Una princesa plebeya, divorciada y fea. Y ambiciosa sin límites

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de enero de 2013.

En una época en la que un príncipe no se podía casar con cualquiera, y no cualquier mujer podía ser reina, Juan Vilches fascina al lector con los duques de Windsor en el Madrid de Franco.

En una época en la que un príncipe no se podía casar con cualquiera, y no cualquier mujer podía ser reina, Juan Vilches fascina al lector con los duques de Windsor en el Madrid de Franco.


Juan Vilches. Te prometo un imperio. Plaza & Janés, Barcelona, 2013. 576 pp. 19,90 €. Ebook 12,99 €

Wallis Simpson, nacida Warfield, era seguramente una mujer con muchos defectos y muchos pecados en su pasado. No era ni de sangre real ni de noble cuna; no era especialmente bella; «hija ilegítima, no bautizada, amantes, divorcios, abortos, prostitución, drogas, pornografía, sexo, depravación, sadomasoquismo. Todo lo peor del mundo«. Una mujer así no podía, en una monarquía tradicional y mucho menos en un entorno victoriano, ser reina ni emperatriz. Sin embargo el amor de un hombre singular, el príncipe de Gales, luego Eduardo VIII, la colocó entre 1935 y 1945 en el centro de la política europea y mundial. Una americana, capricho y obsesión de un príncipe, conmocionó a la monarquía más grande de la historia justamente en medio de una gran crisis económica y precisamente en los años en los que franquismo, nazismo y comunismo llenaban las portadas de la prensa política europea.

No se puede perdonar a Juan Vilches que su novela embelese, enganche, y que me haya hecho leerla de un tirón. Está no sólo bien escrita, lo que no es poca cosa en estos días de crisis no tan distinta, sino que además combina un buen conocimiento de la España de 1940, de los detalles de la vida cotidiana y de las combinaciones institucionales y políticas con una trama que es en parte novela negra, relato de espías y también de amor. El libro gusta; gusta más al historiador, porque el ambiente está bien contado, con mínimos deslices que el lector no especializado no va a ver, y traslada realmente al Madrid, la Barcelona y el París de aquel julio decisivo de la historia, también de la nuestra.

Vilches coloca a unos cuantos militares, políticos y policías españoles, reales o de ficción pero todos sugerentemente descritos, justo terminada la Guerra Civil y con la embarazosa situación de una pareja británica de la Casa Real en medio de una trama compleja de espías, nazis, masones, asesinos, escándalos y periodistas. En el relato aparecen un Franco y un Serrano Suñer verosímiles, pero sobre todo un país y un continente en la transición entre dos épocas, y los españolitos de a pie que lejos de valorar todas las dimensiones de la situación se limitaban a sobrevivir a la crisis y a reconstruir sus vidas tras la guerra.

Tuvo razón Eduardo VIII, por supuesto, y la primera razón del fin del imperio británico fue la incapacidad de sus instituciones y de su realeza para modernizarse; pero la segunda fue curiosamente la victoria británica de 1945. La monarquía, perdida la soberanía, es una realidad frágil y quebradiza, y lo demostró tanto la elección de Eduardo VIII –en la falsa disyuntiva entre amor e imperio- como la sumisión de Jorge VI a una modernización tardía, costosa, americanizada y en definitiva suicida. Una y otra vez desde entonces España ha sido escenario de tramas de espías, pero nunca en un escenario tan decisivo como el que Juan Vilches elige y describe para Plaza & Janés.

Resulta curioso que los europeos tropecemos no una sino mil veces en la misma piedra. Una parte importante del relato gira en torno al Informe Chino sobre la duquesa de Windsor, una exclusiva policial-periodística que nadie ha visto pero que ha sido decisiva en la historia. Es impensable, o mejor dicho impresentable, comprobar que el CNI, con Jorge Dezcallar entonces al frente, se dejó flecos sueltos en la tarea de «limpiar» el pasado de Letizia Ortiz, y ahora circulan dossieres y expedientes sobre distintas partes de su pasado por los cuales se pide mucho dinero o se amenaza con grandes consecuencias. Al fin y al cabo, Wallis Simpson nunca llegó a ser ni princesa ni reina, mientras que una mujer con algunas cosas en común con ella sí se ha colocado en la ruta de la corona de España. Mientras esperamos una generación a ver cómo aprovecha la literatura la conjunción de elementos que vivimos en estos años, podemos disfrutar de un viaje al pasado y a la emoción, de pluma de Juan Vilches.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 25 de enero de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/princesa-plebeya-divorciada-ambiciosa-limites-126776.htm