España es antes que sus partes, que la economía y que su política

Por Pascual Tamburri, 11 de octubre de 2012.

El separatismo no es una ‘irresponsabilidad’ o una ‘extravagancia’ por razones económicas. Lo de menos es la economía: nos jugamos la unidad y la grandeza de la única nación que hay aquí.

«Nuestro interés es españolizar a los alumnos«, ha dicho el ministro de Educación José Ignacio Wert. Una obviedad, me parece, y una carencia manifiesta del sistema no ya en su versión ZP sino en todas las anteriores desde Villar Palasí inclusive, con permiso posterior de tan ilustres colegas suyos como Daniel Innerarity o Rafa Larreina. Y eso le ha valido ser llamado «preconstitucional» e involucionista por alguien de tan excelsa formación, singular belleza y exquisitas formas como la consejera convergente de Educación, Irene Rigau. Creo que es verdad: José Ignacio Wert ha definido como objetivo de su reforma algo que es anterior a la Constitución de 1978, ¿y qué? ¿Acaso el texto vigente, que ha presidido nuestro descenso nacional hasta los presentes abismos, es la cima de todas las perfecciones? ¿Acaso todo lo anterior es despreciable y lo posterior admirable por el solo hecho de serlo?

La semana pasada terminó con una gran sorpresa en Libertad Digital, y una sorpresa de las que se aplauden. Decía la competencia en su editorial que «España es antes que la economía«, cosa por lo demás innegable y para muchos de nosotros evidente, pero de cuya negación se derivan muchos de los males que vivimos, incluyendo potencialmente la crisis económica que padecemos. El análisis es impecable: es verdad que estamos en una crisis económica y que esto es muy importante. Pero no es verdad que la economía sea el principal problema en importancia, ni el primero en orden de llegada ni de jerarquía. España está viviendo una crisis social, cultural y política, y una grave crisis nacional. Anteponer las cuestiones económicas a la nación misma sería un grave error y una concesión implícita a los mismos nacionalistas. Cualquier forma de materialismo o de determinismo economicista es hoy y aquí traición a la Patria (además de mentira, siempre) .

Lamentablemente hay más errores circulando. Del mismo modo que el futuro común de la nación no puede subordinarse al de sus cuentas, digan lo que digan las castas caciquiles de las dos regiones más privilegiadas en nuestras tres revoluciones industriales, negar el pasado común de esa misma nación y su identidad presente no es sólo mentir sino que es además robar a los más jóvenes. Los nacionalistas anteponen su proyecto de nueva identidad a la verdad y también a la economía, y buena parte de su fuerza política se deriva (aunque esto no siempre se entienda desde posturas capitalistas dogmáticas) de esa capacidad de sacrificio en lo material.

La lucha contra el nacionalismo es, por consiguiente, una batalla a largo plazo en la que hay que tener siempre presentes dos cosas. La primera, que los nacionalistas, todos ellos desde Unió a la ETA sin excepción, no piensan ni en la economía ni en la crisis antes ni más que en su programa nacional. La segunda que los nacionalistas, también sin excepción, están en constante tarea de construcción nacional, dispuestos a cualquier sacrificio para «nacionalizar» a las masas, aunque esa infusión identitaria implique más pobreza y menos verdad.

Pero la gran fuerza de los nacionalismos se ha derivado en los últimos años y aun décadas de la debilidad y confusión de sus enemigos. No es posible una batalla antinacionalista, aunque sea en defensa de una nación sí existente como España, pensando a corto plazo. No es posible una batalla antinacionalista colocando la economía y la lucha contra la crisis por encima de todo, ya que si uno no está dispuesto a hacer iguales o mayores sacrificios que su enemigo perderá sin duda. Y no es posible luchar contra el nacionalismo abandonando en sus manos, como si nada valiesen, la educación, la cultura y la lengua.

Por eso Wert acierta cuando habla de «españolizar» desde la pizarra. Así como los nacionalistas han usado durante décadas los medios del Estado para destruir con la mentira la nación en las conciencias de los alumnos, es hora de que el Estado use sus medios, no sólo los educativos, para detener el avance nacionalista y restablecer la verdad y con ella la libertad y la nación. Y por eso las palabras de Wert han molestado a los que se han servido de su elevada posición para mentir y para convertir, en muchas almas, la mentira en verdad. No será tarea de un día, pero algún día había que empezar.

Si alguien tuviese dudas sobre dónde está el acierto, que se pregunte qué opinarían en esta tesitura catalanes insignes desde Rafael Casanova a Juan Prim y a Francesc Cambó. No sólo darían la razón al ministro y se la quitarían a la consejera, sino que se la darían a cualquier defensor de España aunque para dársela hubiesen de quitársela a cualquier aspirante a gestor de la economía. Más aún: estoy convencido que lo mejor del pasado y lo más honesto del presente de Cataluña se manifestará este 12 de octubre en Barcelona con banderas de España.

España es más que su crisis. Y España es antes que cualquiera de sus partes, más que todas ellas y, no lo olvidemos, más que su Constitución y que su vigente ordenamiento político, social o económico. España no existe para que seamos ricos, ni como resultado de la voluntad de unos individuos en un momento. La Constitución es fruto de la nación, producto de ella, y no a la inversa. Por eso no es grave que se cambie la Constitución, siempre que se recuerde que no hay cambio que pueda crear naciones donde no las hay ni olvidarlas donde tienen su origen. Es mezquino sacralizar la economía. Es mísero divinizar naciones inexistentes negando gloriosas historias regionales. Es sencillamente necio llevar a los altares una carta constitucional como si antes que ella y por encima de ella (esto es, «preconstitucionalmente«, si se quiere) no hubiese existido la gran nación que lleva su nombre y sin la que ninguna de sus partes puede tener vida propia fuera del ridículo y de la esclavitud marxista.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de octubre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/espana-antes-partes-economia–124686.html