ETA y 11M: Astarloa dice lo que todos tememos y algunos callan

Por Pascual Tamburri Bariain, 21 de noviembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

Empiezan a hablar los verdaderos protagonistas. Y sin duda Ignacio Astarloa es uno de los protagonistas de la seguridad del Estado en el 11 M. Convocado por la Comisión parlamentaria, la izquierda deseaba su crucifixión mediática, como deseó e intentó la de Ángel Acebes. En ambos casos, con diferentes estilo, pero con un mismo resultado: los populares pasan brillantemente de acusados a acusadores.

Acebes no mintió y Astarloa tampoco, como ya sabemos. No mintieron, sino que fueron malos comunicadores; pero puede resultar que en parte e incluso en una parte muy importante tuviesen razón. Hoy, «queremos saber».

Si hubo imprevisión en el 11 M, como se dijo en la insidiosa campaña de propaganda, la responsabilidad no fue sólo ni esencialmente del Gobierno Aznar. Si ese razonamiento fuese válido, todos los atentados que en España han sido serían responsabilidad del Gobierno. Además, resulta que los servidores del Ejecutivo, sus funcionarios de paisano y de uniforme, servían antes sus propios intereses y los de otras fuerzas, nacionales y extranjeras. Escalofriante, pero cierto.

El atentado se planeó mucho antes de las campañas norteamericanas en Asia, y no es consecuencia de la política exterior de España. Para Astarloa, ningna pista puede descartarse, ni dentro ni fuera de nuestras fronteras, y las revelaciones que día a día se hacen apuntan en esa misma línea.

No se puede excluir ni siquiera a ETA. Es más, según Astarloa: nunca se debió cerrar esa línea de investigación que fue en su momento la preferida por los técnicos competentes y la que se propuso como decisiva a Ángel Acebes en las horas cruciales de marzo.

Acebes no mintió y Astarloa tampoco, como ya sabemos. No mintieron, sino que se limitaron a decir de modo bastante torpe lo que sabían. Fueron malos comunicadores; pero puede resultar que en parte e incluso en una parte muy importante tuviesen razón. ETA, la gran enemiga de nuestra democracia, no es inocente de nada hasta que se demuestre lo contrario. Y aún no se ha demostrado, en una cuestión llena de sombras que, por bien de nuestra libertad, deben despejarse.

Por Pascual Tamburri Bariain, 21 de noviembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.