Una herida de la Familia Real, infectada entre Utrecht y Gibraltar

Por Pascual Tamburri, 10 de diciembre de 2013.

El mismo tratado que Londres usa para mantener su colonia en Gibraltar reorganizó la familia Borbón. Denunciar los tratados de Utrecht tendría interesantes consecuencias.

Casi es un alivio estar acabando el otoño, tras unos meses dedicados a la cortina de humo gibraltareña. Pero la cuestión de Gibraltar, además de tocar la fibra patriótica de los españoles, es un asunto espinoso para los Borbones, incluyendo la rama ahora reinante. Sí, sí, la familia que antes presumía de su estirpe y ahora presume de sus negocios, cuando no de sus íntimas amistades con un líder terrorista xhosa. Es verdad que el Peñón, más que para olvidar a Bárcenas, ha servido para tapar las otras noticias de la familia real española. No están para escándalos.

Los tratados de Utrecht, Rastatt y Baden de 1713-14 pusieron término a la Guerra de Sucesión. Fue una guerra internacional y civil, y como todas dejó cicatrices. De las más visibles todavía en 2013, dos están íntimamente relacionadas: Gibraltar (su fortaleza y las aguas de su puerto) está en manos británicas, y a la vez las potencias europeas reconocieron al primer Borbón español, Felipe V, como rey de España. De tal modo que, en la medida en que la familia de Juan Carlos I insista en unos derechos «históricos» al trono tenemos que pasar por un Utrecht cuya derogación pedimos en cambio cuando nos referimos a Gibraltar.

Que Felipe V fuese o no rey legítimo ya es cosa de la Historia y no de la política. A los 17 años, en noviembre de 1700, el duque de Anjou aceptó la herencia de Carlos II de España. Que pudiese hacerlo o no –si era válida o no la renuncia a sus derechos de su abuela María Teresa de Austria– ya no es cuestión debatida. Sí es discutible en cambio, y no poco, si podía renunciar, como hizo en Utrecht y ante las Cortes españolas, a sus derechos de sangre a la corona de Francia y a la jefatura de la familia Borbón; del mismo modo lo es si podían o no renunciar a sus derechos a España otras ramas de la familia, incluyendo otras mayores que la reinante.

Si España pide la total anulación del tratado de Utrecht, a la vez que desaparecería el escaso fundamento legal de la colonia inglesa se evaporaría lo poco que queda de los corsés legales que han dado una apariencia de orden histórico a nuestros Borbones. De hecho, ese orden ya ha sido anulado en gran parte por sus mismos beneficiarios, como los enlaces Urdangarín y Ortiz han supuesto respecto a la Pragmática Sanción sobre matrimonios reales de 27 de marzo de 1776. Ni por origen ni por formas la actual monarquía pretende ser ya la de Utrecht. Juan Carlos I reina por elección de Francisco Franco y por votación constitucional, no por sucesión de Felipe V.

Tampoco sería una mala cosa reconocerlo. Así, revocando formalmente la vigencia de Utrecht, Gibraltar tendría que ser de hecho lo que nunca ha dejado de ser en Derecho, y la familia del rey actual se libraría de muchos lastres impuestos por la ambigüedad. Eso sí, tendríamos que aceptar todos que el mayor de los Borbones, descendiente mayor legítimo por línea masculina de Hugo Capeto, San Luis y Luis XIV, es don Luis Alfonso de Borbón. Que no parece haber sido tan, pero tannn, amigo de Nelson Mandela.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de diciembre de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/herida-familia-real-infectada-entre-utrecht-gibraltar-132615.html