George W. Bush II

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

España ha recibido la visita del emperador felizmente reinante. George Bush, Presidente de los Estados Unidos, ha elegido España para empezar la visita a las provincias europeas del imperio americano.

Hablar de imperio para referirse a la situación estratégica de la única potencia mundial no es un juicio de valor; es constatar un hecho innegable. Las grandes decisiones de nuestros días, políticas, militares, económicas, y también sociales y culturales, se toman en Estados Unidos, y el símbolo de ese poder, de su vigor y de sus contradicciones es George Bush hijo. El emperador, dicho sea en términos históricos.

Cierto es que los países europeos, unidos, representarían una masa humana y económica mayor que la superpotencia americana. Pero ni Europa está unida ni hay visos de que vaya a estarlo a medio plazo en cuestiones diplomáticas y militares, es decir, políticas. Por lo demás, Europa no tiene una alternativa a la cultura dominante, que es la del consumismo occidental. Y muchos países mantienen el recuerdo de su grandeza, y prefieren una relación bilateral subordinada con Estados Unidos antes que coordinar sus fuerzas con los vecinos. Esto consolida el papel mundial de Estados Unidos, más debido a la incoherencia de sus posibles contrapesos europeos, americanos y asiáticos que a su energía objetiva.

No hay duda de que para José María Aznar la visita ha supuesto un estímulo gratificante. Único gobernante de centroderecha en un gran país de la Europa comunitaria, al menos hasta la victoria de Silvio Berlusconi, Aznar ha hecho gala de una estrecha dependencia estadounidense, que ha ido más allá de lo estrictamente obligatorio y que ha merecido esta recompensa. Aznar ha ido a la cumbre europea con el respaldo de Bush, que refuerza aún más la imagen de poderío exterior español, referido en especial al hemisferio occidental, que tanto circula por Europa.

Bien sabemos de los problemas internos de España, tan contradictorios con la impresión exterior de expansión y poderío que de hecho se da. Lo singular es que parece que Aznar y Bush han hablado tanto de ellos como de temas internacionales: porque aunque Bush ha expuesto sus conocidas ideas sobre el protocolo ecológico de Kioto, sobre el escudo antimisiles, sobre Cuba y sobre la OTAN, se ha hablado también de terrorismo y separatismo.

Bush ha explicado a los periodistas españoles las conocidas ideas que el pueblo estadounidense aplaude en temas de delincuencia y terrorismo: no se negocia con terroristas, no se hacen concesiones al terrorismo ni a sus aliados, Estados Unidos lucha contra cualquier terrorismo, y por supuesto en caso de terrorismo es conveniente recurrir a medidas contundentes, incluyendo la pena de muerte. José María Aznar ha recordado que él es contrario a ésta, pero ha dado la razón a Bush en todo lo demás.

Así terminó la cumbre hispano-americana: Aznar preside un gobierno fiel sin fisuras a la alianza y al ejemplo estadounidense, y puede convertirse en portavoz indirecto de Estados Unidos en la Unión Europea, ya que el laborismo británico no congenia bien según parece con la administración republicana. A cambio, en política interior, no hay dudas del respaldo de Bush a la lucha por las libertades. Puede parecer demasiado poco para tanta amistad y tantas concesiones, pero tal vez Aznar sepa que va a necesitar respaldo internacional serio si de verdad se plantea garantizar en las próximas legislaturas la cohesión nacional española.

El futuro dirá si José María Aznar ha dado la talla de estadista, o si la cordial recepción a Bush ha sido un gesto huero y mediático. De momento, en la finca de Quintos de Mora, a George Bush le dejaron hasta beber cocacola con la paella y agua con el jamón ibérico. Y si eso no es un gesto de fidelidad al emperador, que venga Dios y lo vea.

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.