La Transición atada y bien atada, contada a la luz de la crisis

Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de agosto de 2013.

La versión oficial de la Transición se tambalea. A las revelaciones se añaden los relatos que personas de izquierda publican sin pudor. Falta la memoria de las derechas. Y luego, la verdad.

Alfredo Grimaldos Feitó. Claves de la transición 1973 – 1986 (para adultos). De la muerte de Carrero Blanco al referéndum de la OTAN. Introducción del autor. Península, Barcelona, 2013. 128 pp. 12,90 €.


Antonio Pérez Henares. Yo, que sí corrí delante de los grises. Almuzara, Córdoba, 2013. 344 pp. 17,95 €.

El franquismo pertenece a la historia, es algo sucedido en el pasado y ajeno a nuestro presente. ¿O no? Durante una generación, había un consenso oficial y oficioso en España en decir que la Transición había sido fruto de la genial habilidad política de Juan Carlos I y su entorno y de la preclara inteligencia democrática de Adolfo Suárez, con su culminación en la Constitución de 1978 y sus ´padres´. Casi una beatificación de toda una clase política, a la que sólo se habrían opuesto malvadas minorías marginales y extremistas, poco menos que diabólicas y ajenas a la realidad del país, la ETA y unos grupos de extrema derecha más imaginarios que otra cosa retratados en un 23F de teatrillo.

Esa versión de lo sucedido en España de 1970 a 1986 daba plena legitimidad al régimen implantado desde 1976 hasta hoy. Sin embargo, la crisis política, social, económica y moral ha roto ese consenso y cada vez se cuentan y se publican versiones ´heréticas´ de aquel pasado. Versiones e informaciones privan de legitimidad –al menos tal y como esta se venía entendiendo- a las instituciones españolas, y que son de lectura obligada además de, reconozcámoslo, a menudo amena.

Alfredo Grimaldos es un periodista y analista veterano, con convicciones y experiencias personales bien arraigadas en la extrema izquierda, que ha roto un silencio en el que hasta hace muy pocos años sólo se anunciaban pocas y marginales grietas. Hay que distinguir los hechos que Grimaldos cuenta, una narración atrevida, insólita, perfectamente verosímil y en muchos puntos escandalosos difícilmente rebatible de la Transición, de las opiniones políticas del mismo autor. Sus claves de la Transición, que nos ofrece ahora Península, mezclan las dos cosas, lo que probablemente es su único defecto. Es un relato ameno, pasional y apasionante, que entra sin piedad en terrenos vedados y que cuenta cosas raramente contadas, o pone en relación cosas habitualmente tapadas. El problema, único problema que no dificulta la lectura pero sí hace fáciles las críticas por parte de los últimos defensores de la descascarillada verdad oficial, es que asocia verdades escandalosas con una inverosímil transfiguración del franquismo y un predominio de la «reacción» que sólo sus ojos marxistas, sin distinguir entre enemigos de verdad y enemigos de opereta, consiguen percibir.

Alfredo Grimaldos basa todo su relato en su prejuicio de que «la Transición, al final, sólo sirvió para adaptar la dictadura a los nuevos tiempos«. Y esta frase, que dividiría a los españoles tomada literalmente, tiene partes manifiestamente falsas –las que se refieren al contenido del régimen- y otras innegablemente ciertas –las que se refieren a la continuidad institucional, legal y formal. El franquismo murió o quizás ya estaba muerto en 1975, pero sus formas y sus leyes fueron usadas, con la sabia guía de los servicios de información interiores y exteriores y la generosa inspiración de los poderes fácticos, conocidos o no, de dentro y de fuera, para crear una democracia liberal capitalista… si es que no existía ya. Pero ni Suárez, ni el Rey, ni nadie, aunque quizá Felipe González entendió lo que sucedía mejor que casi nadie: aquí lo que se hizo fue aplicar los acuerdos de Yalta, con la anuencia de la Unión Soviética, la participación activa de los Estados Unidos y la colaboración normalmente ciega, sorda e ignorante, activa o pasiva, de los que creían ser luchadores por la libertad o defensores de la España eterna. La imagen oficial de la Transición es, de modo demostrable una patraña. Sus héroes oficiales o unos puros títeres iletrados o pequeños avariciosos actores de reparto. Se ha exaltado lo que convenía, se ha ocultado lo que no, se ha inventado lo que hizo falta. Se llenan la boca de luchas heroicas en la calle los mismos que callan del Sahara, de Carrero Blanco o del terrorismo «democrático», como el de la ETA vaya. En fin, una puerta que se abre.

Que algo se abre y todo vuelve a estudiarse lo demuestra el éxito del escritor y periodista Antonio Pérez Henares, militante comunista largo tiempo, con su «Yo, que si corrí delante de los grises«. No pretende contar la historia, sino la historia que él vivió y como él la vivió… No como la recuerda hoy, en esta España en la que muchos han hecho carrera poniéndose la medalla de antifranquista cuando fueron hijos privilegiados del mismo Régimen del que luego han sido herederos. De algún modo, romántico y sentimental si esto fuese posible en alguien supuestamente devoto del materialismo dialéctico, Pérez Henares da su visión descarnada y a la vez nostálgica de la España que él vivió antes de la Transición y de cómo vivió ésta también. No de lo que hoy aún es la verdad oficial, sino de su visión de las cosas como verdadero y humilde del verdadero y humilde antifranquismo… tan pequeño, tal débil, tan iluso, cuando era sincero y mientras lo fue.

La última pregunta sin responder, sin respuesta posible quizás, es por qué Antonio Pérez Henares, militante de un partido entonces ilegal y en la historia cargado con muchos muertos, en España y fuera de ella, puede escribir en 2013 sus memorias de parte y otros no. No es que sea un privilegiado, desde luego, y cuenta con honestidad y buena pluma algo que merece ser contado desde su propia experiencia y opinión. Pero aún hoy hay un curioso complejo editorial que hace admisibles, por incorrectas que sean, las memorias de época de un militante de la extrema izquierda radical, e inaceptables, por pulidas que sean, las memorias de casi cualquier militante de la derecha de la misma época. Una señal más de que la Transición, aún tambaleándose, sigue siendo un eslabón necesario del sistema institucional que vivimos.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de agosto de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/transicion-atada-bien-atada-contada–130491.htm