La memez de la semana: «Nafarroa no es el problema, sino la solución»

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.

Arnaldo Otegi ha vuelto a pasar por la Audiencia Nacional. Está acusado de algo que él mismo no niega, ser propagandista y enaltecedor de los terroristas de ETA. Sobre todo, como nunca se recordará suficientemente, Otegi es el portavoz y coautor de la «propuesta de paz» que, presentada a finales de 2004 en Anoeta, se está cumpliendo punto por punto.

Anoeta fue, según Otegi «una propuesta para una paz justa, estable y duradera en Euskalherria y en el Estado español» que «ha dado frutos y va a seguir dando frutos en el futuro». Anoeta, como sabemos, consiste en un esquema de diálogo en dos foros diferentes, uno entre ETA y las autoridades del Estado, destinado a resolver el fin de la banda nacionalista, y otro de diálogo entre «los partidos vascos». Un diálogo «sin restricciones» que, en lo esencial retoma las bases de la vieja propuesta KAS y es compatible con el Plan de Ibarretxe.

Pero todo esto no es lo que hoy nos interesa. En la propuesta de Otegi en Anoeta, reiterada muchas veces y compartida por todos los nacionalistas, se incluye la «territorialidad» de su soñada nación vasca, y eso implica a Navarra. Navarra que, hasta el día de hoy, se ha negado en todas las formas posibles a participar en el proyecto secesionista. Y el problema es que sin Navarra no hay autodeterminación ni hay secesión, así que no hay plan ni hay paz.

¿Problema? Hasta cierto punto. Hace muy poco, antes de ir a Madrid como acusado, Otegi ha dicho que «Nafarroa no es el problema, sino la solución». ¿Qué quiere decir esto? ¿Ha encontrado Otegi la manera de convencer a los navarros, de doblegar su voluntad, de llevar a Pamplona la capital de una nueva nación?

Lamentablemente Otegi no es un memo, y no habla a humo de pajas. Otegi sabe, por supuesto, que el destino de Navarra -encuadrado en un Fuero paccionado, de naturaleza diferente a los Estatutos que vienen y van- depende de los navarros y de quien gobierne en Madrid. Conoce bien la voluntad de los navarros, pero su esperanza, y la razón por la que sus declaraciones no son una memez, es que José Luis Rodríguez Zapatero gobierna en la Moncloa.

Navarra sería un problema insalvable para Otegi y los nacionalistas si a la voluntad foral y española de los navarros se uniese sin fisuras la del Partido Socialista Obrero Español. Pero el PSOE tiene ante sí tentaciones muy fuertes que convierten en dudoso el futuro de Navarra. El PSOE vasco puede ser tentado con la participación en los foros de diálogo nacionalistas, y su regreso al poder podría ser el precio de una versión corregida y ampliada del plan de Ibarretxe. El PSOE de Zapatero en Madrid, ante la perspectiva de la tregua de ETA con la que sueña hace meses como garantía de una futura victoria en las urnas, podría desentenderse del destino de Navarra, como se ha desentendido de la lucha contra el terrorismo desde la Audiencia Nacional.

Y el mismo PSOE navarro, pese a las contradictorias declaraciones de sus representantes, ¿qué haría ante la posibilidad de volver al poder de la mano de los nacionalistas? El presidente de UPN y del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz, lo explicó hace más de un año y acaba de recordarlo: «la alternativa a UPN es posible con un acuerdo entre socialistas y nacionalistas, pero es poco deseable para los ciudadanos». Sólo hay una manera de convertir en memez la advertencia de Otegi: para que Navarra siga siendo «el problema» del nacionalismo es preciso que ninguna combinación electoral ponga la Comunidad en manos de quien ignora o niega su identidad, o de quien esté dispuesto a negociar con ella. Y con eso, por cierto, Navarra no sólo se salvará a sí misma, sino que pondrá un obstáculo en el camino de quienes discuten el futuro de España.

Otegi vs Sanz; al fondo, los Fueros

En ningún momento de la reunión se puso en discusión la lealtad de UPN al pacto de colaboración con el PP, aunque, afirmó Sanz, «esa lealtad no siempre debe ir exenta de crítica». Para el presidente de los regionalistas, nadie discute la identidad política de UPN, pero es preciso que en caso de reforma constitucional se suprima la Disposición Transitoria Cuarta, que vincula Navarra al País Vasco y que se ha convertido, además de una hipoteca para la identidad de Navarra, en «un estrambote para toda España».

Unión del Pueblo Navarro celebró ayer su VII Congreso bajo el lema Unidos por Navarra. Miguel Sanz recibió todos los respaldos posibles, obteniendo no sólo la presidencia para la que se presentaba como único candidato, sino consiguiendo la aprobación de todas las ponencias y la elección para los cargos internos de las personas notoriamente más cercanas a él y al que se ha dado en llamar el «aparato» del partido.

Precisamente el anuncio de Sanz de que éste será su último mandado en la presidencia del partido ha despertado ciertos comentarios. No parece tratarse de una retirada de la política sino de una reducción programada de responsabilidades. De hecho, las estrategias políticas se encaminan ahora a vencer con mayoría suficiente las elecciones de 2007 y 2011, en las primeras de las cuales Sanz será el candidato necesario. «Nadie más podría hacerlo», aseguran.

Se anunció una nueva atención a las bases y a la estructura de UPN, lo que realza el papel del secretario de Organización, Eradio Ezpeleta.

UPN tiene un modelo de permanencia en el poder. La intervención de Rainer Glagow, de la Unión Cristiano Social de Baviera, mereció aplausos sorprendentemente largos y cálidos. Aparte de la tradicional relación de la CSU con UPN a través de la asociación Leyre, Glagow desarrolló el discurso ideológicamente más comprometido y contundente, muy del gusto de los congresistas. Su defensa de los valores cristianos frente al «multiculturalismo rojo y verde» despertó enormes simpatías, y el bávaro planteó el claro paralelismo entre el caso alemán (CDU-CSU) y el español (PP-UPN). Terminó con una cita latina: «Vivat crescat floreat in aeternum Navarra!»

Miguel Sanz ha visto colmadas sus expectativas políticas en la elección de cargos internos. Para él, UPN es un partido de éxito, y debe afrontar los riesgos del éxito. Los afiliados deben movilizar la sociedad, transformar mayoría social en mayoría política. El presidente desea un partido fuerte, sin complejos y sin miedos; unido, innovador y fiel a sí mismo, capaz sobre todo de crear «espacios para la libertad» y de consolidar el crecimiento económico. Sanz no ocultó en ningún momento su satisfacción por la brillante jornada.

«Batasuna es una organización terrorista, lo han dicho los tribunales, la UE y lo sabemos todos. Los terroristas no pueden usar la democracia para sus fines» .

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.