Guerra en las playas y en los Ayuntamientos

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Eta siembra el terror y los navarros hacen cumplir la Ley a los nacionalistas

Eta sigue atentando, apoyada en Batasuna y en todo el nacionalismo. Mientras, el presidente navarro Miguel Sanz ha empezado a hacer cumplir las leyes vigentes: la ikurriña nacionalista no ondeará más en los edificios públicos de Navarra. Las concesiones simbólicas al separatismo nunca han acercado la paz y la libertad. Sorprende que a estas alturas algunos sigan ignorándolo.

El síndrome de Estocolmo de la clase política

En un período turísticamente nefasto – pésima gestión socialista, crisis económica, inseguridad mundial – Eta ha venido a empeorar las cosas. La campaña sangrienta de los nacionalistas armados en las playas de España ha causado ya daños difíciles de valorar. Y eso sin hablar de las irreparables consecuencias humanas, que empiezan a olvidarse ya.

España está secuestrada. Secuestrada en su paz, en su libertad, en su independencia y en su unidad. Secuestrada por el nacionalismo que miente, por el nacionalismo que conspira, por el nacionalismo que mata. Ese secuestra dura, al menos, desde que Eta cometió su primer asesinato; seguramente habría que remontarse aún más, al momento en que por primera vez un político profesional o un periodista apesebrado decidieron medrar a costa de los secuaces de Sabino Arana. Errores remotos que seguimos pagando.

Aún hoy, incluso después de los gestos y las intenciones del Gobierno Aznar, España sigue secuestrada. Y lo que es más, todo un sector de la opinión pública, de los medios de comunicación y de la clase política está satisfecho del secuestro, se beneficia del secuestro y teme que el secuestro – el terrorismo, el nacionalismo – termine.

No se puede explicar de otra manera la histeria y la desmesura de las reacciones suscitadas por el proyecto legislativo navarro sobre símbolos y banderas. El presidente de la Comunidad Foral de Navarra, Miguel Sanz, ha anunciado su intención de modificar la Ley Foral de Símbolos para prohibir la exhibición de la ikurriña en los ayuntamientos navarros. La Ley nacional de banderas no se cumple, porque nadie ha hace cumplir; desde tiempos de la UCD se tolera que los nacionalistas gobiernen instituciones del Estado sin emplear la bandera nacional. Legalmente en todos los Ayuntamientos vascos y navarros, y también el Ajuria Enea, debe ondear junto a las enseñas locales y regionales, la bandera roja y gualda.

De hecho, la autoridades no han hecho cumplir la norma. Los navarros van a legislar en uso de sus competencias para lograr que, al menos, los Ayuntamientos navarros que violen la Ley no perciban subvenciones públicas. Ahí termina el problema.

O debería terminar. Clara que defender la legalidad y luchar por la justicia crea «tensiones». El Partido Socialista las teme, ya que ha sido cómplice durante décadas en esa tolerancia de la ilegalidad. Los progresistas de toda condición las temen, porque creen aún que la bandera de todos es «franquista» y en cambio la ikurriña inventada por las hermanos Arana y empleada por los asesinos es «progresista». Si durante décadas se ha actuado mal y ahora se corrige el rumbo, felicidades al presidente Miguel Sanz, y bienvenidas sean las «tensiones» que acerquen el fin del terror.

Por miedo a las tensiones, muchos hombres públicos han permitido el secuestro de España, se han acomodado a él, han gobernado gracias a él. Por miedo a las tensiones el nacionalismo autodesignado como «democrático» ha obtenido un régimen autonómico hipertrófico, semiestatal y desmesurado. Por miedo a las tensiones el secuestro de España ha llegado al límite de la secesión vasquista.

Basta ya. Lejos de criticar a Miguel Sanz, los políticos en ejercicio deben tomar ejemplo de él, deben estimular la acción ejemplar y purificadora de su gobierno, deben hacer del Gobierno de Navarra el modelo futuro de gestión de un País Vasco depurado de asesinos, instigadores y encubridores. Los secuestradores de España no son sólo los etarras: son todos los que de un modo u otro han cedido al chantaje nacionalista. Y eso debe acabar de un modo drástico.

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.