Cormell Price no podría dirigir un colegio en el curso que empieza

Por Pascual Tamburri, 3 de septiembre de 2012.

Nuestro sistema educativo está en las antípodas del que formó a un Rudyard Kipling. Hace falta una reforma –que no debe costar más que valor- que no tema la brillantez.

Hace un siglo España se dividía entre anglófilos y anglófobos, según unas líneas que no coincidían tampoco con las de conservadores y liberales. Pero nadie discutía ni la grandeza del Imperio británico, ni el poder de su Marina, ni el vigor de su economía, ni la brillantez de su ciencia, ni los resultados de su sistema formativo. Universidades y centros equivalentes, colegios, escuelas, eran ampliamente reconocidos como soporte del triunfo británico, en su misma diversidad y variedad. Incluso los mayores enemigos de Gran Bretaña, hace cien comienzos de curso, reconocían que las cosas eran así.

También muchos de los que amaban poco al Reino Unido leían con placer a Rudyard Kipling, quizá el mayor y mejor cantor de ese Imperio y sin duda el mejor retratista de la vida imperial y también de la metropolitana. Pero Kipling era también producto de aquella educación británica, a la que se refirió a menudo, y a su propia Escuela consagró una de sus pequeñas joyas menos editadas y más admiradas. En Stalky & Co. Kipling recogió una serie de relatos ambientados en su escuela (nosotros diríamos Instituto o Colegio) y en su adolescencia, con una continua referencia al vínculo entre lo que aquellos muchachos recibían y lo que después dieron, alcanzaron, construyeron o conquistaron en sus vidas; no tanto al balance material de éxitos cuanto a la construcción de verdaderos hombres. El libro fue dedicado por el autor a un Cormell Price que no ha pasado para nada a la historia, pero que fue decisivo, como director de su instituto, en su propia vida y en la de muchos británicos.

Si algo está claro es que Cormell Price no podría ser director de una escuela en el agónico sistema educativo español de 2012 –en el cual probablemente un Kipling fracasaría o en todo caso sería «orientado» para ser algo muy diferente de lo que fue con grandeza y para lo que manifiestamente estaba dotado para ser con vocación. Un director, subdirector, gestor en cualquier caso de un centro respetuoso con la legislación vigente y sobre todo con su espíritu aún más vigente y sus sobreentendidos hasta ahora aplicados, tendría, tiene, que ser y sobre todo a parecer completamente ajeno a lo que fue el profesor Price. Y de hecho así es lo que ahora llaman gestión y lo que apasionadamente llaman calidad, amén de las palabras clave que distinguen un modelo que triunfó –la generación de Kipling gobernó el mundo del apogeo victoriano a las puertas del hundimiento de 1939- de uno que muere con deshonor, el que el PP ha heredado del PSOE (dos veces) .

En el United Services College, de Westward Ho!, Devon, hombres como Cormell Price, producto de un sistema universitario selecto y fundado en la excelencia, formaban a hombres como Rudyard Kipling, que luego lo retrató. No se trataba de imponer un patrón uniforme, fuese el que fuese, a los futuros gestores del Imperio, su Administración, su Ejército y su cultura. Sí se fundaba casi todo, como en el modelo clásico de educación secundaria, en el reconocimiento de las cualidades de cada alumno y de la libertad de éste para desarrollar su vocación, partiendo de unas exigencias comunes de fondo y forma que seguramente eran más exigentes para los profesores que para los alumnos.

Leave ´em alone! Leave ´em alone! Haven´t you ever seen puppies fighting over a slipper for hours? Un liderazgo firme, con una sólida base científica, con una disciplina que crezca según y cómo los alumnos lo hagan, sin abyectos espectáculos de sumisión a sindicatos, modas, imposiciones ideológicas, soviets de padres, inspectores indocumentados y prepotentes, burocracia inútil sacralizada, políticos desorientados, es la mejor garantía de la libertad de los alumnos y de su formación como hombres libres. Un líder sumiso, peor aún si tutelado por colaboradores que amen más su nómina que su oficio y que sean no ya víctimas sino reflejo directo de las modas progres del momento, es un lastre y no un impulso para una formación de calidad, de los mejores y de los peores por igual. Y por eso los nacidos en los 90 del siglo XX no están disfrutando de un Cormell Price, y si llegan a ser como Rudyard Kipling será a pesar de y no gracias al sistema. Que hay que destruir de arriba abajo, señor ministro.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de septiembre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cormell-price-podria-dirigir-colegio-curso-empieza-123860.html