El crimen de Cuenca, versión Roquetas

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de agosto de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

José Bono -antes de viajar a Afganistán para apurar el cáliz de Diwaniya y del Yak-42- pareció resucitar el fantasma de Casas Viejas. Pero, a propósito de Roquetas, no creo que sea necesario recordar el crimen instigado por Manuel Azaña, que le llevó a la oposición, a la desesperación y al resentimiento. José Bono, José Antonio Alonso y José Luis Rodríguez Zapatero son de una izquierda más antigua, en cierto modo más sectaria y manifiestamente menos letrada que la de Azaña.

Tenemos una izquierda de otro siglo; decidida firmemente a torcer la vida española del XXI con los prejuicios y lugares comunes del XIX, como ya hizo en el XX. Una izquierda que se repite a sí misma sin cesar, en la que pueden variar los nombres, pero no los estilos, los objetivos ni, ay, las obsesiones.

Una de ellas es la Guardia Civil. Durante siglo y medio los hombres del sombrero negro han garantizado en la España rural la paz pública. La alternativa ha sido siempre el desorden, la politización y la injusticia elevada a sistema. Y no es casualidad que la Guardia Civil sea militar: sin un carácter militar no habría podido cumplir sus misiones hasta ahora con medios exiguos, en condiciones muy difíciles y soportando a menudo, además, los caprichos y manías de unos políticos fugaces, algunas veces ciegos a las necesidades permanentes del país.

La izquierda española, cuando fue abiertamente revolucionaria, tuvo en la Guardia Civil su principal obstáculo. Motines, huelgas, asesinatos, delitos de todo tipo fueron impedidos y reprimidos por ella; y de ahí nació un rencor duradero, incluso ahora, con el furor revolucionario sutilmente concentrado en la cultura y el los valores.

También en el terreno de los valores -entre otras cosas, por ser parte de las Fuerzas Armadas- la izquierda se opuso a la Guardia Civil. No es cosa de hoy, porque ya en la Transición se habló de la desmilitarización y se emprendió una campaña de imagen denigratoria, que tuvo uno de sus centros en la película de Pilar Miró «El crimen de Cuenca», de 1979. La izquierda, la extrema izquierda y los nacionalistas se unieron en aquella campaña, que de hecho nunca terminó.

Roquetas ha sido un paso más. Independientemente de qué haya sucedido en el cuartel, los militares que servían allí han sido abandonados por sus jefes políticos y se han convertido en excusa para un nuevo paso en la tarea de destrucción social de José Luis Rodríguez Zapatero. Carlos Gómez Arruche, como militar ligado a un juramento sagrado, debió defender a sus hombres. Al no hacerlo, debería haber dimitido. José Bono ha perdido una ocasión magnífica de demostrar qué hay de verdad en su campaña de imagen patriótica. Y no hay nada.

Alguien rodará, más pronto que tarde, «El crimen de Roquetas». Es posible que sea antes del juicio. Pero conocemos la izquierda que tenemos, y no será más que un nuevo paso en la misma y constante dirección. Como Azaña, primero se insulta a la Guardia Civil, luego se compra alguno de sus miembros y se la utiliza, y por último se la abandona antes de disolverla o anularla. Es un viejo plan que gracias a Zapatero estamos viendo aplicar.

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de agosto de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.