España, de nuevo invertebrada

Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

Don José Ortega es ya un clásico de la cultura española. Discutido en su tiempo, siempre polémico, ha sido uno de los espíritus más finos y perspicaces de la cultura del siglo XX. Amó y conoció España como pocos lo han hecho, y señaló agudamente los vicios y virtudes colectivos del país.

Aún hoy, es cierto que España está invertebrada; esta vieja nación europea, por tantas razones gloriosa, arrastra hace varios siglos una enfermedad angustiosa, que es el egoísmo y ensimismamiento de sus minorías rectoras. Otros países, en circuntancias favorables, pero también adversas, han mostrado una radical solidaridad nacional, han sido capaces de dar metas comunes y proyectos de futuro compartidos por grandes y pequeños, por ricos y pobres, por cultos e incultos. Naturalmente, en términos individualistas, algunos – los más ricos, los más cultos o los más inquietos – sacrifican parte de sus beneficios personales cuando una comunidad nacional marcha unida; el provecho es común, en ese caso.

España hoy no marcha unida, como tal vez no lo ha hecho desde el siglo XVII. Existe, por supuesto, la tensión separatista regional, que es muestra de otro egoísmo y de otra miopía. Pero Ortega señaló con más insistencia la ceguera de nuestra aristocracia de hace tres siglos, y de nuestra burguesía de hace uno o dos, una ceguera que no conoce fronteras interiores. Los poderosos, en España, han procurado demasiado a menudo su beneficio a corto plazo, sin más miras que el goce hedonista de las posiciones adquiridas, si pensar ni en el porvenir ni en el bien común. Aquellos poderosos de ayer, que se negaron a dirigir el país, que se limitaron a gestionar sus propios asuntos, a menudo a costa de la comunidad, han hecho de nosotros una nación invertebrada.

Aquellos poderosos dirigen aún los destinos de España. Cuando desde autorizadas esferas económicas se pregona la necesidad de más inmigración extraeuropea, legal o ilegal, no creamos que se debe a consideraciones filantrópicas: la inmigración es hoy un negocio, como fue la esclavitud, y ese negocio beneficia a unos pocos poniendo en cuestión a todos. Cuando desde esos mismos ambientes se proclama la conveniencia de introducir el despido libre, no pensemos que se trata de reducir el paro y de crear mejores condiciones de vida en el pueblo español: la llamada liberalización del mercado de trabajo es otro tipo de esclavitud, que ata de por vida a las generaciones más jóvenes, pero que permite márgenes de beneficio aún mayores.

España está dirigida por intereses antidemocráticos, que nunca han recibido aprobación en las urnas; España está en manos de una oligarquía que concibe el país como un inmenso negocio, un negocio privado en pocas manos, a quienes importa poco que gobierne el PP o el PSOE. Una vez más, el país carece de dirigentes que busquen soluciones para todos y a largo plazo. Como en tiempos de Ortega, el gobierno efectivo está siendo ejercido de espaldas a la voluntad y a los intereses del pueblo español.

Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.