Extraños compañeros de cama: error imperdonable en un gran partido

Por Pascual Tamburri, 9 de noviembre de 2010.

Un gran partido no puede renunciar a estar presente en todo el país y a gobernarlo. La política española y la británica demuestran las consecuencias de los atajos.

Nick Clegg, el líder del Partido Liberal-Demócrata británico, tiene muy buena fama. Es una de las muchas encarnaciones actuales de la corrección política y se hacen ya bromas con su suavidad y su moderación. Tan correcto es que a veces da la impresión de no decir nada –algo que al parecer aconsejan los asesores de imagen pero que puede llegar a aburrir a los ciudadanos si esperan soluciones. No es que Clegg sea humanamente mediocre; lo son sus propuestas y su tono pacato, tan correcto, tan descafeinado, tan centroide, tan a la moda de los políticos profesionales que podría servir de modelo para los aspirantes de cualquiera de nuestros dos partidos.

Clegg tiene sin embargo un problema político de primera magnitud, y lo tiene con la que, probablemente, es su única propuesta programática de cierta enjundia. Los centristas de Clegg quieren una reforma del sistema electoral británico para suprimir el mayoritario e instaurar algo parecido a nuestro proporcional (un sistema de voto alternativo sin haber experimentado sus delicias, se deduce). Su acuerdo con David Cameron para gobernar esta legislatura incluye un referéndum sobre la cuestión en mayo de 2011, y los centristas están echando el resto con el asunto, un tema en el que están en principio solos.

Claro que mejor solos que mal acompañados. Se acaba de saber que la campaña «Yes to Fairer Votes«, además de con el apoyo de los de Clegg, cuenta con el del lobby Unlock Democracy, heredero directo del personal y de los medios del Partido Comunista de Gran Bretaña. Sin duda ese dinero y esas personas podrán ayudar a un mejor resultado en mayo para los de Clegg, pero no está claro que sea una buena idea. Difícilmente el Partido Liberal Demócrata se consolidará como un gran partido si su principal campaña política se hace desde la vieja sede comunista del 6 de Cynthia Street, en Islington. Si pierde habrá demostrado su debilidad, y si gana siempre se le podrá acusar de deber su victoria a los herederos (literalmente) de Stalin y de la Komintern.

¿Mejor cualquier compañía, a cualquier precio, o mejor un proyecto a largo plazo? En los años 80 del siglo XX en Navarra la derecha vivió una alternativa así. Una y otra vez Alianza Popular y la Coalición Popular renunciaron a capitalizar en las elecciones forales su envergadura de partido nacional, porque una y otra vez aceptaron coaliciones con Unión del Pueblo Navarro sólo para las elecciones generales y se encontraron solos y sin pareja en las siguientes elecciones regionales. Ciertamente en el corto plazo se lograron victorias pero no se construyó una alternativa sólida al socialismo y al nacionalismo, válida en todas las elecciones, hasta que el acuerdo fue completo y, se pensaba, definitivo. Y a ese acuerdo los populares llegaron sin toda la fuerza que podrían haber tenido si no hubiesen jugado tan generosamente en los acuerdos anteriores.

Recientemente Soraya Sáenz de Santamaría ha comentado en Pamplona los horizontes futuros de acuerdos entre el PP de Navarra y sus hermanos y aliados naturales de UPN. Qué duda cabe que habrá momentos de acuerdo futuros; pero es de esperar que los futuros esponsales políticos se hagan con la prudencia que Clegg no ha demostrado en su propio asunto y, sin duda, recordando los vaivenes anteriores a 1991. Algo que será especialmente fácil teniendo en cuenta las biografías y las opiniones anteriores –nunca del todo olvidadas- de varios de los llamados a protagonizar esos encuentros, o desencuentros. En este caso, por suerte, sin que ande de por medio el oro de Moscú, que está en otras latitudes políticas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de noviembre de 2010, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/extranos-companeros-cama-error-imperdonable-gran-partido-110668.html