Madrid 2020 pasa olímpicamente de agoreros: por qué a la tercera sí

Por Pascual Tamburri, 2 de septiembre de 2013.

Sólo quedamos nosotros ante Tokio y Estambul. Unanimidad política. Deseos de prestigio y gloria. Cálculos magníficos de beneficios. Pero, aunque nos la den, hay que pensar todo con realismo.

Madrid lo haría probablemente muy bien. Unos Juegos Olímpicos en Madrid en 2020 podrían ser un éxito deportivo y de organización, si se hiciesen bien. No es un imposible. También podrían haber funcionado en 2016, o en 2012. Ahora bien, hay que tener en cuenta muchas variables y muchos ejemplos de errores ajenos para no convertir una candidatura ilusionante en un desastre colectivo, o quizá en algo peor. Lo que tampoco es imposible.

La sede de las Olimpiadas de 2020 se elige el sábado en Buenos Aires. Allí las ciudades cuya candidatura siga en pie harán su última presentación ante el Comité Olímpico Internacional. De hecho, Madrid ya está sola con Estambul y Tokio. Y las buenas noticias son que el 3 de julio, en el Palais de Beaulieu de Lausana, Madrid presentó su proyecto al COI, y gustó más que el de los turcos y que el de los japoneses.

No es que las cosas hayan sido fáciles para el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, y menos para la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. Tras dos fracasos consecutivos de Alberto Ruiz Gallardón, en medio de una crisis, hasta con una huelga en el Metro cuando en marzo de 2013 visitó Madrid la Comisión de Evaluación. A pesar de todo y hasta este punto, Madrid 2020 ha seguido adelante. Precisamente por la seriedad demostrada es el momento de plantearse si seguir adelante, y por qué. La candidatura de Roma 2020 se retiró por razones de Hacienda. Sin complejos, hay que pensar si seguir o no.

La versión oficiosa, con su parte de verdad, es que una Olimpiada estimula la economía, genera empleo, crea un atractivo turístico permanente y que en el caso de Madrid especialmente reanimaría el urbanismo y la construcción, espina dorsal de nuestra crisis y de nuestro paro. Pero esos argumentos son en parte contradictorios con la idea de que Madrid tiene ya más del 80% de las infraestructuras en servicio. Veamos, y no nos excitemos: si las obras ya están hechas no generarán la reactivación derivada de la inyección de dinero público; y si no están hechas la candidatura sería en realidad menos atractiva de lo anunciado. Una Madrid olímpica podría ser un buen negocio –si se gestiona correctamente- y una señal del final de los malos tiempos, un valor sentimental pocas veces tenido en cuenta. ¿Pero para quién?

Los políticos quieren, en general, la Olimpiada. Porque es bueno para el país y la capital, dicen. Porque es bueno para la continuidad de sus carreras. Porque es bueno para muchas empresas, especialmente grandes constructoras e inmobiliarias. Que suelen tener buenos amigos en los partidos. ¿Queremos derivar una masa de dinero público a esos bolsillos privados? ¿Es la mejor manera de emplear ese dinero en un estímulo keynesiano? Roma 2020 ya ha reconocido no ser como Roma 1960, y eso que allí ni el paro ni la situación son como aquí. ¿Será Madrid 2020 como Berlín 1936, o no? Quizá lo mejor de unos Juegos Olímpicos bien hechos sea la inyección de ánimos a una nación sin rumbo y sin esperanza a la que muy equivocadamente se le repite que «lo único que importa es la economía».

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de septiembre de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/madrid-2020-pasa-olimpicamente-agoreros-tercera–130877.html