Escándalo moral de los ahogados en su propia basura

Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de agosto de 2011.

Hemos aprendido a tratar y valorar como basura muchos subproductos útiles. Lo más ecológico es lo más tradicional y se opone al derroche moderno. No faltan medios sino principios.

Hemos aprendido a tratar y valorar como basura muchos subproductos útiles. Lo más ecológico es lo más tradicional y se opone al derroche moderno. No faltan medios sino principios.


Tristam Stuart, Despilfarro. El escándalo global de la comida. Traducción de María Hernández Díaz. Alianza Editorial, Madrid, 2011. 480 pp. 24,00 €

Llevamos meses viendo en todo el mundo cómo Nápoles y su metrópoli, uno de los lugares más hermosos de la Tierra, se ahogan en su propia basura. Nápoles, como la mayor parte de los núcleos urbanos occidentales, considera desechos subproductos utilizables para muchas otras cosas, incluyendo la alimentación humana y por supuesto la animal. El título de Tristam Stuart describe a fondo el problema al que la humanidad en su conjunto se enfrenta: curiosamente no es la escasez de alimentos, sino el desperdicio de los mismos.

Parece una broma macabra que Somalia muera de hambre –como tiende a hacer una y otra vez desde que abandonó su organización económica y social tradicional sin sustituirla por otra mejor- mientras que las sociedades de modelo occidental literalmente clasifican y gestionan como basura enormes cantidades de alimentos aprovechables. No se trata sólo de la necesidad moral de considerar utilizables esos alimentos, el punto que Stuart destaca es el de los enormes beneficios que se crearían dando uso práctico a esa comida, beneficios que no serían sólo teóricos y colectivos sino que repercutirían directamente en personas que tendrían muchas razones para alegrarse de que abandonásemos el actual modelo caro, inoperante y miope de utilización de los recursos.

Tristam Stuart señala, con gran amenidad narrativa, que son las infraestructuras básicas las que gestionan mal los alimentos y convierten en basura materias útiles. Por un lado son las carencias de los más necesitados, pero por otro, más escandaloso, es la mala gestión de los más derrochadores. Stuart cuenta, con ejemplos personales y sencillos, cómo los ciudadanos derrochan, y a la vez los empresarios desaprovechan enormes cantidades de recursos utilizables, y en tercer lugar son los políticos los que carecen de la voluntad de emplear esos recursos. Todo el mundo económicamente occidental comparte el problema y carece de la voluntad de ahorro y correcta utilización que están tan a la mano.

Es curioso señalar que, mal utilizando alimentos, no sólo se multiplica el problema del hambre. Además, para otros, las mismas decisiones implican pobreza, miseria y en suma oportunidades de riqueza desaprovechadas. Y por último, las mismas decisiones que causan hambre y miseria son las que implican contaminación. Si la comida es un «escándalo global» es por sus múltiples aristas y por las múltiples implicaciones de su solución. Éste sí es un verdadero «problema global» .

Stuart ha buscado soluciones personales al problema de la comida, que para él no es sólo económico sino también, inevitablemente, moral. Nuestra época tiende a olvidar la vertiente moral de las cuestiones políticas y económicas, un riesgo que más de medio siglo atrás ya señaló J.R.R. Tolkien «...estamos intentando conquistar a Sauron con el Anillo. Y (según parece) lo lograremos. Pero el precio es, como lo sabrás, criar nuevos Saurons y lentamente ir convirtiendo a Hombres y Elfos en Orcos». Los dioses saben qué habría opinado Tolkien en caso de contemplar el espectáculo que describe Stuart, de una humanidad en parte sufriendo hambre y en parte derrochando alimentos, no sólo tirándolos sino también empleándolos como combustibles y fuentes de energía que no dejan de ser intentos de lucro a cualquier coste.

Efectivamente, convertir los alimentos en instrumento de enriquecimiento ya es un mal, pero uno aún peor es hacer de ellos mecanismo de guerra y de odio. La consecuencia de todo ello es la confusión, puesto que dramáticamente la época con mayores recursos, también alimentarios, se ha convertido en época de hambre, miseria, desesperación y desesperanza. No ha fallado el ingenio humano, sino que ha faltado el orden moral de las cosas y de las acciones humanas. El libro de Tristam Stuart acota y describe un problema, es ameno al hacerlo y ofrece soluciones prácticas inmediatas. Es un libro contra los constructores de Babel que en todas partes pululan.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 6 de agosto de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/escandalo-moral-ahogados-propia-basura-116278.htm