El libro rojo de la LOGSE

Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de septiembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

España se ha convertido, en más de un sentido, en campo experimental de las propuestas de la izquierda radical. Lo ha señalado oportunamente Isabella Rauti en lo que se refiere a la política «sexual» de José Luis Rodríguez Zapatero, pero el mismo razonamiento vale para la educación. Por circunstancias conocidas España es hoy gobernada por una coalición de izquierda y de extrema izquierda, de tal manera que los sectarios de la LOGSE no sólo tienen el poder cultural en sus manos, sino que además tienen el poder político sobre el sistema de enseñanza. No hay precedentes, porque ni siquiera en la primera legislatura del PSOE los gestores del sistema fueron tan extremistas como hoy.

En su momento la LOGSE fue un gigantesco experimento de ingeniería social, de manipulación ideológica de la sociedad a partir del control de la educación. Ahora bien, la izquierda no engañó a nadie, porque advirtió expresamente de sus metas e instrumentos desde que empezó la Transición. Desde «El libro rojo del cole» de 1979 la izquierda definió su objetivo: un hombre nuevo, forjado a su imagen y semejanza a partir del control monolítico de la escuela pública, de la domesticación de la escuela privada y de la imposición de sus dogmas pedagógicos. Ya lo hemos visto.

Menos conocido es que el libro publicado por la editorial «Nuestra Cultura» en 1979, impulsado por Alfonso Guerra, distribuido por Cristina Almeida, tibiamente censurado por la UCD, fue también repartido por Egin, que sufrió un secuestro por esta causa en abril de 1980. Así que, digan lo que digan los chicos de Zapatero, toda la izquierda, de ETA al PSOE, tiene una antropología común y defiende un mismo modelo pedagógico.

Decía el «libro rojo», y repetían con los hechos los autores de la LOGSE, que «la estructura y funcionamiento del sistema escolar vienen establecidos desde afuera y se corresponde» con el tipo de sociedad que les rodea. Para un católico, por ejemplo, esta afirmación llevaría a definir una enseñanza según la libre voluntad social; para un marxista lo lógico es emplear la enseñanza para manipular a largo plazo esa voluntad. Lo anunciaron, y lo han conseguido.

«El sistema educativo tiene dos fines: Amaestrar a los jóvenes para que aprendan a pensar, juzgar, sentir según una determinada escala de valores. Prepararlos para que de mayores puedan ser obreros, técnicos, profesionales, etc. Los dos pilares: intereses económicos e intereses ideológicos». Los autores del «libro rojo», y de la LOGSE, criticaron así el sistema que heredaron; pero procedieron a definir de nuevo el sistema según su escala de valores, para hacer mayoritaria una «normalidad» que fue definida por una minoría revolucionaria.

Un cambio radical de sociedad: objetivo de la LOGSE anunciado en el «Libro rojo» y compartido por la izquierda. Objetivo cumplido, además. «Para cambiar y transformar el mundo hay que actuar». ¿Alguien preguntó a los padres españoles si querían cambiar el mundo en la dirección de la LOGSE? No lo preguntó el PSOE en 1985, ni en 1990. No lo está preguntado en 2005, porque no admite discusión ninguna sobre sus dogmas perfectamente definidos. Un mal pedagogo de triste final, el revolucionario Francisco Ferrer Guardia, acusaba a la escuela española de su tiempo de «domar, adiestrar y domesticar». La izquierda del «Libro rojo», de la LOGSE y ahora de la LOE ha conseguido domesticar una generación entera de españoles según sus prejuicios.

Lo peor de la situación, sin embargo, no es el mal en sí, sino la falta de reacción de los teóricos enemigos de la situación. Los partidarios del modelo LOGSE unen poder cultural, dogmatismo ideológico y poder político. Los críticos de la LOGSE, incluso cuando tienen en sus manos el poder político, admiten los principios del «Libro rojo» de 1979, y terminan por limitarse sólo a matizar sus consecuencias más funestas e inmediatas, sin entrar en el fondo de la cuestión. La LOCE era sólo un atisbo de buenas intenciones, pero una muestra cumplida de impotencia cultural e ideológica. La mejor prueba de que la LOGSE necesitaba una alternativa total es que en la LOE volvemos a encontrar los mismos fundamentos del «Libro rojo» que nadie ha osado anular en tres décadas. Y así nos va.

Tirso Lacalle

Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de septiembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.