Valencia 1, Cataluña 0

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de septiembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

Valencia ha marcado un gol, porque ha acertado donde los nacionalistas catalanes han fracasado. Valencia garantiza la unidad de España y la igualdad de los españoles.

No es fútbol, pero cómo se le parece. El PSOE, que está empantanado en el debate del proyecto de Estatuto de Maragall, quiere salir adelante una vez más lanzando el balón al área contraria. Pero si pretende jugar contra el equipo valenciano de Camps no parece que lo vaya a tener fácil.

El PSOE no deja de sorprender: el mismo partido que pacta con los socios y aliados de la ETA, que negocia los Presupuestos con los republicanos, que gobierna con los independentistas y que ha legalizado la reencarnación política de ETA se escandaliza -como defensor de la unidad nacional- por alguna de las cláusulas del Estatuto que todas las grandes furzas políticas valencianas han negociado y pactado.

La llamada «cláusula Camps» es un punto mal entendido, pero no mal explicado, del nuevo Estatuto valenciano. La Comunidad Valenciana se atribuye, sencillamente, todas las competencias que otras Comunidades puedan atribuirse, dentro de la Constitución y de las Leyes. Desde el PSOE (de Madrid) se sugiere que esta cláusula que pactó el PSOE de Valencia atenta contra la unidad española. Y sin embargo es su mejor garantía, porque anula e impide que se creen diferencias entre los españoles. Automáticamente, y sin necesidad de nueva negociación o de reforma, el Estatuto de Valencia garantizará esa igualdad, e impedirá la aparición de «hechos diferenciales».

Recelar de la «cláusula Camps» es ignorar la naturaleza de los nacionalismos periféricos, y especialmente del catalán y del vasco. Los independentistas, en su camino a la secesión, no desean realmente más o menos competencias, sino que buscan la afirmación de un principio: la diferencia de origen sobre la que construir el derecho a la autodeterminación o secesión. No quieren más autonomía, sino que quieren la independencia a través de la diferencia. Y Valencia les cierra el camino, porque liquida toda diferencia. Esta misma cláusula impondría -sorprendentemente- el «café para todos» que hace dos décadas intentó fallidamente la LOAPA.

Lo peor de la oposición abierta o velada al Estatuto valenciano es que algunos de quienes deberían estar más satisfechos están contrariados. Naturalmente, hay otros modos de cerrar jurídicamente el camino al separatismo; pero están en manos de Zapatero y de su Gobierno, que piensa en cosas muy diferentes. Y Valencia ha encontrado una solución que, si implica una descentralización interna y la aplicación del principio de subsidiariedad, no sólo es mucho mejor que la catalana sino que refuerza la cohesión nacional española y se inserta en una larga tradición autonomista y fuerista del centro derecha español.

Valencia no blinda sus competencias estatutarias, ni pide la delegación de las exclusivas del Estado. Cataluña sí. Valencia reconocer el derecho a hablar valenciano, y excluye las zonas no valencianohablantes. La Cataluña de Maragall impone el deber de conocer y hablar el catalán, y esto con minuciosidad totalitaria digna de mejor causa.

Valencia ha marcado un gol, porque ha acertado donde Maragall y los demás nacionalistas catalanes han fracasado. Si se presenta un Estatuto catalán será contra España. El de Valencia es esencialmente español. Y esto debe bastar para que cesen los recelos.

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de septiembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.