La extrema izquierda de la extrema derecha de Rajoy (o sea, el caos)

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de abril de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

El 11-M ha dividido a los españoles y ha cambiado la comunicación política. ¿Es bueno que además contagie al centroderecha de un radicalismo que nunca tuvo?

El 11-M mató a 192 personas, y los tres años siguientes casi han matado entre los españoles la mesura y la objetividad. La izquierda de José Luis Rodríguez Zapatero, en el Gobierno por ahora, y el centroderecha de Mariano Rajoy, su Alternativa, no están de acuerdo en casi nada, salvo en un abundante uso de la desmesura y la instrumentalización, practicados por algunos de sus portavoces políticos y de sus santones mediáticos, y padecidos por las sufridas bases militantes como un mal necesario.

Lo del PSOE, desde luego, no nos sorprende a muchos. Liquidado el felipismo -que al fin y al cabo fue un momento de socialdemocracia y de sentido del Estado, a su manera ciertamente, pero innegable- la izquierda ha vuelto por donde solía antes de la Transición, a la manipulación de las conciencias, el exceso verbal, la demonización del adversario y la patrimonialización del poder. Zapatero llegó al poder en unas compañías y por unos medios que han tenido más que ver con Gaspar Llamazares y el pasado de la izquierda más antidemocrática que con lo que representaron José Bono, Felipe González y hasta Alfonso Guerra. La pancarta, el grito, la descalificación y los medios de comunicación aullando contra una «derecha extrema» que sólo Pepiño Blanco alcanza a vislumbrar. Tal vez sean sus deseos.

Pero lo que sí llama la atención es lo de una parte del centroderecha, y duele más por innecesario e incomprensible. La derecha española hizo posible la transición a la democracia; unos la quisieron más «británica», como don Manuel Fraga, otros más «italiana», como José María Ruiz Gallardón, y aun otros más «alemana», o «bávara», como Jesús Aizpún. Pero todos estábamos de acuerdo en defender ciertos principios permanentes en un contexto y con unas formas democráticas, tolerantes y respetuosas. Sin renunciar a nada, pero sin imponer nada; y admitiendo con alegría, que es la clave de la democracia, la discrepancia y la alternancia. Con ese bagaje llegó José María Aznar al poder, con ese legado gobernó durante ocho años que son los mejores de nuestra convivencia, y con esa carta de presentación llegó Mariano Rajoy a la presidencia del PP.

Sin embargo si uno lee, escucha y ve algunas cosas que se escriben y dicen en defensa y representación del PP los escalofríos vienen solos. El centroderecha, si algo es además de moderado en las formas, es defensor de la verdad objetiva: y pretender una defensa del PP con un tono extremado, con una argumentación improbable o en todo caso en el filo de lo indemostrable y eligiendo el pasado en vez del futuro como terreno de confrontación es totalmente contrario a lo que el PP lleva en su código genético. Y además resulta que no es rentable en las urnas ni en las opiniones.

¿Por qué este enloquecimiento parcial y transitorio? Sin hacer acepción de personas, aquí lo que pasa es que se han erigido en representantes y portavoces de los herederos de la derecha española algunas personas totalmente ajenas a lo que el PP es, quiere ser y puede ser. Es una cuestión de trayectorias vitales: si uno está formado intelectualmente en el progresismo o en el marxismo, por muchas que sean sus diferencias políticas (y sobre todo personales) con los actuales representantes de la izquierda (extrema o no) tenderá a razonar y a expresarse como la izquierda casi siempre hizo: a voz en cuello y negando al adversario el pan y la sal, prescindiendo de la objetividad y con un razonamiento de tipo leninista (con conmigo o contra mi, sin matices). Lo que pasa es que la derecha española siempre supo estar por encima de eso.

Aparte de esta contradicción, y de sus dudosas rentas electorales, hay en todo esto severos problemas doctrinales

Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de abril de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.