El bipartidismo imperfecto

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de junio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

Si quiere la Moncloa, el PSOE tendrá que hacer examen de conciencia y elegir entre el camino de la Constitución y el «todo vale» en el que vive ahora. Madrid y Navarra lo demuestran.

El parlamentarismo británico, con sus virtudes y sus defectos, pesa sobre la vida pública española desde hace más de dos siglos. Nuestros liberales, cuando trabajosamente introdujeron en la Península el constitucionalismo y las libertades, fueron sinceros admiradores del modelo inglés. La garantía de los derechos individuales, el papel mediador de la Corona y la neutralidad de la Administración son legados indiscutibles de aquellas décadas de exilios, represión y turbulencias.

Otra herencia, al menos ideológica, del XIX británico, es el deseo de consolidar un bipartidismo. La existencia de dos grandes partidos – conservadores y liberales primero, laboristas y conservadores después- ha permitido una alternancia pacífica en el poder, en Westminster, desde tiempos de los Estuardo. Qué duda cabe que en O’Donnell, en Canovas, y más tarde en Antonio Maura y en el mismo Manuel Fraga esto causaba envidia y emulación.

El bipartidismo británico descansa sobre dos bases que no han variado esencialmente desde el siglo XVII. Por un lado, un sistema electoral mayoritario, que garantiza la elección de parlamentarios de manera que raramente ha de recurrirse a Gobiernos minoritarios o de coalición. Los partidos menores o los intereses locales no pueden dirigir la política nacional. Y, en segundo lugar, los dos grandes partidos, aunque divididos en su orientación (política, económica y social) no ponen en discusión la unidad del país, los principios democráticos, la legitimidad de las instituciones o la paz pública. Ser oposición es una desgracia que se acepta civilizadamente, con la certeza de volver al poder antes o después y de no encontrar cambios radicales.

El PSOE de Zapatero, con su actual rumbo, hace que el bipartidismo español sea radicalmente imperfecto. Hay, sí, dos grandes partidos, que incluso con un sistema electoral imperfectamente proporcional son capaces de gobernar por sí solos España. Pero sólo uno de los dos, el Partido Popular, está unánimemente de acuerdo en conservar la Constitución y las leyes como cimiento permanente de la unidad del país. Hubo un tiempo en que el PSOE parecía capaz de lo mismo, y por tanto de esa alternancia.

Pero la histeria mendaz del «caso Madrid», los pactos periféricos con los nacionalistas, la entrega absoluta del PSOE navarro al independentismo descartan a Zapatero como presidente del Gobierno. Si quiere la Moncloa, el PSOE tendrá que hacer examen de conciencia y elegir entre el camino de la Constitución y el «todo vale» en el que vive ahora.

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de junio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.