Una explosión de muerte… 70 años de dolor al que llaman libertad

Por Pascual Tamburri, 8 de agosto de 2015.

Si hay crímenes de guerra, los ataques nucleares lo fueron. Ahora bien, ¿por qué sus responsables nunca fueron condenados?¿Qué tenían en común los responsables de la masacre?

El 6 de agosto de 1945 el mundo cambió para siempre, pero por si Hiroshima no hubiese sido bastante el 9 le tocó a Nagasaki. Hace 70 años que, tras el ensayo de Alamogordo, empezó la que llamamos era atómica. Hace 70 años que Estados Unidos ganó su guerra contra Japón y con eso terminó la Segunda Guerra Mundial. Hace 70 años que unos cientos de miles de civiles japoneses murieron bombardeados con las dos primeras bombas atómicas.

Eso sí, las tres cosas no están directamente relacionadas: guste o no, no era necesario bombardear para comprobar aquellos conocimientos científicos y técnicos; no hacía falta que el bombardeo fuese precisamente de dos ciudades indefensas e no militares; y no hacía falta que muriesen cruelmente aún no se sabe cuántos para terminar una guerra que ya estaba vencida. En el aniversario de los ataques nucleares ordenados por el presidente Harry Truman, son de nuevo motivo de debate internacional los aspectos más polémicos de aquella masacre de agosto de 1945.

Tenemos, ante todo, una cuestión militar originaria. Estados Unidos venció la carrera de armamentos y dispuso de bombas de uranio y de plutonio antes de terminar la guerra mundial. Venció a Alemania, usando medios convencionales y la sangre de sus aliados, con la inesperada ayuda de Hitler que primero no prestó atención y luego no dispuso de medios para esto. Italia, Francia y el Reino Unido no participaron en esta carrera de ningún modo, demostrando la debilidad de las viejas potencias europeas. Del mismo modo, aplastó a Japón, ya derrotado, exhibiendo la fuerza americana y sin dar opción a la URSS de Stalin a participar más en la victoria asiática (aunque con una gran tajada innecesaria regalada en Potsdam) ni a disponer rápidamente de esta tecnología.

Japón, desde 1944, había sido machacado con bombardeos convencionales; y sus fuerzas armadas, especialmente su flota y su aviación, no podían impedir ya la victoria aliada. Sólo era cuestión de forma y de tiempo para esa derrota; y eso sin contar con la reiterada intransigencia aliada en la ´rendición incondicional´, también allí, que alargó las cosas sin duda.

La explosión de Little Boy en Hiroshima y de Fat Man en Nagasaki implicó quizá 250.000 víctimas inmediatas y en realidad aún no sabemos cuántas. Hay una cuestión militar derivada hasta el día de hoy. Oficialmente, hoy existen nueve países con armamento nuclear, con más de siete mil cabezas nucleares, suficientes para acabar con la vida en el planeta varias veces. Pueden ser más, en realidad.

Durante siete décadas, las potencias han competido por un armamento que esperaban no tener que usar. Primero lo llamaron ´guerra fría´, y la URSS dispuso de mejor información mientras que Estados Unidos tuvo los medios materiales para ganar. Esa carrera de armamentos empezó en las reuniones aliadas de Yalta y de Potsdam, y la responsabilidad de lo sucedido corresponde a los que allí tomaren decisiones, es decir fundamentalmente a Roosevelt primero, a Truman después y a Stalin siempre. Hiroshima demuestra que Europa, vencedores y vencidos por igual aunque quieran aparentar otra cosa, ya no decide nada.

Militarmente, el inicio de la carrera de armamentos en 1945 condicionó la reconstrucción tras la guerra mundial, dispuso un cierto orden entre las potencias y aún hoy dispone un cierto orden económico y tecnológico. Truman, que no tenía ninguna razón militar para ordenar los bombardeos, sí tenía muchas, por ejemplo de este tipo, para disponerlos.

Y la cuestión religiosa, habitualmente olvidada… Aquello fue, técnicamente, un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad. Nada nuevo, pero convendría que fuese recordado como tal, o al menos a la par de otras masacres. Nunca nadie fue condenado o señalado por aquello, y eso implica una desigualdad moral.

Por lo demás… Hiroshima y Nagasaki, militarmente inútiles, eran centros de las comunidades cristianas en Japón. Ya lo habían sido con san Francisco Javier, y lo seguían siendo, tras siglos de persecución, con Truman. Truman, que ordenó un bombardeo no necesario, que luego no impidió que los soviéticos corriesen la carrera de armamentos atómicos y que trató de impedir que se supiese cómo habían sido tratados los japoneses, era perfectamente consciente de que con su victoria se iniciaba la imposición de su ideario mundialista. Y esa consecuencia del bombardeo seguimos viviéndola hoy, aunque ya sólo algunos la llaman ´libertad´.

Pascual Tamburri

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 8 de agosto de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/explosion-muerte-anos-dolor-llaman-libertad-143588.html