«Un hombre de izquierdas», no un estadista

Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de marzo de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

Zapatero en París no ha defendido los intereses de España, sino que se ha plegado, por interés del PSOE, a los designios de Francia. Improvisación e incoherencia se dan la mano.

Los medios de comunicación adictos al nuevo régimen zapaterista siguen aturdiendo a los españoles con la visita de nuestro presidente del Gobierno a la Asamblea Nacional francesa, y con su discurso allí. Las mismas personas que vieron inadecuada la invitación de José María Aznar a la Cámara de Estados Unidos aplauden hoy la de su sucesor a un país que, aunque más cercano, es inmensamente más débil y menos amistoso para España.

No debe devolverse mal con mal. Fueron un honor la invitación y el discurso de Aznar. Lo son también los honores que Zapatero ha recibido. Porque no es Zapatero el homenajeado, ya que en un año de Gobierno no ha hecho nada, sino que es nuestro país quien recibe la aclamación, y eso siempre será bueno. Aunque el francés de Zapatero termine por dejar en buen lugar el inglés de Aznar, y en el ridículo a los que antes bromearon y ahora adulan.

Zapatero, sin embargo, ha trasplantado a País todos sus errores de los últimos tiempos. Ha viajado a Francia como hombre de Partido, y no como hombre de Estado. Lo ha dicho él mismo en su discurso, las palabras de «un hombre de izquierdas» y no las de un gobernante. Ha necesitado ir a francia para defender ante una mayoría parlamentaria de derechas que trata de defender su interés nacional -que no es el nuestro- su programa extremista y apolillado.

¿Se ha hecho de derechas el aliado de Jacques Chirac? ¿Se ha hecho acaso francés? Ni una cosa ni otra: simplemente sigue siendo un embajador de la peor izquierda española, indiferente a la unidad nacional -aunque París es el paradigma del centralismo- y capaz de olvidar en su relación de lenguas españolas una españolísima que es el valenciano. Un hombre, en definitiva, que ya no sorprende por su talante sino por su capacidad de cometer los mismos errores cada vez con peores consecuencias.

Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de marzo de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.