Una Nación unida, un Estado eficaz, una política limpia: ¿locuras?

Por Pascual Tamburri, 9 de octubre de 2012.

El País y el CIS recogen la opinión que se escucha en nuestras calles: cada vez más españoles desconfían de los políticos y del sistema, sobre todo de las autonomías.

Las encuestas del diario de PRISA de la semana pasada y de la anterior coinciden con la sustancia de la última oleada del CIS. Casi uno de cada cuatro españoles cree que España funcionaría mejor con un Estado centralizado, sin las autonomías regionales pactadas en la Transición. Más de uno de cada cuatro cree que los políticos (su incapacidad, su mala gestión o su deshonestidad) son el mayor problema de España. Uno de cada cinco cree que el sistema político en su conjunto es responsable de nuestros problemas actuales. Y los grandes partidos, PP y PSOE, garantes del sistema político, económico y social, pierden apoyos entre la población. Aunque si el PP lo hace deprisa, el PSOE de Rubalcaba aún corre más, en su punto más bajo de toda la democracia.

Es la fotografía estadística de un país sin esperanza, desilusionado, atemorizado. Las autonomías, que eran como los Reyes Magos en tiempos de bonanza, son hoy fuente de esperanza para cada vez menos y enemigas de la convivencia para cada vez más. Cada vez menos españoles quieren que el sistema autonómico se quede como está, mientras cada vez más quieren por un lado romper España (las minorías independentistas), no saben lo que quieren (los federalistas, a la espera de que el PSOE organice un cursillo de instrucción para su gente) o directamente quieren corregir el error autonómico, cuyas consecuencias se ven ahora. Se dijo hace unas décadas y se ha repetido después hasta el aburrimiento que las autonomías garantizaban la unidad nacional, pero se ha visto que preparaban la ruptura del Estado, sembraban la deslealtad a la Nación y, encima, eran fuente de gasto y de corrupción hasta hacer nuestra crisis más grave que ninguna.

Yo estoy con esa minoría potencialmente mayoritaria de españoles, incluyendo vascos, navarros y catalanes por cierto, que creemos que esto tiene remedio, pero que el remedio no se halla ahondando en los errores del sistema sino corrigiéndolos. Si a una crisis económica, política, institucional y territorial se asocia un determinado modelo económico, político, institucional y territorial, parece de sentido común al menos plantearse cambiarlo. La cuestión parece ser ya más, en la cabeza de nuestra gente, si cambiar cosas en el sistema o cambiar de sistema. Más de la mitad de los españoles cree que el paro es nuestro principal problema, y casi la mitad cree que nuestra situación económica será peor aún dentro de un año. Es lógico, en plena crisis, con las mayores cifras absolutas de paro nunca habidas, y con los mayores porcentajes desde la Guerra Civil o quizá antes.

Por poco vibrante que parezca el Gobierno de Mariano Rajoy, el hecho es que el PP es el único partido activo en política nacional (hablamos de política real…) que no vacila ante la unidad de España; creo que debería admitir con más facilidad el debate sobre el modelo territorial, ya que está en la sociedad y cada vez más de sus votantes (la mayoría probablemente) quiere un modelo que no es el actual. De hecho, si el PSOE se hunde más que el PP (aunque a los dos parezca irles mal en el País Vasco y Cataluña, pese a todas sus componendas y ambigüedades), es porque al PP se le suponen ciertas lealtades nacionales. Y es la gente de la calle la que, hasta ahora, se las ha supuesto y lo sigue haciendo.

¿No nos fiamos de los políticos? Tanto como de la misma democracia constitucional: parece que mayoritariamente nos fiamos, pero cada vez menos. La inercia lleva a una pérdida de confianza acelerada, y paralela a la desconfianza en las autonomías. ¿Tan importantes son éstas como para vincular a ellas el futuro de la democracia y del mismo Estado? No lo creo, y de hecho los milagros de lealtad que supuestamente iban a obrar las tales autonomías en 1978 se han tornado deslealtades pagadas por todos. Quizá sí sea acertado revisar lo hecho y corregir lo mal hecho, no vaya a ser que, como dicen por ahí, tiremos el niño con el agua del baño.

A Elbereth Gilthoniel, silivren penna míriel o menel aglar elenath! Na-chaered palan-díriel o galadhremmin ennorath, Fanuilos, le linnathon nef aear, sí nef aearon!

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de octubre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/nacion-unida-estado-eficaz-politica-limpia-locuras-124614.html