UCD y el PSOE decidieron, y el PP luego acató, que España no participase en los avances tecnológicos nucleares. La presión demagógica de la extrema izquierda, sumada al oportunismo asesino de la ETA en Lemóniz, condenó a España a ser energéticamente dependiente. Y menos mal que no cerraron las centrales ya operativas, gracias a las cuales aún tenemos electricidad.
Por desgracia es fácil prever qué se va a hacer con Garoña. ¿Quiere Mariano Rajoy follón en las calles o está dispuesto a afrontar con entereza las habituales presiones? No parece. Y sobre todo, ¿está dispuesto a decirle al PNV que no en algo, tras haber proclamado Josu Erkoreka que confía en que el CSN y Rajoy “tomen nota” de la “oposición radical, rotunda, claramente contraria” de las instituciones de Euskadi? Menos aún.
¿Saben ustedes quién va a ganar? Bildu directamente y ETA y Batasuna moralmente. El Congreso votará este marzo si pide el cierre de Garoña. No es su competencia, peor el PSOE va a votar en esto con Podemos, con todas las tribus, con la izquierda y con los que han presentado la moción. Que son… los de Bildu. Los habitantes, Ayuntamientos, trabajadores y empresarios de la zona quieren que siga abierta. Los empresarios vascos, acostumbrados a la presión dura desde las calles y desde las instituciones, se callan, pero ellos como todos quieren electricidad barata que nos haga competitivos. Pero callan por miedo, como tememos que calle el Gobierno.
¿Qué podría hacer un Gobierno de verdad preocupado por el futuro de España y de estas regiones del Norte? Gastar dinero en investigación nuclear. Y romper la moratoria y cierre nucleares, con un plan a largo plazo que incluya nuevas centrales modernas en nuestras fuentes nacionales de energía. Ceder en Lemóniz -y hacer inútiles las muertes por los abertzales y la izquierda causadas- es una de las vergüenzas que para siempre llevarán todos los vinculados a la UCD y al PSOE. Ceder en Garoña sería la muestra de que no hemos cambiado a mejor, y de que España necesita algo nuevo.
Pascual Tamburri Bariain
La tribuna del país vasco, 4 de marzo de 2017.
https://latribunadelpaisvasco.com/not/6168/el-chantaje-nuclear-de-garona-y-el-precio-de-lemoniz-que-los-paguen-los-nacionalistas/